Previamente les hablé de Stutz, hoy lo abordaré de nuevo.


Si están disfrutando de un domingo tranquilo y tienen tiempo, les invito a leer el editorial de hoy. Si están ocupados, pueden saltárselo: hoy no abordaré temas directamente ligados a la política costarricense. Este texto es básicamente una lista de lecturas recomendadas para sobrellevar las noticias... y la vida.

Bien, aquí vamos.

Por la naturaleza de mi trabajo no leo obras de ficción. Primero, no me sobra tiempo. Segundo, necesito mantener mi salud mental equilibrada, así que prefiero usar mis minutos libres leyendo obras que abordan temas de inteligencia emocional, psicología, filosofía, etc.

Antes he mencionado, por ejemplo, como el trabajo de Viktor Frankl ha sido una de mis escuelas fundamentales. Recientemente (2020) se editaron y tradujeron al inglés tres conferencias suyas impartidas en 1946, poco después de ser liberado de los campos de concentración del régimen Nazi. El libro se llama Yes to Life: In Spite of Everything y tiene un prólogo de Daniel Goleman, cuyo famoso libro La Inteligencia Emocional es para mí una especie de biblia personal. Ambas obras les quedan muy recomendadas. 

El punto es que en ese viaje constante de “entender la vida” he aprendido muchísimo de mentes brillantes como las aludidas y otras tantas, incluyendo a Lori Gottlieb, Nicole LePera, Gabor Maté y hasta Eckhart Tolle. Sí, leo de todo y si encuentro valor, no discrimino: Los Cuatro Acuerdos de Don Miguel Ruiz me parece una obra de lectura obligatoria, por ejemplo.

Tengo clarísimo que la experiencia humana invita constantemente al desaliento. Cubrir las noticias diarias (y eso que en Delfino.CR evitamos los sucesos) puede ser un pasaporte directo a la angustia. Me apoyo entonces, como expliqué, en el conocimiento de personas iluminadas que ya transitaron por las avenidas más oscuras de la psique. Ya saben, aquello que dijo Isaac Newton de “pararse en los hombros de gigantes”. Ojo, no me den mucho crédito, me enteré de esa frase siendo adolescente gracias a un disco de Oasis.

Me acuerdo, cuando me arrugan los titulares, de un par de frases de dos tipos que no podrían tener menos en común Albert Camus y Fred Rogers. El primero, uno de los filósofos más influyentes del siglo XX; el segundo, un queridísimo personaje de la televisión infantil gringa.

Hay que imaginar a Sísifo feliz”, dijo Camus, cuando trató de dar con la respuesta que podemos darle al “absurdo” de la existencia. Vamos pues: darle nuestro propio sentido, (que no necesariamente es lo mismo que “encontrarlo”). Suena sencillo pero es una tarea titánica y solitaria, si bien muy gratificante pues puede resultar clave a la hora de no perder el equilibrio frente a los desafíos de la vida.

En Creation Myths, Marie-Louise von Franz, hace un profundo análisis de los mitos de creación desde una perspectiva junguiana. Ese claramente es gigante de otro cuento, pero a los efectos (la frase de Camus), me gustaría rescatar un extracto del libro que dice mas o menos esto:

Uno de los estudiantes de Jung le preguntó: “Ahora tengo setenta años y tú tienes ochenta. ¿No me dirías cuáles son tus pensamientos sobre la vida después de la muerte?” La respuesta de Jung fue: “No te servirá de ayuda cuando estés en tu lecho de muerte recordar ‘Jung dijo esto o aquello’. Debes tener tus propias ideas al respecto. Debes tener tu propio mito. Tener tu propio mito significa haber sufrido y luchado con una pregunta hasta que una respuesta ha surgido de las profundidades de tu alma. Esto no implica que sea la verdad definitiva, sino que esta verdad que ha surgido es relevante para uno mismo en este momento, y creer en esta verdad ayuda a sentirse bien”.

Acaban de leer un mega-resumen de la perspectiva junguiana sobre la importancia de encontrar nuestras propias respuestas y desarrollar una perspectiva personal sobre temas trascendentales (como la muerte) a través de la exploración personal y profunda de todas esas preguntas que nos inquietan. Estamos claros en que es un ejercicio que la mayoría de la gente se resiste a hacer (es mucho más reconfortante lanzar un par de improperios al Saprissa por ganarle otra vez a la Liga) pero yo lo considero clave si uno quiere imaginar a Sísifo feliz. 

