En 1975 se estrenó la película Tiburón (Jaws en inglés), el primer gran éxito de Steven Spielberg y la causa de una gran ola de pánico hacia los tiburones. Aunque algunos no hayan visto la película o sus secuelas, su premisa ha permeado la cultura popular: un tiburón asesino aterroriza a una pequeña comunidad costera, devorando bañistas y turistas. El jefe de policía, Martin Brody (interpretado por Roy Scheider), el oceanógrafo Matt Hooper (Richard Dreyfuss) y el cazador de tiburones Quint (Robert Shaw) se embarcan en una peligrosa misión para capturar o matar al animal antes de que siga causando más muertes.

Tiburón no escatimó en sangre, ni en suspenso. Con efectos prácticos impresionantes para su época, la película dejó una huella profunda en la audiencia. El impacto fue tal que se ha afirmado que la reacción colectiva de los pescadores y marineros de la costa oeste de Estados Unidos redujo la población de tiburones grandes hasta en un 50%. Un daño ecológico significativo que el propio Spielberg reconoció y lamentó años después.

Si nos trasladamos a Costa Rica, hoy en día el país enfrenta una situación similar, aunque con un protagonista diferente: el cocodrilo americano. A diferencia de lo ocurrido en EE. UU., el temor hacia los cocodrilos en Costa Rica no surgió de una película, sino de una serie de ataques reales que han resultado en la pérdida de vidas humanas. En octubre de 2022, un niño fue atacado por un cocodrilo en Matina, Limón, y perdió la vida. En julio de 2023, se viralizó un video extremadamente gráfico de un cocodrilo arrastrando el cuerpo de un joven en el río Cañas, Guanacaste, después de atacarlo. En febrero de 2024, dos hombres fueron atacados en el río Térraba, en Osa, y uno de ellos falleció.

Aunque históricamente se han documentado otros ataques similares, la cobertura mediática —tanto formal como informal—ha desatado una histeria colectiva que ha ido en aumento en las últimas semanas. Cualquier incidente que involucre a estos reptiles es rápidamente reportado, incluyendo avistamientos en lugares percibidos como inusuales o también ataques a mascotas.

La discusión pública sobre cómo manejar esta situación ha girado en torno a la presunta "sobrepoblación" de cocodrilos en el país. Esto ha llevado a que algunos sectores pidan a las autoridades implementar cacerías de control. Ante la creciente presión social, el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) publicó, el 1 de octubre de 2024, los resultados de un estudio para determinar si existe una sobrepoblación de cocodrilos en Costa Rica. El estudio concluyó que no hay evidencia científica sólida que respalde la existencia de una sobrepoblación; más bien, se ha detectado un repunte de la especie, que había estado al borde de la extinción debido a décadas de cacería indiscriminada.

Si bien esta histeria colectiva ha sido exacerbada por una serie de tragedias reales, a diferencia de la reacción generada por una película de ficción como Tiburón, la percepción del público no refleja la realidad ecológica. Los hallazgos de las autoridades subrayan la importancia de abordar esta situación con cautela y a partir de datos empíricos, en lugar de caer en el pánico. Se recomienda evitar ríos, estuarios y manglares donde habiten cocodrilos y recordar que la Ley de Conservación de Vida Silvestre protege a estos animales, por lo que su caza sin autorización está penada con cárcel.

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