Desde hace al menos una década sabemos que el avance tecnológico ha transformado los mercados laborales a nivel global. Pero hoy no es la única fuerza en juego. El más reciente informe del Foro Económico Mundial, El futuro del trabajo 2025, destaca cómo se suman nuevas disrupciones: aumento del costo de vida, conflictos geopolíticos y la crisis climática, todo mientras persisten la automatización y la brecha de habilidades.
Ni los empleadores pueden garantizar estabilidad laboral total, ni las personas deben asumirla como un hecho. Por eso, cada vez es más urgente que todos tengamos un plan personal para desarrollar habilidades clave que nos permitan adaptarnos con agilidad. Una de esas habilidades es la capacidad de emprender.
Emprender no es solo crear un negocio. Es saber detectar una oportunidad en el mercado, crear una solución útil y aprender a gestionarla de forma eficiente. Esa capacidad debería formar parte de cualquier plan de formación personal. En tiempos de incertidumbre, saber cómo manejar un negocio —aunque sea pequeño o secundario— es una gran herramienta.
Hay cuatro claves que toda persona debería conocer.
Lo primero, identificar una necesidad real de un grupo de personas. A eso se le suma un talento personal: una habilidad, conocimiento o experiencia que permita construir una solución. No hay negocio sin problema por resolver ni sin una capacidad real para hacerlo. Y ese talento hay que cultivarlo constantemente.
Segundo, los negocios exitosos se basan en una sola cosa: la excelente experiencia de los clientes al utilizar el producto o servicio. Así sean tres clientes o miles de millones de ellos, la receta es la misma. Para desarrollar productos o servicios que impresionen, generen fidelidad de consumo y aseguren beneficios al negocio, es necesario diseñar el mejor modelo para operar las actividades que se requieran. Hacer más, con menos … receta milenaria.
El mejor modelo operativo para lograr la máxima experiencia del cliente siempre estará basado, además, en una óptima experiencia de los empleados, las personas involucradas en crear ese valor para el cliente. Una idea bastante obvia, pero escasa en la práctica. Para manejar bien un negocio hay otra regla de oro: de adentro para afuera.
Tercero, es crítico usar la tecnología como habilitador de las personas y los procesos del negocio. Hoy en día la tecnología es cosa de todos. Hay personas expertas y siempre va a ser importante asesorarse, pero todos podemos ser autodidactas —al menos de las cosas más esenciales— y las tecnologías y recursos actuales lo permiten.
Hubo tiempos donde contar con tecnología en un negocio ameritaba inversiones económicas que sólo muy pocos podían hacer. Pero la competencia en las industrias tecnológicas nos beneficia como consumidores, pues contamos con soluciones cada vez más potentes y accesibles. La tarea es investigar, informarse.
Finalmente, el acceso al capital. Para el emprendedor sin capital propio, este puede percibirse como el reto más importante. Sin embargo, si se hace la tarea de identificar y entender bien una oportunidad de mercado, con la disciplina de desarrollar las capacidades necesarias, un modelo operativo estudiado y perfeccionado, con la gente y la tecnología correctas, encontrar los recursos de financiamiento necesarios para que una idea pueda desarrollarse y crecer, hoy es menos difícil. En la economía digital, el dinero sigue al talento y existen, cada vez más, intermediarios financieros con interés de apoyar el crecimiento de buenos proyectos.
Nada de esto significa que emprender o administrar un negocio sea fácil. Sin embargo, más allá del nivel de éxito que el emprendimiento en sí mismo tenga, las destrezas y aprendizajes que se adquieren nos hacen más fuertes y resilientes, más enfocados y empáticos. Todos deberíamos intentar tener, además de un buen trabajo, un side business, como apuesta productiva, pero sobre todo como ejercicio de desarrollo personal. No son pocas las historias donde, a partir de una pequeña idea, compromiso y consistencia, grandes sueños se hicieron realidad.
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