En comunicación política existen afirmaciones derivadas de la comprobación estadística o de las investigaciones científicas y sociales que nos explican el comportamiento sistemático y coyuntural, en este caso, del electorado de un país, comunidad, grupos sociales, etarios, y así sucesivamente conforme se quiera ir descomponiendo el tejido social con el objeto de analizarlo y plantear las estrategias necesarias para el éxito de una campaña.

En ese sentido se afirma que las mayorías hoy en día no existen, sino que se construyen mediante el agrupamiento de campañas específicas para los grupos objetivo (targets/microtargeting) que den como resultado la consolidación de la mayoría que permitan la victoria y esto solamente es posible mediante la asociación positiva con las ideas preconcebidas que estos grupos tienen.

Es decir, una campaña será exitosa en la medida que su mensaje sea coincidente con lo que las personas ya creen a partir de la información de la que disponen, la cual obtienen por medio de canales frecuentes y ajenos a la campaña electoral como pueden ser redes sociales, medios de comunicación, cultos religiosos, formación académica, participación en foros, etc.

Dependiendo de la legislación en cada latitud el periodo electoral tiene lugar en fechas determinadas, el cual comprende un periodo de campaña breve en el que se ordena al electorado con respecto a las opciones políticas que se presentan al proceso, pero durante el tiempo anterior a la campaña, el consumo de información ha sido constante y masivo. Si la campaña es de 4 meses cada 4 años, estamos hablando de que las personas en los anteriores 3 años y 8 meses estuvieron viendo noticias, leyendo titulares, escuchando la radio, viendo tiktoks, reels, escuchando podcasts, etc.

Este consumo de información genera datos que le permite a las grandes tecnológicas generar BigData sobre sus usuarios, información que les otorga un poder y capacidad de inteligencia nunca visto.

El acceso a la información personal que tienen las grandes tecnológicas sobre sus usuarios no tiene restricciones, es tan profundo como el que puede tener un terapeuta sobre su consultante: conoce sus miedos, sus alegrías, los detonantes de sus reacciones frente a determinadas cuestiones, conoce sus temas de interés y de desinterés, conoce todo sobre nosotros y esa información está disponible para el mejor postor.

¿Para qué? para ganar posiciones de mercado en el caso de marcas comerciales o para la consolidación del poder en el caso de agentes políticos, por mencionar dos.

Este modelo de negocio de las grandes tecnológicas permite que un agente político tenga el poder de difusión que antes solo tenían los medios de comunicación: a través de las redes sociales se difunde información escrita y audiovisual, sustituyendo a la prensa tradicional con la variante de que el político busca el ejercicio del poder desde la conducción del Estado.

Pero, además, el político no solo puede pagar para obtener información de las personas y generar sus mensajes, sino que también puede pagar para que ese mensaje llegue al receptor deseado que es el público meta de su estrategia de comunicación, o bien, desbordar la red con la información que le interesa propagar, sea cierta o falsa.

En 2018 Mark Zuckerberg manifestó que Facebook se iba a centrar sobre todo en la familia y en los amigos y relegó las noticias a un segundo plano, generando como consecuencia que algunos medios padecieran una caída de su tráfico hasta en un 60%. Decisiones como estas buscan privilegiar la interacción de los usuarios en la plataforma y no verificar la veracidad y calidad de la información que comparten, lo que ha permitido que las noticias falsas se propaguen con mucho mayor facilidad y velocidad.

El efecto de los fake news sobre la vida cotidiana de las personas y sobre la colectividad no es objeto de debate, es concluyentemente dañino para la convivencia pacífica y son un medio de manipulación indispensable para quienes no tienen otra forma de acceder al poder: incapaces de debatir, de argumentar, de persuadir, solamente les queda el camino de la manipulación.

Las grandes tecnológicas están al tanto, saben que hacen daño mientras permitan el crecimiento de este ecosistema digital contaminado, pero han asumido exactamente la misma actitud que las tabacaleras y petroleras: saben del problema que genera su core business pero no les importa, como lo ha venido denunciado la Premio Nobel de la Paz María Ressa en su libro “Cómo luchar contra un dictador”.

Sin embargo, el problema no es solo la propagación de la información contaminada que busca funcionar como un agente contaminante de todo lo que toca, el problema también estriba en los generadores de esa información. Las personas que generan teorías de conspiración, o que tienen posiciones controvertidas con hechos científicos, no tienen en internet los filtros que si tendrían para ingresar a una sala de redacción o consejo editorial, por ejemplo; solo necesitan un dominio en internet o un perfil en una red social.

