Según el relato bíblico Dios creó al mundo en seis días; pero, podría desaparecer en una hora y doce minutos. Tan solo 72 minutos serían suficientes para que todo lo que conocemos en la faz de la tierra quedara reducido a polvo, oscuridad, desolación y muerte. Al menos es lo que plantea el libro Guerra nuclear: un escenario, escrito por Annie Jacobsen.

Hace apenas un par de años, la aclamada película Oppenheimer de Christopher Nolan, basada en el libro Prometeo Americano, escrito por Kai Bird y Martin J. Sherwin durante un período de veinticinco años, nos resumía de forma brillante los principales elementos que propiciaron la investigación, desarrollo y uso de las primeras bombas atómicas en el mundo. Retrata un camino complejo, plagado de acalorados debates científicos, éticos y morales al respecto. Incluso, plantea la incertidumbre inicial que se tenía sobre si la fisión nuclear una vez iniciada de verdad se mantendría controlada, sin dar lugar una reacción en cadena que incendiaria la atmósfera y acabara con toda la humanidad.

Desde la invención de la bomba atómica en la década de 1940, el mundo ha estado bajo una perenne amenaza de destrucción total. Muchos países han invertido miles de millones de dólares en desarrollar armas nucleares propias: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, Corea del Norte, Pakistán, India e Israel. Hoy, estas naciones tienen cientos de misiles con ojivas, listos para ser lanzados al instante a discreción de una sola persona: su presidente.

Precisamente, como si se tratara de un estremecedor bloque de armar o un aterrador díptico, Guerra nuclear: un escenario, se complementa con Oppenheiner al plantear un escalofriante paso a paso; una posible cronología de lo que sucedería si, por alguna razón, empezara hoy mismo un enfrentamiento entre potencias con arsenal atómico.

Minuto a minuto, en una narración trepidante, minuciosa y cargada de datos técnicos, la autora relata el accionar de diferentes actores en Estados Unidos a partir de la confirmación de un ataque atómico. Describe el funcionamiento de los satélites y los radares en tierra para la detección temprana del lanzamiento y el rastreo de la trayectoria hacia el objetivo definido; así como el movimiento y la coordinación entre los diferentes centros federales de defensa, el Pentágono, y la cadena de mando en el gobierno central. Cuenta cómo funcionan los escudos antimisiles, las comunicaciones y la relación entre el ejército, la marina y la fuerza aérea.

Narra el procedimiento que en estos casos debería seguirse, con diferentes matices en función de lo que podría suceder. Gracias a una investigación exhaustiva que incluyó el estudio de documentos desclasificados o filtrados a través de los años, así como docenas de entrevistas a exagentes, militares y civiles expertos, logra un relato que deja sin aliento y que es imposible de soltar hasta terminarlo.

Ante un ataque nuclear, el protocolo dicta que se debe responder la hostilidad con total contundencia. Esta réplica, sin duda, desatará una escalada de violencia sin control, arrasando a su paso poblaciones enteras de civiles inocentes, ajenos por completo al problema. Se trata de matar o morir.

En pleno 2025, resulta impactante saber que la amenaza nuclear está más vigente que nunca. Que el arte y todas las manifestaciones de belleza: literatura, danza, música, arquitectura; los avances en ciencia, tecnología y medicina; que todos los bosques y océanos puedan desaparecer tan fácilmente.  Para un costarricense, es muy difícil dimensionar todo lo que conlleva esta condición.

Ciertamente, nuestro país no es ni por asomo, un potencial objetivo para uno de estos ataques. En el concierto de las naciones no tenemos poder político, económico o nuclear que pudiera considerarse una amenaza. De cualquier manera, ante una condición como la planteada, el impacto sería indirecto pero catastrófico e irreversible. Nunca estaremos preparados para algo así.

¿Qué sentido tiene, entonces, pensar en este tema? Tal vez, es por la misma razón por la que, de cuando en cuando, pensamos en la muerte: para reflexionar sobre nuestra fragilidad, el verdadero sentido de la existencia; para valorar lo que sí es importante y para luchar por mejores condiciones de justicia y bienestar para todos.

Dice el Génesis que, a partir del caos y la oscuridad, Dios creó al mundo y todo cuanto hay en él hasta llegar al hombre como su obra cumbre. Frente a una guerra nuclear en pleno 2025, el escenario sería al revés: el hombre podría tornar la creación en caos y oscuridad en cuestión de instantes.

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