En contraposición a la narrativa frecuente que gira en torno a la decisión de Álvaro Ramos de escoger al partido más tradicional de Costa Rica para competir por la presidencia de la República, personalmente considero que, tomando en cuenta los nuevos paradigmas de la política actual, quien logre representar la institucionalidad y la cultura histórica de la política nacional será el rival por excelencia del chavismo. En ese sentido, Álvaro Ramos se encaminaba con fuerza a competir y posiblemente derrotar al movimiento populista, pero su última decisión con respecto a las jornadas 4x3, tomando en cuenta las particularidades específicas del mercado electoral costarricense, podría convertirse en el gran contratiempo para acometer su objetivo.

Es lógico y sensato pensar que, en tiempos donde la sociedad cuestiona cualquier forma de institución, mesura y debido proceso, encaminar una candidatura presidencial en torno a una agrupación tradicional e institucionalizada es una mala apuesta. Sin embargo, la experiencia reciente dice lo contrario. Otros países ya han llevado a su versión de Rodrigo Chaves al poder antes que nosotros y, en varias ocasiones, estos han sido vencidos por la alternativa más tradicional e institucionalizada en vez de otro “outsider”, como podría pensarse.

Tomando el caso de Estados Unidos y la primera administración de Trump, por ejemplo, el partido demócrata ofreció un abanico de precandidatos de alta calidad y con ideas que iban desde lo tradicional hasta lo novedoso: Beto O’Rourke, Elizabeth Warren, Bernie Sanders, Andrew Yang, Julian Castro y Pete Buttigieg son solo algunas de las opciones de alto perfil que condujeron campañas de alto nivel a lo largo del espectro demócrata. Sin embargo, fue Joe Biden, un político con décadas de carrera, la encarnación de la palabra “insider”, el representante por excelencia de la “Obama-era”, quien con éxito se convirtió en la esperanza contra el populismo “trumpista” en aquel entonces.

Pero el sur tampoco se salvó de la ultraderecha populista. ¿Quién iba a decir que, en tiempos en los que la palabra dictador es “cool” y democracia es mala, el rival y vencedor de Jair Bolsonaro iba a ser nada menos que la figura más icónica de la democracia tradicional brasileña del siglo XXI? El mismo Lula da Silva, en persona, fue quien puso fin al “Trump del Trópico”. Si por otro lado damos la vuelta al globo y nos ubicamos en el viejo continente, es un líder centrista, pragmático y mesurado quien ha frustrado todos los intentos del populismo de Le Pen de apoderarse del control del gobierno francés.

Estos eventos no garantizan que el representante ante la ciudadanía de la cultura democrática, institucionalizada y mesurada, gane las elecciones del 2026. Si el chavismo se apodera o no de otro mandato será una interrogante hasta el último momento, pero nos da una idea de que, en realidad, aspirar desde el PLN no es tan descabellado como podría pensarse.

Sin embargo, Ramos acaba de perder una segunda ventaja competitiva que ostentaba al manifestar su apoyo al proyecto de jornadas cuatro por tres. Lo cierto es que, en Costa Rica, el mercado de la derecha está saturado por ambos: demócratas y populistas. Mientras, por el otro lado, el sector de centroizquierda está completamente libre y abandonado. Este es un potencial de votos que, fácilmente, podría catapultar a quien sepa energizar a esta base lo suficiente a una segunda ronda electoral, un sector que ve o veía en Ramos una oportunidad.

El proyecto de jornadas cuatro por tres es, a todas luces, un proyecto regresivo de alcance e influencia económica muy limitada, pero de un simbolismo ideológico profundo. Su verdadera intención es reducir la remuneración de la hora extra laborada, ya que, según el expediente, el sobre-tiempo no se calcularía en base al salario, sino a un monto inferior. Como alguien que tiene contacto directo con el sector manufacturero de dispositivos médicos, de primera mano he conocido instancias de trabajadores que ya están operando bajo estas jornadas. Sin invisibilizar las implicaciones éticas de laborar tantas horas en condiciones de manufactura, es importante mencionar que, al menos con la ley actual, la hora extra se reconoce con base en el salario.

En ese sentido, Álvaro Ramos tomó la decisión de abandonar la oportunidad de convertirse en la opción socialdemócrata del país. Ofrecer su producto, su marca política, a un sector que sueña con mejores condiciones para los trabajadores, más políticas ambientales, avances en derechos humanos, pero que no se siente cómodo, por prejuicio o convicción, con la opción de izquierda acentuada que representa el Frente Amplio. En su derecho, Ramos le apuesta a la oferta de derecha que el PLN adoptó desde que el Arismo reemplazó al Figuerismo de Pepe por allá de los años ochenta. ¿El problema para Ramos? Que, en ese mercado, tiene competencia. Competencia de todos los colores, sabores y tamaños.

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