En 1935, Sinclair Lewis publicó la novela Eso no puede pasar aquí (It Can’t Happen Here), una sátira en la que un fascista llega a la presidencia de Estados Unidos.

En 1993, Octavia Butler publicó La parábola del sembrador (The Parable of the Sower), otra novela distópica en la que, en un mundo en camino al colapso, llega a la presidencia Christopher Charles Morpeth Donner, un fundamentalista religioso cuyas políticas significan el descenso al caos social absoluto.

Entre sus propuestas encontramos: control corporativo sobre la vida de los empleados; eliminación de toda protección social, exacerbando las desigualdades; privatización de las instituciones públicas hasta el punto de que solo los ricos pueden acceder a la policía y los tribunales; políticas racistas y antimigratorias; y un llamado a la nostalgia por un pasado perdido. ¿Saben cuál era el lema de campaña de este distópico personaje ficticio? Make America Great Again.

En 2018, ante la llegada de Donald Trump a la presidencia, el prestigioso jurista estadounidense Cass Sunstein coordinó el libro ¿Puede pasar aquí? (Can It Happen Here?), en el que, jugando con el título de la novela de Sinclair Lewis, destacadas académicas analizaban las posibilidades de que Estados Unidos degenerara en un régimen autoritario. El pronóstico era reservado pero optimista.

En 1933, la primera ley propuesta y aprobada por el régimen nazi fue La Ley para el Restablecimiento del Servicio Civil Profesional. Su objetivo era excluir a todos los opositores políticos y a los judíos de las instituciones públicas, así como exigir lealtad de todos los funcionarios públicos al nuevo gobierno nazi.

Uno de los primeros decretos ejecutivos de Trump se titula Restableciendo la Responsabilidad en los Cargos de Influencia Política dentro de la Fuerza Laboral Federal. En este decreto se establece la posibilidad de despedir a los empleados públicos que no se alineen con las políticas del presidente. Aunque no se fijan criterios raciales o políticos explícitos, el objetivo es el mismo: obligar a los empleados públicos a someterse a todos los designios del presidente Trump, pues, de lo contrario, serán despedidos.

Lo más problemático de este decreto no son solo sus escalofriantes semejanzas con el régimen nazi, sino que implica una reversión del principio de legalidad, pieza central de todo Estado de Derecho.

De acuerdo con el principio de legalidad, toda persona funcionaria pública debe obedecer siempre la ley y la Constitución, lo que implica, a su vez, la prohibición de llevar a cabo cualquier política o acto contrario a ellas. Es decir, nadie está por encima de la ley, ni el presidente ni nadie.

Sin embargo, mediante este decreto de “restablecimiento”, Trump pretende lo opuesto: Ahora se debe obedecer toda disposición presidencial, independientemente de su apego a la ley o la Constitución, pues, de lo contrario, los funcionarios serán despedidos.

Exigir obediencia ciega y acrítica de los funcionarios públicos no es otra cosa que una reversión del orden constitucional por medios sutiles.

Así que, a la pregunta de Sunstein, habría que responder hoy, en 2025: ¡Sí, puede pasar, y está pasando ya en este momento! Estados Unidos está degenerando ante nuestros propios ojos en un régimen plenamente autoritario.

¿Y nosotros, vamos a permitir que algo así pase en Costa Rica?

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