Encontrar nuestro propio “mito” o narrativa personal, nos libra de depender de respuestas externas para cuestiones profundamente existenciales que nos atribulan a todos. Por eso, para mí, Camus es un referente. Pero también Mr. Rodgers, quien no nos obliga a profundos ejercicios existenciales para encontrarle la comba al palo.

En una entrevista, ya mayor, aludió a una enseñanza de su madre que también se le atribuye en la siguiente frase: “Cuando era niño y veía cosas aterradoras en las noticias, mi madre me decía: 'Busca a los que ayudan. Siempre encontrarás personas que están ayudando”.

Así que eso hago cuando las noticias (o la vida) alimentan el desaliento: Me imagino a Sísifo feliz y... busco a los que ayudan.

La DANA

Las imágenes que recibimos desde Valencia esta semana generaron conmoción y angustia. Podríamos tener todo un debate ético en torno a por qué reaccionamos con más fuerza ante esas noticias que ante las que provienen de Sudán, pero ese es tema da para otro editorial.

Lo cierto es que las tomas nos sacudieron y nos llenaron de preguntas, muchas de ellas todavía sin respuesta. La más evidente es: ¿cómo pudo suceder esto? El fenómeno metereológico de la DANA como tal es fácil de explicar, el tema está en entender por qué la respuesta de las autoridades no estuvo a la altura de las circunstancias.

5 días después no existe si quiera un número oficial de desaparecidos así que es demasiado pronto para establecer una cadena de responsabilidades cierta y precisa. Además, son tantos los factores y elementos a tomar en cuenta que contestar esa pregunta con propiedad daría espacio a una tesis.

Sin embargo, algunos hechos ya son incuestionables. Hugo Morán Fernández, secretario de Estado de Medio Ambiente de España, ha dicho que los mecanismos de prevención y análisis sí funcionaron y no miente, pues la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) había venido emitiendo alertas, actualizaciones y recomendaciones desde el miércoles 23 de octubre.

Claramente esos anuncios no fueron suficiente. El propio Morán acepta que la respuesta de las autoridades ante la gravedad de la situación fue tardía: “los mecanismos de respuesta han sido los que no han incorporado adecuadamente los mensajes de alerta”.

Nótese que el martes 29  de octubre (día de la desgracia) a las 7:30 de la mañana la propia Aemet emitió una alerta roja. Es decir, existió tiempo suficiente para movilizar a la población y disminuir significativamente la pérdida de vidas humanas, pero eso no llegó a suceder.

En horas de la mañana la situación ya pintaba mal, pero en un mensaje emitido a la población a la 1:00 p.m. el presidente de la Generalidad Valenciana, Carlos Mazón, lejos de solicitar medidas de prevención extremas dio a entender que la tormenta se estaba desplazando y que esperaban que a las 5:00 de la tarde la situación mejorara. Claramente ese no fue el caso.

Pasadas las 7 de la noche (cuando ya el agua estaba al cuello) se emitieron alertas generales y hasta las 8 de la noche se recurrió al famoso mensaje masivo a todos los teléfonos móviles... para esa hora la catástrofe ya era inevitable.

Ojo, estamos hablando de la reacción en el propio día de la tragedia, pero está claro que la respuesta de las autoridades desde el miércoles también ha dejado mucho que desear. Esto ha levantado muchísimas críticas pues detrás de esa inacción hay mucho de conflicto político, rollo que en situaciones así no debería tener peso alguno.

Entonces, ¿qué podemos aprender?

Mucho.

Aquí es donde cito a Phil Stutz, cuyo documental recomiendo ver en Netflix. Uno de los conceptos que Stutz plantea es que la vida es un proceso continuo de trabajo, desafío y aprendizaje, y que no importa lo que hagamos nunca llegaremos a un “estado perfecto” en el que todos los problemas desaparecen. Desde su enfoque, hay tres constantes inevitables en la vida:

  1. Dolor,
  2. Incertidumbre, y
  3. Trabajo constante.

Ninguno de nosotros puede escapar de estas constantes. Entenderlo es fundamental para encontrar paz y bienestar (por paradójico que suene): siempre tendremos algo en qué trabajar y algo que aprender. Entender y aceptar esto permite un mejor manejo de las emociones y ayuda a evitar la frustración de vivir buscando un ideal de perfección o felicidad inalcanzable. Como resultado somos más asertivos y depuramos nuestra capacidad de tomar decisiones con cabeza fría, priorizando los mejores resultados posibles en situaciones inevitablemente dolorosas.

