Si cada hora viene con su muerte

si el tiempo es una cueva de ladrones

los aires ya no son los buenos aires

la vida nada más que un blanco móvil

 usted preguntará porqué cantamos

cantamos porque el grito no es bastante

y no es bastante el llanto ni la bronca

cantamos porque creemos en la gente

y porque venceremos la derrota

Mario B.

La última noche de febrero del corriente se nos adelantó en la espera de la resurrección el hijo, hermano, tío y amigo M.M. Rafael Ángel Saborío Bejarano.

Tan repentina fue su partida que los deudos nos consolamos imaginando que sucedió rápidamente mientras dormía, porque está escrito: “Las almas de los justos están en las manos de Jah’ no los alcanzará ningún tormento. Los necios pensaban que los justos habían muerto, que su salida de este mundo es una derrota y su salida de entre nosotros la completa destrucción. Pero los justos están en paz.” (Cf. Sab 3, 1-3)

Una tarde a principios de marzo hace un cuarto de siglo me presenté a la UCR para mi primer curso en el Alma Máter, que era precisamente con Rafael. Él llegó media hora tarde, y yo abandoné la U hasta catorce años después, con dos o tres cartones bajo el brazo y un ligero estrés postraumático. Durante unos diez años de vida universitaria él continuó siendo mi profesor.

Rafael Saborío pertenecía a una especie distinguida de docentes que alcanza la honorable categoría de “vaca sagrada”, catedráticos con títulos de posgrado y especializaciones en el extranjero que trabajan por décadas y son reconocidos en los confines de la galaxia universitaria. No todos son buenas personas, pero la mayoría suelen ser bondadosos (excepto al momento de los exámenes) como lo era Rafael.

Pocas veces se enojaba, mas cuando desencadenaba su ira era tan terrible como un hombre de dos metros erguido amenazando con voz de trombón (en los años de conocernos, solamente se le vio enojado realmente tres o cuatro veces, un par de las cuales fueron contra mí).

Pero existe una raza dentro de la UCR que Rafael detestaba con apasionado odio: la casta de burócratas administrativos inútiles, que en los años que pasé en la U se multiplicaron por dos o tres, mientras que los puestos para docentes e investigadores se mantienen prácticamente igual.

Todos lo que pasamos por la U pública reconocemos a esa secretaria malencarada, ese guarda de seguridad irrespetuoso, ese chofer de mal humor, al hombre de mantenimiento que nunca hace nada y cuando lo hace lo hace de mala gana. Muchos en esta estirpe ostentan los beneficios de semoviente sacro que antaño estaban reservados para los catedráticos que habían estudiado durante lustros.

También está el discreto caso de la amiga de una amiga, que añoraba un puesto especializado, y oteó atenta la oportunidad de concursar por dicha posición. Tristemente, otra persona amaneció un lunes cualquiera ejecutando dicho empleo, sin que nadie pudiese explicar por qué se había contratado a esa señorita. La amiga emprendiendo acciones civiles y judiciales, dentro y fuera de la UCR, para averiguar sobre el concurso para la mencionada vacante. Pero antes que entregar la información pública, los administradores de dicho despacho mejor contrataron también a la amiga de mi amiga en el mismo puesto para evitar el escándalo. Así, el Departamento de Divulgación Artística del Laboratorio de Urbanismo Nómada de la Vicerrectoría de Ejecución de Presupuesto, terminó con dos muchachas haciendo el trabajo de una, sin que nadie haya visto jamás documentos que respalden dichas contrataciones. (El nombre de la oficina es falso, pero los salarios cargados de beneficios que todos financiamos con nuestros impuestos son muy reales).

El tema de las contrataciones opacas en la U era particularmente insultante para Rafael, quien solicitó durante años presupuesto para contratar un estudiante avanzado que fungiese como asistente en la institución que él dirigía. Creo que se pensionó esperando la respuesta sobre dicho presupuesto.

Estos eventos solían ser solamente chismes dentro del cerradísimo mundo de las oficinas universitarias. Hasta que explotan en la prensa nacional escándalos humillantes para los que amamos a la universidad, como que el nuevo y flamante rector solicitó presupuesto para aumentarle el salario a veintidós cargos de confianza; no de docentes, no de investigadores, no de técnicos especializados, sino de puros burócratas y cortesanos que ya ganan arriba de tres o cuatro millones al mes.

O la hija del anterior rector, que cuando todos nos despertamos, ella ya estaba ahí con un puesto de directora de una institución crucial dentro de la U. El hecho de que ella no sea graduada en la profesión atinente a la institución que coordina, que tenga cero publicaciones académicas, y que el concurso para participar en la posición de servicio público que ella devenga no aparece en ningún lado; ya todo eso fue desestimado por los juzgados, y la hija del rector sigue ahí.

Tan apetecidos son estos empleos que garantizan el tratamiento de becerro de oro de por vida, que el diputado Bojorges fue capturado por el OIJ aparentemente traficando influencias a cambio de un puesto de burócrata dentro de la UTN Alajuela para una asambleísta del PUSC.

Lo único que parecía estar mejor en las universidades son esos imponentes edificios nuevos, con perfil de mall en zona franca. Cajita blanca para Pacheco. Algo parecía oler mal en esos edificios, y no era su aroma antiséptico de hospital. Dichos mamotretos brutales, fueron construidos bajo aparentes prácticas de corrupción.

Para añadir un insulto a la herida, el nuevo edificio de Artes Musicales es uno de los más cuestionados. Primero por la chambonada arquitectónica de alguien que no se dio cuenta que estaba ocultando una obra de arte gigante e histórica (la UCR fue condenada a pagarle una millonada al artista ofendido). Y segundo porque dice Ernesto Rodríguez (director de dicha unidad académica, discípulo de Rafael Saborío, y mejor tenor de Costa Rica), que la acústica de la estructura es inadecuada. Osea, el edificio nuevo y caro de música, que todavía no hemos empezado a pagar ni los intereses, suena mal.

Entonces, este obituario no es para vos, Rafael. Ni siquiera te gustaba mi forma de escribir. El verdadero réquiem por tu vida son años de docencia, incontables horas no pagadas de investigación, más de mil obras de acción social que llevaron el verdadero orgullo de la UCR a los lugares más alejados, cientos de amistades cosechadas, más o menos una decena de matrimonios surgidos entre tus estudiantes.

Este obituario es por aquella universidad de antes, donde el catedrático mandaba y el burócrata obedecía, no obstaculizaba. Esto es una lamentación por esa universidad que exige furibunda más financiación, pero sigue sin resolver problemas de décadas como el alcance de las becas, el porcentaje de docentes interinos, el nepotismo descarado en las contrataciones, el famélico y menguante presupuesto para tecnología, arte, deporte y publicaciones. Esta es una elegía por la UCR de antes que generaba orgullo y honor, no recelos y dudas en su lerdo proceder. Esto es un canto fúnebre por la U pública que muestra pocas señales de avance, salvo en los salarios y pensiones de los vacunos numinosos de las altas esferas administrativas.

Descanse en paz, por un muy, muy, muy breve tiempo, amigo y maestro Rafael. Porque nos volveremos a ver pronto. Y porque cuando Él vuelva, y se levanten de las cenizas los muertos, y nos encontremos con el primero de nosotros Lázaro, en la ciudad celeste de Jerusalén (Cf. Jn 5,28), los únicos que seguirán trabajando serán los músicos, porque tendrán que dirigir perpetuamente el coro de alabanzas celestiales.

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