Estamos pagando las consecuencias de un sistema educativo que formó generaciones para repetir contenido, no para habitar la verdad. Un sistema que privilegió fechas, fórmulas y respuestas exactas, pero no enseñó a pensar, a sentir, a cuestionar, a resistir.

En un momento en el que se anuncian revocaciones arbitrarias de visas a figuras políticas en Costa Rica sin justificación clara, cuando se aplaude la censura, la vigilancia y el castigo silencioso como si fuera orden y justicia… lo que en realidad estamos presenciando es el resultado de una ciudadanía desactivada emocional y éticamente.

Las democracias no se derrumban de un día para otro. Se erosionan cuando dejamos de defender lo que parecía incuestionable: la libertad de conciencia, la disidencia respetuosa, el derecho a disentir sin ser castigados. Y lo más lamentable: ya no duele.

Vivimos una época en la que, paradójicamente, estamos sobreinformados, pero emocionalmente desconectados. Nos indignamos por cualquier banalidad, pero no nos conmueve que se violen principios básicos de justicia y soberanía. La indiferencia no es ignorancia: es el producto de una formación que olvidó la esencia humana del proceso educativo.

Por eso este no es un artículo sobre política exterior.

Es una llamada de emergencia al corazón del sistema educativo costarricense.

¿Cómo formamos a nuestros estudiantes para detectar la injusticia? ¿Dónde está la educación emocional, crítica, ciudadana, que debería activarse con más fuerza cuando la democracia tiembla? ¿En qué momento normalizamos tanto la represión que la aplaudimos desde nuestros celulares?

Hoy, el reto del sistema educativo no es solo actualizar contenidos. Es restaurar la sensibilidad moral y ética de una generación que aprendió a rendir exámenes, pero no a defender derechos humanos. Que aprendió a obedecer, pero no a cuestionar. Que aprendió historia, pero no a cuidarla.

A los y las docentes: no somos transmisores de información. Somos guardianes de lo esencial. Hoy no basta con enseñar: hay que encender. Porque el aula que calla, valida el mundo que reprime.

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