Esto ha provocado lo que Stephen Hopkins denominó en los últimos ensayos que escribió antes de morir “una revuelta mundial contra los expertos”.

En dicha revuelta, las personas con acceso a información de dudosa procedencia o creyentes en tesis inverificables pueden igualar sus posiciones frente a miles de personas sin haber recurrido a los años de investigación, aprendizaje e inversión que implican los descubrimientos científicos o investigaciones sociales. Basta con tener una posición fundamentada en cualquier cosa, con la amplitud y ambigüedad que otorga el cosismo, para conformar un discurso envolvente, sobre política, religión, o cualquier otro tema congregante e invalidar los resultados de las ciencias.

Estas personas y sus seguidores han ido quedando relegados a la definición contemporánea de conservadores dentro del espectro político y hasta hace poco tiempo habían estado relegados al ostracismo por el rechazo colectivo sobre sus opiniones. No tenían acceso a la conversación de la opinión pública ya que estaban inmersos en la dinámica de la espiral del silencio.

La politóloga alemana, Elisabeth Neumann, explicó en su teoría sobre la espiral del silencio que las personas con una opinión contraria a la percibida como mayormente aceptada, optan por callarse para no ser excluidos de la dinámica social de la que forman parte.

Neumann explicaba que la espiral era una consecuencia de las acciones de quienes determinaban el contenido de la agenda de la conversación pública, es decir: los medios de comunicación. Sin embargo, es una teoría del siglo pasado que explica el comportamiento sociopolítico de la opinión pública en la era de la radio-televisión. En la era de las grandes tecnológicas, la espiral del silencio parece que no es consecuencia de la impostación de una agenda mediática (posicionar un tema como verdad o socialmente aceptado desde el contenido de un noticiero o editorial de un periódico), sino una táctica para lograr el efecto que busca: el silencio (¿de los demócratas?).

Con esto quiero decir que, dado el modelo de negocio de las redes sociales, la espiral del silencio no solamente pasa como consecuencia del posicionamiento de los temas, ahora se puede provocar. Quien más dinero tiene para propagar la información que le interesa, puede provocar un “ruido ensordecedor” en el ecosistema digital, generando la percepción de aceptación y relegando a sus opositores al silencio, evitando que lo ataquen y sobre todo, evitando que hablen entre ellos para forjar alianzas que neutralicen el nuevo poder de quien domina la conversación política.

En ese sentido, las herramientas que parametrizan el comportamiento en las redes sociales indican que el gobierno de Costa Rica mantiene un monólogo brutal con su público (domina hasta el 70% de la conversación política), esto quiere decir que las opciones políticas más parecidas al gobierno parecen no tener opción de irrumpir en la conversación que este mantiene con su público y que la oposición no tiene parte relevante en dicho ecosistema por falta de compactación. Esto no quiere decir que el Gobierno es el único comunicador, pero sí que es el comunicador más eficaz con sus objetivos de campaña.

Esos objetivos están dados por la información a la que todos tenemos acceso, para nadie es un secreto que el público que se ha compactado alrededor del gobierno es de hasta el 30% de la opinión pública que tiene características muy bien definidas: son reactivos y son volátiles, esto quiere decir que son más propensos a reaccionar positivamente cuando el gobierno patrocina sus ideas o creencias, pero también son más fáciles de perder y de ahí su campaña permanente al mejor estilo de los perros de Pavlov.

El experimento de los perros de Pavlov es uno de los más conocidos en la ciencia del comportamiento, en él se demuestra que los seres vivos podemos reaccionar de determinada manera ante estímulos repetitivos que potencien esa conducta frente a ese estímulo. Llevado al campo de la comunicación, existen discursos que nos hacen reaccionar de una forma determinada porque estimulan ideas y sentimientos que hemos forjado a través de los años por medio de la información a la que hemos tenido acceso.

Por eso las personas lloran en una iglesia frente a una predicación emotiva, o se irritan cuando una persona reivindica ideas racistas o se siente reivindicado cuando otro individuo expresa su oposición al avance de los derechos humanos. Solamente basta saber cómo está conformada la audiencia; en el caso de gobierno el 30% que lo apoya es conservador, por eso cada miércoles lanza una campanada diferente que los haga reaccionar y los mantenga compactos alrededor de él.

