La democracia implica costos y también beneficios. Corresponde considerar ambos para entender lo que tienen los países que viven bajo este sistema y lo que han dejado de tener quienes han transitado a otro régimen de gobierno.

Igual de importante es distinguir aquello que pertenece a la estructura normativa y lo que tiene que ver con la cultura de una nación. Así es más probable que se identifiquen las áreas por mejorar en el pacto social entre el estado y la nación.

Algunos ejemplos de los beneficios que otorga la democracia son:

  • Libertades y garantías individuales: se refiere a derechos y potestades que tiene toda persona en una sociedad para cumplir con el principio de autonomía de la voluntad, o sea, hacer todo aquello que no esté expresamente prohibido;
  • Derechos humanos: si bien la democracia es el gobierno de la mayoría, la agenda de derechos humanos garantiza derechos de las minorías. Por cierto, en algún momento de la vida, todas las personas pertenecemos a alguna minoría en condición de vulnerabilidad;
  • Alternabilidad en el poder: como bien lo dijo Lord Acton, el poder corrompe y el poder absoluto corrompe de manera absoluta. Por sanidad de la gobernanza es importante que quienes ocupan puestos de jerarquía en la administración pública le den espacio a otras personas. Lo contrario deviene en dictadura;
  • Estado de derecho: se refiere al mandato de la ley, de mucho mayor poder que el de cualquier persona pública o privada.

Desde los días de la recesión financiera global de 2008 se activó un sentir ciudadano en diversas latitudes que se agrupó bajo la etiqueta de “los indignados”. Ese malestar derivó de la sensación mundial que quedó de que los causantes de la gran crisis quedaron impunes por sus actos y muchos de ellos generaron enorme riqueza a través de aquella debacle financiera.

Sería interesante saber si el malestar se dirigía a la estructura o a la cultura. O sea, a las leyes que permitieron los abusos, o a las personas abusadoras. Si hay algo que se reitera en todos los países es que la corrupción está en la cultura, y no en las leyes o en los partidos políticos o en los agentes del mercado. Como dice la expresión, el frío no está en las cobijas.

Lo importante de esto es entender que no existe una condición en las leyes que activa la corrupción. Más bien, quienes tengan la intención de realizar actividad ilegal lo harán a pesar de las leyes y buscarán quitar del camino cualquier ley o institución que les obstruya el paso.

De las áreas por mejorar que toda sociedad democrática la prioridad debe ser robustecer el contrato social entre estado y nación. A mayor participación ciudadana en la discusión política para la satisfacción de necesidades comunitarias, mejor la calidad de personas que terminarán candidateándose a puestos de elección popular.

O sea, la democracia se mejora participando.

Escuche el episodio 241 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Estructura o cultura democrática”.

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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.