El Premio Nobel de economía establecido por el Banco de Suecia y seleccionado por la Real Academia Sueca de Ciencias fue concedido este año a Daron Acemoğlu un estadounidense de origen turco de MIT, James A Robinson economista y politólogo británico de la Universidad de Chicago y Simón Johnson economista británico-estadounidense de MIT.
Los tres economistas vienen realizando muchos e innovadores trabajos empíricos y teóricos sobre el desarrollo de las instituciones y su impacto en el crecimiento económico, y sobre el desarrollo económico y su impacto en el diseño institucional. De esta manera analizan las diferencias en la prosperidad de las naciones.
La Real Academia Sueca de Ciencias señala que esas investigaciones han ayudado a contestar la pregunta de por qué los países pobres no copian directamente lo que los ricos han hecho y los alcanzan en poco tiempo.
La premiación indica que la respuesta de los premiados es que la riqueza se determina fundamentalmente por la evolución de sus instituciones políticas.
La Academia que selecciona a los galardonados indica:
En términos generales, sus contribuciones son dobles. Primero, Acemoğlu, Johnson y Robinson han logrado un progreso significativo en la tarea metodológicamente compleja y empíricamente difícil de evaluar cuantitativamente la importancia de las instituciones para la prosperidad. Segundo, su trabajo teórico también ha avanzado considerablemente el estudio de por qué y cuándo cambian las instituciones políticas. Por lo tanto, sus contribuciones implican respuestas sustantivas, así como nuevos métodos de análisis.”
El presidente del Comité del Premio Jakob Svensson indicó:
Reducir las enormes diferencias de ingresos entre los países es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. Los galardonados han demostrado la importancia de las instituciones sociales para lograrlo”.
En los últimos años en que ejercí mi cátedra en la UCR tuve el privilegio de poder usar trabajos de estos distinguidos académicos, especialmente en el curso de Economía Institucional.
Sus escritos académicos publicados en revistas científicas de economía tratan de utilizar información empírica histórica, y comparaciones entre naciones, para dar sustento a sus hipótesis en el campo de sus investigaciones, y a ellas hace referencia la premiación.
Los laureados son escogidos por ese trabajo original en los artículos en revistas científicas (el lector interesado puede ver la fundamentación en Scientific background to the Sveriges Riksbank Prize in Economic Sciences in Memory of Alfred Nobel 2024 (pdf) ), pero su obra se ha difundido mucho por el éxito de sus tres libros: Por qué Fracasan los Países: Los Orígenes del Poder, la Prosperidad y la Pobreza (Why Nations Fail:The Origins of Power, Prosperity, and Poverty, 2012) y El Corredor Estrecho: Estados, Sociedades y el Destino de la Libertad (The Narrow Corridor: States, societies, and the fate of liberty, 2019) de Acemoğlu y Robinson y Poder y Progreso: Nuestra Lucha de Mil Años por la Tecnología y la Prosperidad (Power and Progress: Our Thousand-Year Struggle Over Technology and Prosperity,2023) de Acemoglu y Johnson.
La tesis principal del primero de esos libros es que los países que progresan son los que desarrollan instituciones inclusivas, no las que establecen instituciones extractivas que permiten a un grupo explotar a los demás por el condicionamiento a las acciones y políticas económicas que surgen de las organizaciones, regulaciones formales e informales y los incentivos generados por ese diseño institucional.
El Corredor Estrecho enfatiza la necesidad de obtener un equilibrio entre el poder del estado y el poder de la sociedad para que se pueda dar y mantener una sociedad democrática.
Y el más reciente Poder y Progreso se centra en señalar como el marco institucional determina si el avance tecnológico se da en favor de la sociedad en general o si sus frutos son capturados por una élite.
Claro que estas poquísimas líneas para cada libro no pueden hacer justicia a esas obras. Cada descripción es solo un brochazo de un cuadro complejo y lleno de colores, luces y sombras que los autores desarrollan en esos libros, y que se originan en las investigaciones científicas de sus autores.
