Hace unas semanas tuve la oportunidad de conocer algunos países de Europa ¡vaya emoción! Desde que se aborda el avión se sabe que el vuelo tiene algo diferente, con una gran expectativa, y por la enorme cantidad de horas de viaje que se tienen por delante.

Al aterrizar en el famoso aeropuerto de Barajas en Madrid, se ve la grandiosidad de la terminal aérea, la educación de sus funcionarios y usuarios, y ni hablar del sistema de metro subterráneo interconectado con el resto de sus terminales, que lo llevan a diferentes puntos de la capital española.

Es impresionante el orden, la limpieza, la cultura de sus habitantes y el sistema tan sofisticado de movilización urbana que tiene el país europeo.

Sería imperdonable no hablar de la apropiación de los madrileños de sus espacios públicos, es un verdadero ejemplo de desarrollo y bienestar social, del cual la población inequívocamente disfruta y se siente orgullosa de tal logro colectivo.

En uno de los tantos días que habíamos organizado el itinerario de viaje, acordamos visitar rápidamente Lugano (cuidad suiza fronteriza con Italia). La sorpresa es que uno de los trabajadores del tren que me vendió los tiquetes hablaba un perfecto español y más sorprendente fue cuando por casualidad, abordó el mismo vagón que íbamos de vuelta y se sentó a mi lado.

Su nombre: don Stefano. Un suizo orgulloso de su país (y como no estarlo) quien entabló conmigo una amigable y respetuosa plática.

Entre sus discursos me cuestionaba porque América latina no cuenta con buenos índices socioeconómicos, medios de transporte óptimos enfocados en movilidad social, espacios públicos para el esparcimiento familiar y realmente me puso a reflexionar. Creo que la respuesta está en no solamente en los gobiernos de turno y su interés por lograr que esto exista, sino también en nuestro paradigma social. Nos hemos acostumbrado al uso del vehículo particular sin imaginar el enorme impacto positivo que tendría un transporte público de primer mundo eficiente, con terminales ordenadas, limpias e interconectadas, que movilicen a los ciudadanos en menor tiempo, aumentando la calidad de vida y por ende, un mejor aprovechamiento del tiempo.

La seguridad, paz y confianza de los transeúntes por las plazas, bulevares, aceras anchas y espaciosas hacen que sea un verdadero gusto para el peatón, compartir con la familia, amigos o pareja y es donde yo me cuestiono y digo ¿Por qué en mi amada Costa Rica no existe algo así?

No podría asegurar si esto nunca podrá existir en mi país, pero lo que sí puedo aseverar es que nosotros como ciudadanos responsables y ávidos de conocimiento, junto con la buena voluntad de hacer las cosas correctamente, podríamos luchar desde nuestras propias comunidades para un correcto manejo de los desechos, aumentar la seguridad, devolver los espacios públicos a la ciudadanía y crear nuevos con planificación y sentido de pertenencia.

Además, solicitemos a nuestros gobernantes propuestas reales y serias de transporte público que ordenen y agilicen nuestro movimiento urbano, y desde luego que nuestro bienestar como ciudadanos aumente de nivel, alcanzando mayores logros personales y familiares, fortaleciendo la salud integral, en fin, que interrelacionemos todo lo positivo a nuestros entornos sociales y culturales.

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