Fulanito anda flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones por los pasillos de la empresa. Pasa como un zombie por las oficinas donde antes se paraba a saludar y conversar un rato y da la impresión de que lleva el alma como 200 metros atrás del cuerpo.
“Ya sé ando con cara de loco. Tengo a papá internado en el San Juan desde la semana pasada.”
No dejó ni que le preguntáramos qué tiene, cómo está o cómo ayudarle.
“Vos no te imaginás lo que es eso, hasta que te toca. Nada de lo que te cuenten supera esa experiencia. Tanto que se invierte aquí en capacitaciones de discriminación e inclusión. ¿Sabés qué te quita los prejuicios en dos minutos? Pasar una noche en emergencias esperando que te asignen cama. Poneme cuidado:
Dice mi tata que es un infierno. El tuvo la suerte que le tocó camilla solito. Pero vio gente de dos en dos en camillas, en los pasillos, en silla de ruedas. No durmió nada. Los gritos, las quejas, las cosas que vio. La gente con balazos, apuñalada, de accidentes. El miedo. Y sin nadie de nosotros que pudiera acompañarlo porque no nos dejan entrar. Pudimos pasarle apenas unas chanclas y ¿adivina qué? Se las robaron.
Ya cuando lo pasaron a salón, tuve que salir soplado para allá. Me tiré 5 horas subiendo y bajando gradas para sacar la tarjeta de visitas: una hora por día, dependiendo de si la cama es par o impar. Si es adulto mayor, como mi viejito, el permiso especial para ir de 11 a 1 y de 5 y media a siete a dizque ayudarle a comer. Y digo dizque porque si a mi tata le trato de dar de comer como a un bebé, me vuelve la cara al revés del manazo que me da.
Y va Fulanito de arriba para abajo por ese laberinto. Que es aquí. Que no que vaya para allá. Que deme el número de cédula de sus hermanos. Que no hay señal. Que no emplastique tarjetas y cuidado se le ensucian, que mejor las mete en una bolsita plástica. Que baje otra vez 4 pisos para que le den permiso especial para dejarle las cositas y los vuelve a subir.
Los salones y los equipos super modernos. Pero diay, en el salón de a la par, hay COVID y entonces lo tienen cerrado. Las visitas ven a los familiares desde la ventana. El día que llegó mi tata se murió el doncito que tenía a un lado y del otro tenía a un paciente psiquiátrico que se pone a pegar gritos diciendo que se está ahogando con abejones en la garganta. Yo le dije que mejor deje de llevar la cuenta de los que se mueren, porque si no, se me deprime.
Y que salga porque vamos a cambiar pañales, que vamos a hacer procedimientos, que los doctores van a pasar visita, que la familia se está despidiendo uno que ya está listo para la foto. Y si se te fue el rato completo del permiso esperando en la banca, ni modo.
Y con todo y todo, te digo: sí, es incómodo, pero por dicha existe. Sin la Caja mi tata no tendría opción, porque lo que le tienen que hacer es impagable. Yo no sé quién en este país puede pagar una quimio o una cirugía complicada sin seguro. Hasta estamos mejor que los gringos ¿Vos sabías que allá casi que hay que vender un riñón para pagar las cuentas de hospital? ¿Qué hay gente que no llama la ambulancia para que no pasen la factura? ¿Qué se automedican con lo que anuncian en la tele porque no hay con qué pagar lo que cobra un doctor por una cita?
Pucha y donde ves todo eso, se acuerda uno de aquel muchachito, Villalta, cuando pegaba gritos diciendo que le paguen a la Caja. Tiene razón. Lo que sería ese hospital con más recursos…
Yo empezaría por manguerear esas cuadras y hacerlas transitables y seguras. Con ese tamaño, con toda la gente que ve, con un hospital de niños a la par; ¡y está en medio de un chiquero! La cantidad de carros, de ruido, de humo, de indigentes, de gente pidiendo, de pintas, la basura, los olores y uno cargando bolsos con las cositas que le tengo que llevar a mi tata. Con decirte que prefiero toparme al fantasma de la monjita que ofrece agua, que salir del Hospital a las 7 de la noche.
Te voy a pedir un favor: contale a mi jefe todo eso la próxima vez que se queje que ando como distraído o que estoy pidiendo muchos permisos. Si no voy yo a ver a mi tata, si no corro por él, entonces ¿quién lo va a hacer? Yo no quiero que me den esa incapacidad de familiares enfermos porque eso sería ya para cuando no hay nada más que hacer por él. Gracias por oírme. Yo sé que vos tenés claro que todos, tarde o temprano, vamos a pasar por ese mismo camino.”
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