Las guerras, al igual que muchos de los temas comúnmente conocidos como “trending topic” en los medios de comunicación, tienden a tener un tiempo relativamente corto en su cobertura mediática de “prime time”. Es innegable afirmar que la guerra en Ucrania o el genocidio en Palestina corren con dicha suerte, ya que estos dos conflictos siguen teniendo vigencia en los noticieros tradicionales. Pero también es evidente señalar que estos dos conflictos no corren con la suerte de otras guerras olvidadas en la actualidad.

En la actualidad existen alrededor de 10 conflictos armados que prácticamente no tienen cobertura en los principales noticieros o medios escritos.  Al parecer la guerra también es un tema que aburre a la audiencia, por ello es cada vez es menos frecuente escuchar noticias sobre los conflictos armados que ocurren en Sudán, República Democrática del Congo o Myanmar.

La forma en que se nos presenta una noticia o una nota sobre un conflicto armado conlleva a generar en la audiencia lo que finalmente se traduce en consentir (o no) la moralidad de una guerra. Por supuesto que todas las guerras son injustas e inmorales, pero en términos generales el consentimiento a nivel social se nutre por la aceptación y normalización de lo que muchas veces hemos repudiado. En este caso la guerra no huye de él. Los medios de comunicación masivos o mass media tienen una gran responsabilidad en esto, dado que son creadores de opiniones debido al encaje que éstos brindan a la selección de conflictos analizados, y la diferente construcción de roles que le brindan a las partes implicadas. El papel de los mass media hacia la guerra viene acompañado de ciertos valores que fomentan la cultura de guerra, asociados, claro está, con el lucro económico que los conflictos armados generan, al igual que el aumento de los presupuestos militares.

El libro Mentes militarizadas, como nos educan para asumir la guerra y la violencia (2016), destaca que la militarización social, el aumento de presupuestos de defensa, las intervenciones militares y el comercio de armas, tienen en los mass media a un aliado estratégico para la normalización y aceptación de estas medidas. Se deduce un factor determinante en la construcción de dicho consentimiento, dado que “llevar a cabo todas estas medidas requiere no solo de aceptación social, también significa que los valores, intervenciones, actuaciones y las instituciones militares sean vistos con normalidad, aprobación y como una necesidad político-social”.

La “normalidad” o “aceptación” de estos valores corresponde a lo que muchas veces se ha denunciado como militarización de nuestras sociedades, aludiendo a lo que se deduce como los cuatro puntos esenciales para la construcción del consentimiento: envío del mensaje, aceptación del mensaje, el mensaje crea una actitud deseada y las personas asimilan esa actitud.

La sencillez de los cuatro puntos esenciales fomenta la aceptación de las guerras por parte del mass media hacia el receptor de esa información. Pero la construcción del consentimiento militar no solo tiene a los medios masivos como precursores de la militarización de las mentes. La integración de unos valores militares como la jerarquía, poder y obediencia, asociado al significado militarizado de patriotismo, elemento clave en el mundo militar, y la construcción del enemigo es igualmente esencial para la construcción del consentimiento social hacia la guerra.

Estas características asociadas a la integración de unos valores patriarcales y autoritarios, fomentan la construcción de una cultura de guerra como respuesta a lo que se define como una progresiva militarización de la sociedad, al contrario de una cultura de paz y la resolución de conflictos.

Por otra parte, cabe destacar que el continuo aumento que los medios de comunicación han tenido en su capacidad de retransmisión, y por ende mayor cobertura de ciertos conflictos, hace que su capacidad de influencia sea continuamente mayor, lo que se transforma en mayor consentimiento.

Este consentimiento asociado con la continua militarización de la sociedad tiene en la propaganda un generador de apoyos hacia la construcción del consentimiento. La Primera Guerra del Golfo (1991), la cual desde el punto de vista del derecho internacional contaba con el aval de la ONU (Resolución 678), contaba con una espectacular cobertura mediática nunca antes vista.

Ese conflicto nos recuerda como los medios de comunicación jugaron un rol determinante en la construcción del consentimiento hacia la invasión de Kuwait, principalmente en lo que respecta a la construcción del enemigo y la amenaza que este representa, promoviendo el uso de la fuerza y por ende su consentimiento.

Los medios de comunicación utilizan la propaganda para fomentar el consentimiento hacia la guerra, pero ¿hacia cuales conflictos? La elección de los eventos violentos en los noticiarios tiene una clara relación con la agenda política, dado que cuanto mayor sea su cobertura, mayor será el conocimiento y posicionamiento de la sociedad hacia un conflicto militar. La elección de conflictos en los mass media genera una serie de control visual hacia qué tipo de información se visualiza y cuál se deja en el olvido. La evidencia es clara, en la actualidad existe una gran cobertura de la guerras en Ucrania y Gaza, pero a su vez es prácticamente nula en la República Democrática del Congo (RDC), a pesar de que han muerto más de cinco millones de personas en décadas de conflicto.

La normalización de la violencia que los mass media difunden en muchas regiones del planeta, tiene un claro nexo con los valores militares y por ende la aceptación del conflicto como algo inherente al ser humano. El libro Mentes militarizadas, como nos educan para asumir la guerra y la violencia (2016) nos recuerda algo fundamental y evidente: “esta normalización contribuye a la construcción de la visión global que tenemos del mundo en que la violencia es una actitud que empieza siendo intrínseca al ser humano, después aceptable y se acaba transformando en algo necesario e incluso deseado, llegando a ser una opción política cuando se transforma en guerra y en un objeto de mercado.”

La imagen del ser humano violento, asociado a la normalización o aceptación del conflicto, busca en términos generales la legitimación de lo militar en todos sus ámbitos: gastos militares, fabricación de armas, comercio de armas. Esta legitimación tiene un asocie directo con la creación de amenazas, tal como se ha visto con la llamada “guerra contra el terrorismo” y la creación de diferentes enemigos externos como Al Qaeda o ISIS, al igual que durante la guerra fría, que propició el consentimiento de la carrera armamentista a través del discurso amenazante y la creación de enemigos.

La construcción del consentimiento hacia la guerra por parte de los mass media está cargada de intereses económicos de unos pocos que buscan militarizar nuestras mentes para aceptar y normalizar ciertos conflictos que respondan a sus intereses. Los medios de comunicación muchas veces nos invitan a deducir la existencia de “guerras justas”, las cuales debemos legitimar por “nuestra libertad” y “valores democráticos”, pero la guerra siempre será injusta por naturaleza y por ende cruel.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.