La Unión Europea es el proyecto de paz más ambicioso, exitoso y duradero en la historia de la humanidad. Tres de sus pilares fundamentales son la competitividad, la cooperación y la solidaridad. Al echar un vistazo a lo que ha sido Costa Rica los últimos ochenta años salta a la imaginación la idea de que hubiéramos sido un miembro temprano de aquella unión. ¿Seguimos teniendo ese potencial?

Dentro de la agenda nacional que le convendría a Costa Rica, una posibilidad real y tangible sería mejorar de manera sustancial su competitividad-país. No existe ningún impedimento interno ni externo para que el país se convirtiera en uno de los diez más competitivos del mundo al 2040. Esto implicaría un esfuerzo intergubernamental que trascendiera múltiples Administraciones, como lo han sido la conservación ambiental, el estímulo a la industria turística, la apertura comercial y el ingreso a la OCDE, entre otros.

Las ventajas competitivas que tiene Costa Rica son abundantes y variadas, desde su ubicación geográfica y clima, hasta su biodiversidad y topografía, pasando por su talento y su bicentenaria cultura de paz. Costa Rica no se parece a ningún otro país del mundo. Eso exige convertirse en la mejor versión de sí misma y no tratar de imitar a otras ciudades o países del mundo.

La cooperación es un principio que hoy podría entenderse sinónimo de innovación. Se trata de reglas claras para estimular la diversidad de ideas, ideologías, experiencias, culturas y anhelos, cultivar amplios grados de libertad para la experimentación, y abrazar los fallos emprendedores como estupendas oportunidades de aprendizaje para el crecimiento. Renovar la cooperación que ha caracterizado a este país le caería muy bien al empresariado, al espíritu emprendedor, al talento artístico, a las personas con formación académica, a las personas en edad escolar que se preguntan para qué estudiar. Por supuesto, la cooperación también forjaría alianzas público-privadas, formales e informales, que mejorarían la capacidad de gestión para impactar de manera positiva el bien común.

Luego está la solidaridad, que es uno de los principios rectores de las democracias republicanas como Costa Rica. Aquí cada ciudadano tiene voz y voto, derechos civiles y políticos, libertad para emprender y para persuadir a otros a través de sus ideas, oportunidad para aspirar a puestos de elección popular. Más importante, el estado se ha construido desde el siglo XIX a través de instituciones que han procurado el mayor bienestar para la mayoría de personas, con alta prioridad para quienes se encuentren en mayor condición de vulnerabilidad.

La falta de agenda nacional no es culpa de ninguna persona ni organización en particular. Sí es una co-responsabilidad de las principales autoridades públicas, incluidos los Poderes encargados de liderar, y también de las cámaras empresariales, las universidades, las organizaciones no gubernamentales, y la sociedad civil en su sentido más amplio. Sí es cierto que cualquier figura política se verá desbordada en sus capacidades si realiza gestiones cuando no hay agenda nacional. Es diferente querer realizar cambios cuando se está a la deriva que cuando se tiene un timón.

Es difícil crear algo valioso a largo plazo en un período de gobierno de apenas cuatro años. Algunas semillas toman mucho tiempo para germinar y dar frutos, sobre todo aquellas de árboles robustos y frondosos. Capital político es tener la voluntad y la vocación de sembrar semillas en el huerto para que se vaya convirtiendo en un jardín y llegue algún día a ser un bosque.

Escuche el episodio 232 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “La revolución necesaria”.

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