Nótese que subrayé “aprender”. Los adultos tienden a ver con desprecio esa palabra (limitándola a edades menores) y suelen refugiarse en el “yo soy así”. Grueso error. Stutz pone especial énfasis (usando ejemplos durísimos) en explicar cómo incluso las experiencias más dolorosas de la vida pueden ofrecer una oportunidad para el aprendizaje y el crecimiento. Vuelvo aquí a aludir al famoso grabado que Francisco de Goya dibujó a las puertas de la muerte: “Aún aprendo”.

Evidentemente Stutz habla de situaciones personales, pero sus enseñanzas, me parece, aplican a la emergencia en España. A ver, para Stutz la clave está en no huir de estas experiencias, sino en preguntarse: ¿Qué puedo aprender de esto? Esta perspectiva no significa minimizar el dolor, sino verlo como parte de un proceso de aceptación y crecimiento.

¿Crecimiento? Sí, porque si enfrentamos experiencias dolorosas de manera honesta y reflexiva no solo desarrollamos resiliencia sino una comprensión más profunda de nosotros mismos y de la vida en general. ¿En qué se traduce eso? En ser humanos más compasivos, capaces de valorar más nuestras relaciones y de profundizar nuestra conexión hacia adentro y hacia afuera. Me perdonan si soné muy pachamámico pero... es la verdad.

Entonces: ¡aterricemos!

A ver... ¿qué podemos aprender de la DANA en Valencia?

Primero

De nada sirve que el Aemet de España emita alertas, actualizaciones y recomendaciones durante una semana si no generan impacto masivo y se ignoran como ruido blanco. Es imperativo capacitar a las autoridades que toman decisiones para que sepan darles su adecuada dimensión y además transmitirlas de forma clara y eficiente a la ciudadanía.

Estoy convencido de que en Costa Rica nos tomamos muy en serio las informaciones del Instituto Meteorológico Nacional y de que tanto los medios como las autoridades han demostrado darles su adecuada dimensión cuando es necesario colocarles un megáfono. Bien por eso.

Segundo

De nada sirve tener un sistema de primer mundo capaz de enviar mensajes masivos a la población si se va a activar cuando ya la gente tiene el agua al cuello. Las autoridades debieron alertar muchísimo antes. Si no lo hicieron por motivos políticos, económicos o por pura ignorancia, es indiferente; es evidente que le fallaron a la ciudadanía.

Sinceramente ignoro si en Costa Rica existe esta tecnología. Ojalá que sí. Imagino que de ser así sería gestionada por la Comisión Nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencias. Quiero pensar que, de ser necesario, ese mensaje llegaría cuando tiene que llegar y no después y que ningún motivo político o económico lo impediría. Del riesgo de omisión por ignorancia no me preocupo porque estoy convencido de que la gente que toma estas decisiones en Costa Rica tiene un perfil técnico, no político.

Tercero

Es absolutamente inaceptable que intereses políticos dilaten la respuesta a una emergencia de este nivel. Es triste confirmar que esto no solo sucede en España, pues hemos visto ejemplos similares en otras latitudes. Ante una emergencia de esta magnitud toda ideología política debe pasar a segundo plano, punto.

Me complace recordar no pocos escenarios en que Costa Rica, frente a situaciones de emergencia, ha sabido dejar de lado los colores partidarios y ha respondido en bloque, priorizando que la ayude llegue tan pronto como sea posible. Ya lo he dicho antes, algunos de los mitos de la “excepcionalidad costarricense” tienen poco de mito y mucho de cierto. Ojalá no lo perdamos de vista.

A modo de cierre

Busca a los que ayudan”. ¿Recuerdan?

Bueno, para cerrar con una historia a tono, les comparto este enlace, pidiéndoles que siempre que recuerden la DANA del 2024, recuerden también esta noticia: "Los 124 ancianos están vivos": Diez empleadas de una residencia lograron subir dos pisos a pulso a más de 120 mayores en los pocos minutos en que el nivel del agua creció varios metros.