El Caribe Sur últimamente ha estado presente en las discusiones nacionales, lo cual genera mucha más atención a la zona de la que usualmente se le da. Claro, no ha sido por temas precisamente positivos, sino por casos de destrucción ambiental como la de Punta Uva y Playa Negra, que han generado declaraciones de organizaciones locales así como las correspondientes manifestaciones que han hecho las autoridades sobre el tema tales como el cambio de criterio, orden de investigación, y declaraciones fiscal ambiental.
A mí el desarrollo del turismo a mediana y gran escala en Talamanca me genera una ambivalencia enorme; por un lado mi pequeño pueblo rural está compuesto en su mayoría por una fuerza de trabajo relacionada con la agricultura, el turismo y la construcción, y precisamente en este tema les ha ido muy bien en los últimos 5 años (incluido en pandemia). Por lo tanto, para el bienestar de una parte de la población, ha sido positiva la construcción y expansión de las actividades económicas en esa parte de Costa Rica. Claro está, también lo ha sido todos esos inversores que tienen bastante más dinero que los primeros, esos también se benefician, pero, ¿quiénes son esos? ¿son nacionales, son extranjeros, el origen del dinero es legal?
En la otra cara de la moneda se puede observar una gentrificación acelerada durante los últimos cinco años, que incluye un mercado de compraventa de terrenos principalmente hacia personas extranjeras, lo cual genera ingresos pero también un desplazamiento de los locales. Asimismo, he visto personalmente como muchos espacios verdes, pequeñas zonas boscosas, y humedales se convierten poco a poco en lugares habitados, con más presencia de humanos, que implica un desplazamiento inmediato de animales y hábitats naturales y la necesidad de más recursos como el agua por ejemplo.
Precisamente por eso llama muchísimo la atención como obtienen agua potable para las nuevas construcciones, en tanto el AyA en reiteradas ocasiones ha evitado ampliar su red de acueductos hacia las comunidades menos turísticas, que van hacia el norte, sobre la Ruta 36, por no tener disponibilidad de agua. Con el cambio climático, el panorama no parece alentador.
A todo esto, la municipalidad y el Minae como autoridades competentes o se hacen de la vista gorda, o llegan cuando ya es absolutamente tarde para revertir los procesos constructivos o de urbanización paulatina. Podría ser negligencia, corrupción, desconocimiento o simplemente falta de recurso humano.
Ahora, tal como lo dije inicialmente mis sentimientos son ambivalentes, y no se puede ser ingenuo, ambas caras de la moneda tienen ganadores y perdedores. Sobre esto precisamente me gustaría que se hablara más, ¿Cuál modelo de desarrollo se quiere en el Caribe Sur costarricense? ¿Se va a permitir que se convierta en el nuevo Tamarindo? ¿Es ese turismo el que quieren los talamanqueños y limonenses? ¿La magia del turismo de Puerto Viejo y Cahuita no era principalmente que se diferenciaba de la que había en la costa Pacífica?
Planteo las preguntas pero a mí individualmente no me corresponde definir nada de esto. Ojalá sea algo de lo que se hable más dentro de Talamanca, Limón y muy en última instancia en el país. Porque no se trata de hacer y deshacer sin pensar en el impacto a 5/ 10 años plazo, puesto que todo lo que se haga tendrá impacto en el futuro. Entonces ¿cuál es la visión de Caribe Sur que se quiere para la niñez y juventud talamanqueña? ¿Quiénes ganan y quienes pierden con lo que se está haciendo hoy?
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