En la investigación se monitorearon los movimientos de 30 pargos juveniles en el Área Marina de Manejo Bahía Santa Elena.
Un nuevo estudio realizado por investigadores del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad de Costa Rica (Cimar-UCR) y la Universidad de Windsor en Canadá, reveló cómo viven los pargos dentro del Área Marina de Manejo Bahía Santa Elena en el Pacífico Norte de Costa Rica.
En el documento, publicado el 16 de enero en la revista especializada Marine Ecology Progress Series, se explica que se monitorearon los movimientos de 30 pargos juveniles de las especies Lutjanus colorado y Lutjanus novemfasciatus durante dos años. Este seguimiento se dio a través una red innovadora de 28 receptores acústicos que grabaron la presencia de los peces.
En el trabajo descubrieron que estos animales permanecen hasta dos años en la bahía mientras crecen. Luego, se mueven gradualmente fuera de ese sector, en donde pueden ser aprovechados por los pescadores locales.
En detalle
Los resultados mostraron que, en los períodos que permanecen en la bahía, los pargos utilizan principalmente las zonas de manglar y arrecifales en diferentes etapas de su desarrollo.
Posteriormente, conforme estos alcanzan un tamaño más grande, se van moviendo a los ambientes más externos de la bahía. Además, se observó que los peces cambian su comportamiento durante las épocas seca y lluviosa.
De acuerdo con la investigadora principal del estudio, Lucía Vargas, la investigación demuestra la importancia que tiene el Área Marina como zona de crianza, alimentación y crecimiento para especies de alto valor económico como los pargos.
Además, Vargas resaltó la necesidad de utilizar técnicas de monitoreo remoto submarino como la telemetría acústica. Esta permite generar información del movimiento de múltiples individuos y especies de forma simultánea por periodos extensos.
El establecimiento de redes de colaboración nacional e internacional que integren el uso de la telemetría acústica para el monitoreo de especies costeras de interés económico y especies amenazadas, podría no solo expandir nuestro conocimiento acerca de su ecología y comportamiento, sino también informar acerca de medidas de manejo espacial que promuevan una gestión más efectiva y el aprovechamiento sostenible de nuestros recursos pesqueros”.
Por su parte, Mario Espinoza, investigador del Cimar y coautor del estudio, reiteró la importancia de identificar y proteger sitios como Bahía Santa Elena, que promuevan la conectividad entre ambientes esenciales para la vida marina, como manglares y arrecifes.
Además, Espinoza hizo énfasis en la necesidad de combinar el conocimiento científico y el saber local en la gestión pesquera para garantizar la sostenibilidad a largo plazo del recurso marino.
El futuro de la investigación
Tras el estudio, tanto Vargas como Espinoza compartieron con este medio de comunicación que ahora surgen nuevas preguntas por responder. Por ejemplo: ¿hacia dónde emigran los pargos cuando crecen más y dónde se reproducen? ¿Por qué durante el afloramiento se mueven más y cubren una mayor área? ¿Cómo hacen especies tan similares entre sí para compartir recursos limitados?
El equipo planea continuar con el estudio de cómo estas especies comparten espacios dentro y fuera de la bahía, complementando los datos con otras técnicas de monitoreo y con el impulso de colaboraciones internacionales para expandir este tipo de investigaciones.
Ejemplificaron que a finales del 2024 se publicó una investigación liderada por la Universidad Nacional y la Universidad Autónoma de Baja California en Marine Biology basada en subset de los datos generados de la colaboración del estudio recién publicado.
Características de la Bahía
Bahía Santa Elena se ubica dentro del Golfo Santa Elena y es administrada por el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac). Es una zona altamente influenciada por los vientos alisios durante la época seca. El empuje de estos intensos vientos genera un fenómeno natural llamado afloramiento costero, que provoca que los vientos empujen el agua caliente en la superficie del mar lejos de la costa, abriendo espacio para que surjan aguas frías y ricas en nutrientes del fondo.
Estos cambios, alteran la dinámica ecológica y las interacciones entre especies. Este fenómeno climático genera cambios en Bahía Santa Elena y las aguas aledañas, lo que en combinación son su variedad de hábitats, y con el bajo impacto pesquero, la convierten en un laboratorio natural para el estudio de la vida marina en respuesta a variables ambientales, compartieron los científicos.