¡Piolas, rolas, cables y racimos con fundas celestes! Habiendo crecido en un pueblo remoto del cantón de Siquirres, bajo la influencia de las fincas bananeras, y siendo el banano el sustento de nuestro hogar por muchos años, tengo la propiedad para afirmar que conozco profundamente la cultura bananera en sus distintos niveles.

Recuerdo el sonido de los motores de la avioneta de fumigación ser mi alarma para levantarme en las mañanas para ir a la escuela. Misma avioneta que escuche en mis recreos y días de clases en aquella escuela unidocente, cercana a las plantaciones de Banano, sin que esto representara un problema.

Al finalizar la escuela primaria, asistí al colegio más cercano, a 15 kilómetros de mi casa. Caminaba tres kilómetros hasta tomar el bus y, en ese trayecto, cruzaba varias fincas bananeras. Recuerdo entonces que la mayoría de mis compañeros eran hijos de trabajadores bananeros. Los pueblos cercanos a estas plantaciones se han desarrollado alrededor de la actividad, y quienes crecimos en ese entorno sabemos que nuestro progreso ha estado íntimamente ligado al banano costarricense.

Gracias al sistema de educación pública y al esfuerzo de mi familia, accedí a una beca completa en la Universidad de Costa Rica, donde cursé dos carreras: Agronomía y Enseñanza del Inglés. Al concluir mis estudios, el cultivo del banano volvió a tocar a mi puerta, esta vez como ingeniero agrónomo en una empresa transnacional, con oficina a escasos dos kilómetros de mi antiguo colegio.

Años después, tuve la oportunidad de unirme a Corbana, donde pude cumplir uno de mis sueños: brindar asistencia técnica a productores de banano y contribuir directamente al desarrollo de la Región Huetar Caribe.

El 16 de abril, Día Mundial del Banano, es una fecha que me invita a la reflexión y a la gratitud. La industria bananera ha tenido un impacto social profundo en comunidades como la mía. Gracias al empleo que genera, muchas familias hemos podido aspirar a una mejor calidad de vida.

Una pregunta que me surge con frecuencia es: ¿es el cultivo del banano sinónimo de estancamiento social? Mi respuesta, basada en una vida entera vinculada a esta actividad, es un rotundo no.

El banano ha sido un trampolín, no una barrera. He visto cómo, con educación y esfuerzo personal, muchas personas de zonas rurales logran superarse. En mi caso, la actividad bananera fue el punto de partida para transformar la historia de mi familia. Hoy, como profesional, devuelvo a mi comunidad lo que recibí, y soy testigo de que el banano, más allá de ser un producto de exportación, es también un instrumento de progreso y movilidad social.

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