Durante las últimas semanas se han exhibido en los cines del mundo dos películas hollywoodenses que comparten algunas ideas e intereses. Se trata de los largometrajes Megalópolis y Gladiador II, dirigidos por Francis Ford Coppola y Ridley Scott, respectivamente, en los que el circo romano se convierte en un mecanismo que permite explorar las relaciones entre violencia y espectáculo. Además, sugieren la figura del emperador y filósofo Marco Aurelio como la de un faro esclarecedor, ubicado a la distancia, en días de confusión y gran estridencia.

Las Meditaciones de Marco Aurelio han atravesado los siglos y han llegado hasta nosotros gracias a los pensamientos claros y a la escritura concisa del filósofo, que aborda tópicos como la condición humana, la creación del universo, el gobierno, la ciudadanía, la moralidad y la permanencia de nuestros actos en el tiempo. Probablemente algunos cinéfilos reconocerán en la obra de Marco Aurelio la frase que pronuncia el protagonista de la película Gladiador (2000), mientras avanza entre los soldados de su ejército:

El eco de lo que hacemos en la vida resuena en la eternidad.”

A pesar de haber sido escritas hace más de ocho siglos, entre los años 170 y 180 de nuestra era, la brevedad de las Meditaciones les permite atravesar la barrera impuesta por nuestro déficit atencional. Por otra parte, cuando sabemos que fueron escritos durante las noches tranquilas del campo de batalla, como contraparte de luchas interminables y atroces, estos aforismos arrojan una luz distinta sobre la figura de Marco Aurelio y despiertan en el lector contemporáneo una serie de preguntas de gran pertinencia.

¿Es posible gobernar con sabiduría en medio de un paisaje desolado por las crisis y las guerras? ¿Puede un gobierno favorecer a sus ciudadanos y orientarse a la vez por los caminos de la piedad y la justicia? ¿Cómo pensar el futuro cuando el presente se cae a pedazos? ¿Qué hacer frente a los retos que supone el cambio climático? ¿No es la violencia que exhiben muchos de nuestros gobernantes una forma grotesca de manifestar poder? ¿Por qué nos atraen los gobernantes violentos?

Exhibir, ocultar y olvidar

En un ensayo titulado Topología de la violencia (2016), el filósofo Byung-Chul Han señala que la lucha entre gladiadores se convirtió en espectáculo masivo en la Roma antigua, como una manifestación enfática del poder del emperador. “En este caso la violencia no se oculta. Se hace visible y se manifiesta. No tiene ningún tipo de pudor. No es muda ni se muestra medio desnuda, sino elocuente y sustancial. Tanto en las culturas arcaicas como entre los antiguos, la puesta en escena de la violencia es un elemento central y constitutivo de la comunicación social”, anota en su ensayo el filósofo surcoreano.

La exhibición impúdica de la violencia es un rasgo característico de muchos de nuestros gobernantes. Es incluso, a ojos de buena parte de la ciudadanía, una virtud. Esa exhibición admirada por tantos es también un reflejo de las violencias nuestras de cada día: las que ocurren en las salas de espera y en las oficinas, en los pasillos de nuestras escuelas, en medio del tráfico pesado y en la cotidianidad de nuestras familias. Violencias que se invisibilizan y se heredan de padres a hijos y de abuelos a nietos. Que se eternizan y se fortalecen de generación en generación.

Con excesiva frecuencia pensamos o queremos pensar que los violentos son los otros. Los migrantes y los desposeídos. Los deformes y los cortos de entendimiento. Que son aquellos que no se educaron suficientemente o que no lograron dejar atrás sus rabietas infantiles. Muy pocas veces saltamos desde esos supuestos otros hasta nosotros.

En la Divina comedia, el poema escrito por Dante Alighieri en el siglo XIV, el séptimo círculo del infierno está reservado a las almas de quienes se entregaron en vida a la malicia y la crueldad. Es decir, a los violentos. Ese círculo se divide en tres anillos que están dedicados a la violencia contra el prójimo, contra uno mismo, y contra Dios, el arte y la naturaleza. Existe una violencia contra el arte, en quienes se dedican a la censura y la quema de libros, por ejemplo, y una violencia contra la naturaleza. Lo sabían Marco Aurelio y Dante Alighieri. Nosotros lo hemos olvidado.

El largo aliento de las frases breves

En 1989 el cineasta Spike Lee dirigió un largometraje fresco y brutal sobre la vida cotidiana de uno de los barrios menos favorecidos de Brooklyn. El título de la película y el combustible que impulsa su exploración de las consecuencias del racismo es una frase de Marco Aurelio. Una frase tan lacónica como potente: “Haz lo correcto”.

En su ensayo La orilla celeste del agua (2021), el escritor mexicano Jordi Soler utiliza otra frase breve escrita por el emperador filósofo, “Talla tu máscara” como invitación para construir la persona que queremos ser. “Marco Aurelio, además de ser el emperador de Roma, tenía el proyecto de convertirse en un estoico y talló su máscara siguiendo los rigurosos preceptos de esa tribu filosófica. La máscara se talla según el proyecto de cada quien. Nadie sabe mejor que uno la máscara que debe tallar”, concluye Soler.

Otra frase de Marco Aurelio, “Concibe el mundo como un único ser viviente”, anticipa en dieciocho siglos el movimiento ecologista y nos alerta sobre la violencia que ejercemos a diario contra nuestros ecosistemas. Como filósofo estoico, Marco Aurelio propuso la contemplación de la naturaleza como el camino del autoconocimiento. “No existe forma de conocer lo humano sino a través de su relación con lo natural”, señaló en sus anotaciones. Es difícil encontrar un pensamiento más acorde con los retos que nos propone el cambio climático.

Las Meditaciones de Marco Aurelio representan los apuntes detallados de quien, en medio de una inmensa presión política, talló su máscara con paciencia y se convirtió en una mejor versión de sí mismo. La mejor posible. Son las notas del atento aprendiz y no las del maestro que dicta cátedra. Esto explica su curiosidad permanente y resulta notorio en frases de gran vigencia que, sin proponérselo, adoptan la forma de una guía para nuestros gobernantes contemporáneos. “Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad”, escribió en sus anotaciones.

Marco Aurelio desarrolló una disciplina que le permitió gobernar a partir de la introspección. Se trataba de hacer de la filosofía una herramienta para pensar mejor y vivir mejor la vida. De hilar notas íntimas que engendraran, a su vez, otras meditaciones. En la película Los que se quedan (2023), el profesor de un prestigioso colegio regala todas las Navidades ejemplares de las Meditaciones de Marco Aurelio. Si usted todavía no sabe qué regalar en estas fechas, imite a ese personaje y corra a la librería más cercana. Si ya sabe qué regalar a sus seres queridos, de todos modos, el consejo es el mismo.

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