El Convenio de Diversidad Biológica, adoptado por 196 países y en vigencia desde 1993, es el marco jurídico internacional que reúne principios y compromisos para la conservación de la diversidad biológica, la utilización sostenible de sus componentes y la participación justa y equitativa de los beneficios derivados de su utilización. En 2022, la Conferencia de las Partes del convenio acordó una serie de metas dirigidas a revertir la pérdida de la biodiversidad, las cuales se plasmaron en el Marco Mundial Kunming-Montreal por la Diversidad Biológica (MMDB). Con el fin de adoptar decisiones para que esas metas se transformen en acciones, desde el pasado 21 de octubre y hasta el 1 de noviembre se está realizando la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16) en la ciudad de Cali, Colombia.
Las metas del MMDB se basan en evidencia muy desalentadora: en promedio, el 25% de la biodiversidad mundial está en amenaza. La crisis climática, la sobreexplotación de recursos y la contaminación son solo algunas de las razones que han contribuido a que alrededor de un millón de especies estén hoy en peligro de extinción.
La biodiversidad marina no escapa a esa realidad. El océano cubre el 70% de la superficie terrestre y genera la mitad del oxígeno que respiramos. Sin embargo, actualmente, cerca del 30% de todas las especies marinas conocidas, tales como tiburones y corales, son parte de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN. Esta pérdida de biodiversidad y de protección de los hábitats costeros estaría poniendo en mayor riesgo la vida de hasta 300 millones de personas.
Definitivamente, no estamos viviendo en armonía con el océano y, como si estas circunstancias no fueran ya bastante graves, la urgencia de actuar a favor de una gestión efectiva del mar también se enfrenta a los falsos antagonismos que fomentan la polarización, el conflicto entre los sectores, y tienden a restar valor a la evidencia científica y a la participación pública. Por eso, la consigna de la COP16 de vivir en armonía y en paz con la naturaleza no es un discurso vacío. Planteada desde la región más biodiversa del mundo y, a la vez, la más peligrosa para las personas defensoras del ambiente, debe tomarse con muchísima seriedad. Exigir paz y armonía también es una demostración del deterioro del espacio cívico, porque para incidir en la agenda marina debemos poder actuar, de forma segura, desde el respeto y la institucionalidad, con la ciencia y las personas.
Y es que cuando de proteger al océano se trata, no podría ser de otra manera. Estamos ante un ecosistema vasto, absolutamente dinámico, colmado de interacciones ecológicas interconectadas y dependientes entre sí que no conocen fronteras, y que brindan beneficios económicos y no económicos a la humanidad. Por eso, desde los espacios costeros hasta en la altamar, la cooperación en armonía entre actores y motivada desde una visión común es fundamental.
Para implementar las metas del MMDB hay que superar los falsos antagonismos. Es mediante el trabajo intersectorial e intergubernamental, que será posible llevar adelante discusiones complejas, por ejemplo, sobre cómo identificar y oficializar corredores biológicos marinos, ampliar espacios de protección y de utilización responsable de los recursos, y establecer procesos de planificación espacial marina.
Únicamente con la participación del sector académico, los territorios costeros y los tomadores de decisiones, se podrá avanzar en propuestas de mejora normativa basadas en evidencia que aseguren la tutela de la conectividad entre especies y la integridad ecológica de los sistemas marinos de los cuales dependemos. No podremos implementar incentivos para la conservación marina, programas de restauración de ecosistemas, ni avanzar en la eliminación de subvenciones perjudiciales o atender de manera efectiva la contaminación por plásticos, sin diálogo y acuerdos entre el sector productivo, los gobiernos y las organizaciones no gubernamentales.
Los falsos antagonismos, que simplifican la conservación a una amenaza y al sector ambiental en un enemigo, están haciendo muchísimo daño a la sociedad y a la aspiración de las generaciones actuales y futuras de vivir en un ambiente sano. Por eso, en el contexto de las expectativas globales en torno a la COP16, ¿qué tal si aprendemos del océano? El océano se conecta en dinámicas complejas y vitales para brindarnos muchísimos beneficios; básicamente, es la fuente de nuestra vida.
Lo mínimo que podemos hacer de vuelta, es aprender a conectar desde la armonía y la paz, para que ante la diversidad de perspectivas, actuemos de forma coordinada por la salud del océano y el bienestar de todas las personas.
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