¿Qué significa extinción? Hacer que (algo) se acabe o deje de existir por completo.

Si hablamos desde la biología, una extinción ocurre cuando una especie desaparece para siempre, y una extinción masiva sucede cuando un número significativo de especies desaparecen en una amplia zona geográfica en un corto período geológico.

Según los datos globales, en los últimos años, las especies se extinguen entre 100 y 1,000 veces más rápido de lo que lo habrían hecho sin la influencia antropogénica (del ser humano), y a ese ritmo, los científicos calculan que el 50% de todas las especies vivas de la Tierra, bacterias, hongos, plantas, mamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces e invertebrados, podrían extinguirse para el año 2100.

Lamentablemente, la mayoría de las personas ignora que nuestro planeta ha entrado ya en el sexto período de extinción masiva, el primero con los humanos presentes sobre la Tierra. Han habido ya cinco eventos de extinción masiva: el último ocurrió hace 65.5 millones de años y acabó con la existencia de los dinosaurios.

Estamos frente a una verdadera catástrofe, porque con el 50% de la vida extinta, el otro 50% presentará patrones y desequilibrios peligrosos, a todas luces incompatibles con la existencia de los seres humanos.

Ahora, si hablamos desde la realidad nacional, desde hace un par de décadas especialmente, hemos visto en Costa Rica fuertes amenazas de extinción de importantes especies endémicas, solo para mencionar algunas:  el interés en el bienestar común, la solidaridad, la visión de largo plazo y la defensa de la verdad y la transparencia.

Sin embargo, ha sido en los últimos tres años, un tiempo geológico ridículo y un tiempo político récord, que hemos evidenciado en este pequeño territorio, no solo el mayor debilitamiento de las ya amenazadas especies sino que se otorgó licencia de caza contra muchas otras: la confianza en las instituciones, la división de poderes, el respeto a la libertad de prensa y la paz social.   Estamos frente al mayor peligro de extinción masiva de los valores democráticos que ha sufrido el país desde la fundación de la Segunda República.

Lamentablemente, muchas personas ignoran las gravísimas consecuencias de entregar su próximo voto a un proyecto político destructor del entorno democrático a cambio de una promesa vacía de combatir por la fuerza, el insulto y la vulgaridad lo que solo puede repararse con inteligencia, diálogos, acuerdos nacionales y generosidad.

Estamos frente a una verdadera catástrofe, porque sin un país cohesionado, educado, sano y conectado con el tesoro de su entorno natural, no podremos hacer frente a los problemas reales de un mundo en crisis, polarizado, violento, en manos de líderes sin alma que nos dirigen a un futuro muy poco prometedor; especialmente difícil será para los y las jóvenes.

¿Y qué hacer?  Regenerarlo todo. Restaurar el tejido social, participar en los procesos democráticos del barrio, la escuela o la muni; cuestionarlo todo, verificar las fuentes, leer más, hablar más con los vecinos, no reproducir discursos de odio, respetar a quien piensa diferente, reconocer cuando nos equivocamos y pedir cuentas a quienes gobiernan para que solucionen problemas reales en lugar de hacernos perder el tiempo creando problemas imaginarios para ocultar su ineptitud.

Cuando algo se extingue, es para siempre. Las próximas elecciones serán nuestra única oportunidad de evitar la extinción de la democracia y que el maravilloso país que conocemos quede solo en documentales y libros de historia.

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