Nos encontramos en medio del mayor reto que la humanidad haya enfrentado, evitar su autoextinción.
Las primeras alarmas se dieron hace 62 años cuando Raquel Carson, una bióloga marina, en su libro La Primavera Silenciosa marca el punto de inflexión de la revolución verde, en la que, mediante el uso indiscriminado de pesticidas y agroquímicos, se habían obtenido cosechas históricas sin pensar en los efectos sobre el ser humano y el medio ambiente de estas prácticas.
Diez años después, en 1972, el Club de Roma publicó, Límites al crecimiento, que respalda las preocupaciones del movimiento ambientalista sobre la sostenibilidad del crecimiento y cómo debemos realizar cambios urgentemente para salvar nuestra civilización.
15 años después en 1987, se presentó ante la ONU el Informe Brundtland, que analiza, critica y repiensa las políticas globalizadoras de desarrollo económico, reconociendo que el actual progreso social se está llevando a cabo con un alto costo ambiental. Este informe se publica posteriormente como libro con el título: Nuestro futuro común, de la Dra. Gro Harlem Brundtland. Aquí el desarrollo sostenible se define como:
la satisfacción de las necesidades presentes, sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para satisfacer las suyas".
Un año después en 1988, la Organización de Naciones Unidas creó el IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), cuya misión es brindar al mundo una opinión objetiva y científica sobre el cambio climático, sus impactos y riesgos naturales, políticos y económicos y sus posibles opciones de respuesta.
Cuatro años después, en 1992, se firmó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, conocida como Cumbre de Río o Cumbre de la Tierra, que tiene como objetivo establecer una nueva y equitativa alianza global mediante la creación de nuevos niveles de cooperación entre los Estados, sectores clave de las sociedades y las personas, buscando alcanzar acuerdos internacionales en los que se respeten los intereses de todos, se proteja la integridad del sistema ambiental y de desarrollo global, reconociendo el carácter integral e interdependiente de la Tierra, nuestro hogar.
Tres años después, en 1995, comenzó la Conferencia de las Partes en Berlín. COP es el nombre informal de la reunión anual sobre Cambio Climático, en la que participan los países que han adoptado la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. A estos países se les llama “partes”, de ahí el nombre del evento. Destaca Kioto, donde se acordó reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
17 años después, en el 2012, Río+20 buscó fortalecer el equilibrio entre los pilares ambiental, económico y social del desarrollo sostenible, así como mejorar la gobernanza ambiental internacional y discutir temas relacionados con el concepto de "economía verde".
Tres años después, en el 2015, se acordó la Agenda 2030. La agenda propone 17 Objetivos con 169 metas de carácter integrado e indivisible en los ámbitos económico, social y ambiental. La nueva estrategia regiría los programas de desarrollo global durante los próximos 15 años. Al adoptarlo, los Estados se comprometieron a movilizar los medios necesarios para su implementación a través de asociaciones centradas especialmente en las necesidades de los más pobres y vulnerables. Además de suscribió en la COP23 lo que se le denominó el Acuerdo de París, por ser el país sede donde se dio el acuerdo, donde se tomaron medidas para limitar el aumento de la temperatura media del planeta a 1,5ºC.
Hoy, 9 años después, tan solo el 15% de las metas de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) establecidos en la Agenda 2030, están en camino a alcanzarse en los próximos seis años. Por lo que el año pasado la Cumbre de los ODS, lanzó una declaración política para lograrlo. No obstante, las expectativas no parecen alentadoras en medio de la actualidad económica global.
Debemos ser optimistas, pero debemos estar claros que no hacer nada es hacer algo y que no solucionar esta crisis sociombiental, tendría profundas consecuencias en nuestra Casa Común, dentro de las cuales está nuestra propia extinción.
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