Este 30% no apoya al gobierno porque sea un buen gobierno, sino porque es su gobierno, es decir: después de mucho tiempo de ostracismo político finalmente ven reivindicadas sus ideas: negación de la medicina para el combate y prevención de enfermedades, negación de la crisis climática, negación sobre el avance y consolidación de los derechos humanos, promotor de la xenofobia, el machismo, la misoginia, reducción del estado, etc. Por lo tanto, no importa si el gobierno hace, deshace o no hace, lo que importa es que sus voceros hacen eco de lo que creen estas personas, volviendo su apoyo, incluso, irracional.

Irracional porque, aunque no entiendan del todo o entiendan poco la agenda del gobierno, se adhieren incondicionalmente si el gobierno da señales de coincidencia con sus creencias. Cada pequeño conflicto que crea el gobierno enfrentando a algún grupo o individuo es una victoria para esas personas que por mucho tiempo se sintieron sin representación y que de alguna manera han quedado excluidas de las promesas de movilidad social que ofrecía el Estado Social de Derecho en Costa Rica.

No son solo personas con ideas controvertidas, son también personas excluidas del sistema que a pesar de su esfuerzo personal no han logrado mejorar sus condiciones de vida; estudiaron y no tiene trabajo, si tienen trabajo no les alcanza el dinero, si no les alcanza el dinero tiene más de un trabajo, viven hacinados, su ira está justificada y el fascismo, ahora, como siempre, les ofrece culpables en lugar de soluciones.

Los culpables son todos los gobiernos que les fallaron y por lo tanto no pueden volver a confiar en ellos, ni en nada que represente al régimen democrático. La propaganda se concentra en destruir la cohesión social que dan unas instituciones democráticas fuertes, sean estas instituciones o personas, lo cual es fácil cuando ya se allanó el camino y se derribaron las barreras para comunicarse eficazmente con su público.

Para estas personas es más fácil ignorar sus diferencias, es decir: es más fácil la convivencia política entre un antivacunas, un negacionista de la crisis climática y un recortista del Estado (me niego a decirles liberales) alrededor de una figura política que los patrocine políticamente, que lograr que liberales, socialcristianos, progresistas y ambientalistas logren una agenda de coincidencia común. Pero este fenómeno no solo se expresa en términos de simpatías políticas, sino también en la composición social del grupo: en el mundo democrático los empresarios no han entendido que la inversión social no es socialismo y los trabajadores no han entendido que la libertad de empresa no es capitalismo, por ejemplo; mientras que en el conservadurismo conviven ricos y pobres, ateos y creyentes, empresarios y trabajadores.

Es decir, los conservadores apoyan políticamente cuando un líder patrocina sus ideas y los demás solamente damos las gracias y difícilmente apoyaremos una alternativa política común. En lo anterior está dada la fortaleza del fascismo en nuestros días (y en el pasado) y la debilidad de los demócratas para defender la democracia: ¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!

Ese 30% de apoyo actual se explica mejor con el comportamiento que habían venido teniendo los costarricenses en los periodos anteriores y también confirma que las campañas acomodan al electorado. En primer lugar, es el mismo 30% que apoyó sólidamente al conservadurismo en la segunda ronda del 2018 y en segundo, nos puede hacer pensar que el fenómeno que observamos en la segunda ronda del 2022 fue determinado por la oferta electoral y no por las convicciones de los electores.

Ese fenómeno es que en el 2022 votaron juntos ya sea por Chaves o por Figueres, votantes que en el 2018 votaron separados y establecieron una diferencia abrumadora entre los alvarados (20% aprox) mientras que la mezcla de votos redujo el margen en el 22 a apenas un 6% entre los dos candidatos a la segunda ronda.

Así, el actual gobierno ganó con una mezcla de apoyos, pero su poder actual no se basa en el apoyo de las mismas personas que votaron por él, sino por la compactación del conservadurismo a su alrededor, por lo que el voto que ha otorgado la victoria antes sigue huérfano y dispuesto a votar si se le da una opción coherente con sus aspiraciones.

El fascismo está en marcha con las implicaciones nefastas que eso representa y no tendrá oposición hasta que emerja la persona que con valentía y consciente de su sacrificio personal, convoque a las fuerzas democráticas del país para hacer un frente común por la dignidad de la patria y la supervivencia de nuestra identidad nacional: la democracia y la paz.

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