Era una crónica de muerte anunciada, era el presagio más oscuro y atinado; el país eligiendo como figura de poder a un presidente acusado por acoso sexual, chovinista y lleno de discursos de odio para repartirle a quien se le oponga. Esto lo estuve comentado hace 3 años con un pequeño grupo de amigas activistas, mujeres de lucha que son realmente sensibles a las situaciones vulnerables que se producen a causa de distintas violencias.
A raíz de todo este circo mal montado vemos hoy aún las inesperadas consecuencias de actos bestiales en la manera de reproducir el odio hacia mujeres, hombres, infancias y hacia los violentos mismos.
Estamos viendo una ola enorme de violencia contra las mujeres que arremete por medio de mutilaciones, cuerpos quemados, disparos, un doble crimen sadista donde se asesina a una madre en periodo de gestación, arrebatos injustos de vidas y decenas de desaparecidas.
Entre tanto, la ministra de la Condición de la Mujer desvía la atención de su irresponsabilidad y despreocupación mediante frases como: “soy víctima de violencia política típica del patriacado por parte de las feministas”, “no tienen propuestas claras ni contundentes”, “no pienso renunciar mientras tenga el apoyo de la mayoría de los costarricenses”.
Yo respondo ante eso:
Señora ministra, no somos las feministas quienes ejercemos violencia política contra su persona: usted es la violencia política hacia las mujeres hecha persona.
No somos las mujeres feministas serviles del patriarcado: luchamos por romper vínculos inculcados del sistema patriarcal y machista del cual usted es servil guardando lealtad a una jefatura que ejerce violencia machista con su privilegio de poder.
Las distintas agrupaciones de mujeres del país estamos haciéndole la labor buscando desde hace decenas de años formas para erradicar la violencia contra las mujeres y brindándonos apoyo y seguridad incondicional día tras día.
El deseo de que renuncie va más allá de un deseo basado en un sentimiento cómo tal, sino surge de una necesidad al no poder cegarnos ante el cambio abismal de su ministerio en una institución tan valiosa como el Inamu, de lo que hoy vemos un antes y después que deprime, ya que no es tan siquiera un espacio seguro para las mujeres que laboran allí.
Y para que no se culpe a la formación académica de muchas mujeres feministas quienes usted señala como enemigas, lo que acá expreso viene de mi razonamiento como una simple mujer, madre de familia, trabajadora y sindicalista, sin títulos de por medio que le puedan a usted incomodar.
Tuve mi propia experiencia de lograr superar una situación de violencia por parte de una expareja gracias al apoyo y capacitación que hace más de 4 años me brindó el Inamu y su grupo de mujeres profesionales quienes abordaron mi situación de forma sorora y comprometida.
No dejaré ese recuerdo como nostalgia, sino que seguiré en lucha con todas las mujeres que deseamos recuperar y mejorar cada institución vinculada a la defensa de los derechos humanos y la vida de las mujeres de este país.
Usted cada noche se acuesta a dormir tranquila gracias a sus privilegios, nosotras nos desvelamos atendiendo llamadas de llanto por madres que buscan desesperadas a sus hijas o que saben que no las verán nunca más.
¡Hágase cargo señora ministra! O mejor aún: renuncie.
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