Las relaciones entre instituciones y crecimiento económico vienen desde Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill y se fortalecieron en la segunda mitad del siglo XX con aportes de laureados Nobel como Friedrich Hayek y Douglas North y el economista constitucionalista James Buchanan y el economista de escogimiento público Mancur Olson.
Los laureados Acemoğlu, Robinson y Johnston tratan de probar empíricamente la influencia de las instituciones en el crecimiento recurriendo a los cuasiexperimentos que se pueden deducir de los procesos de colonización y de sus resultados. En muchos casos lo hacen partiendo del supuesto de que si el ambiente es propicio a enfermedades los colonizadores serán pocos y las instituciones que se establecerán serán más extractivas en favor de la elite colonizadora. Si el clima es más propicio a la salud de los europeos se establecerán mas colonos y las instituciones serán más inclusivas.
Otro elemento con el que comparan las condiciones iniciales es la cantidad de pobladores nativos. Con mayor población local habrá más ganancia en explotarlos y además su defensa será más fuerte ante los invasores, causándoles mayores bajas. De ahí la teoría de la reversión de fortuna: lugares conquistados más desarrollados inicialmente crecerán menos y devendrán menos desarrollados.
Como usualmente ocurre este premio, a mi modo de ver más que justificado por la calidad del análisis histórico y de la evidencia empírica desarrollada por los premiados, ha recibido críticas.
Noah Smith, un PhD en economía que fue profesor universitario antes de convertirse 100% en bloguero, escribió contra la adjudicación de este Nobel principalmente en base a que algunos de los artículos científicos de los autores en la primera década de este siglo han recibido la crítica de que los premiados atribuyen al diseño institucional efectos que, total o parcialmente, pueden deberse a los cambios en los conocimientos tecnológicos y al aporte de capital humano y físico que se habían dado simultáneamente con el cambio institucional.
No es esta ocasión para dilucidar esa crítica.
Pero en mi opinión en nada demerita la premiación.
La economía no es solo referida a lo medible. Las bases más fundamentales de la microeconomía y de las teorías del equilibrio general se sustentan en simples posibilidades de ordenar preferencias, que no son medibles.
Los aportes que la economía viene dando a las ciencias sociales y a la investigación histórica no dependen solo de modelos mesurables.
Por supuesto que admiro el avance en muchísimos campos en las últimas décadas con el desarrollo y aplicación de más sofisticados modelos econométricos y mediante el ajuste de los parámetros de modelos empíricos de equilibrio.
Pero ¿hay razón alguna para limitar el otorgamiento del Nobel a trabajos de tal calidad en su verificación empírica que no estén sujetos a la posibilidad de que se pruebe posteriormente el impacto de otras causas?
Son también importantes los avances en la utilización del aparato deductivo que se ha desarrollado con el análisis económico. Incluso ese desarrollo ha colaborado con nuestro conocimiento en ciencias políticas, sociología e historia entre otros campos.
El aporte de estos tres economistas es de gran valor para dar respuesta a preguntas de gran calado y extraordinarias consecuencias.
De todas maneras, las conclusiones empíricas de la economía no significan que sus predicciones sean resultados inmutables. Dependen de las circunstancias.
Como para el caso de estos laureados lo comenta el macroeconomista profesor de la Universidad Harvard Jeffrey Frankel:
Ni un clima propicio a enfermedades ni una historia colonial de explotación impiden a un país emprender reformas sociales, políticas y económicas. Y tal vez aquí esté el mensaje más importante de la investigación premiada con el Nobel de este año: en cualquier lugar del mundo, los dirigentes tienen el poder de crear instituciones inclusivas capaces de sostener la prosperidad a largo plazo.”
Es nuestra posibilidad lograrlo para Costa Rica.
Por todo esto aplaudo la decisión de la Real Academia Sueca de Ciencias.
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