Las elecciones iraníes del 28 de junio marcan la posibilidad de una segunda ronda, con una posible participación por debajo del 45% generaría la posibilidad de que se tenga que extender el proceso. En Irán para llegar al puesto de presidente se debe ganar con una diferencia del 50% de los votos efectivos más uno para lograr ser presidente.

En estos momentos el conservador Saeed Jalili encabeza las intenciones de voto con al menos 22.5% de acuerdo con las encuestas. Jalili es visto como el “heredero natural” de la gestión de Ebrahim Raisi, fallecido presidente cuya política estaba marcada por el radicalismo interpretativo en temas coránicos.

A este candidato le sigue Mohammad Baqer Qalibaf de la agrupación política Progreso y justicia de la población del Irán islámico de tendencia conservadora con 19.5%, pero más pragmática y moderada que el actual gobierno, mantienen su apoyo a los principios islámicos del Estado, promueven reformas económicas y de desarrollo para el bienestar de los ciudadanos y promueve el pragmatismo en las relaciones diplomáticas de la República Islámica de Irán.

Finalmente, entre las tres principales figuras con posibilidades de llegar al poder cierra Masoud Pezeshkian del Partido de la Democracia que tiene 19.4% de las intenciones y quienes se consideran de corte reformista cercano a la filosofía del expresidente Mohammed Khatami quien presidió el país de 1997 hasta el 2005. Durante el gobierno de Khatami, se promovió el diálogo entre Irán y Occidente, la libertad de prensa, la defensa a los derechos civiles, una reforma judicial para hacer los procesos más transparentes, así como una apertura cultural y la participación de la mujer en diferentes espacios del país.

En este caso, Pezeshkian, además de tener tendencias “reformistas” (algo subjetivo tratándose de Irán), pertenece a una minoría étnica que son los azeríes, ha sido muy crítico contra el tratamiento que el gobierno le dio a la muerte en custodia de la kurda Mahsa Amini y que provocó una revuelta social en el año 2022. Ya para el año 2021 se postuló para ser candidato, pero en aquella oportunidad fue excluido del proceso, ya que sus ideas no hacían equilibrio con el manejo absolutista que hace el clero sobre la política y la vida de los iraníes.

Que esté un candidato fuera del “estatus” regular de origen persa hace que algunas minorías se sientan más representados porque el factor étnico ha sido una barrera social desde hace muchos años en Irán. En todo caso, es conocido que como todo está controlado por el poder religioso, los cambios y reformas reales que se puedan plantear están lejos de poder ejecutarse de una manera funcional.

En todo caso, el mensaje es claro al aparecer una figura diferente con un enfoque disruptivo que quizás no se veía desde la “Marcha Verde” en el año 2009 encabezando marchas contra el régimen por medio de Mir Hossein Mousavi, pero de nuevo, el optimismo en un cambio no es algo que sea aspiracional, sino simplemente un sueño idealista hacia un liderazgo que sigue estando bajo el ojo controlador del poder religioso que incluso ya ha puesto sus fichas en un sustituto al actual líder supremo Alí Jamenei, su hijo Mojtaba Jamenei, lo que sugeriría un primer cambio a modo dinástico heredando la condición de padre a hijo, lo cual no es un hecho consumado, pero una posibilidad que se hace más grande.

De mantenerse los números establecidos hasta este momento, las posibilidades de una segunda ronda se hacen más evidentes, la necesidad de Irán de enrumbar nuevamente su política tanto interna como externa les hará correr contra reloj para tener todos sus frentes cubiertos en un corto período, el manejo de su política interna en tensiones entre reformistas y conservadores, así como la lucha por los derechos de minorías se hacen muy frecuentes y evidentes, la economía sigue siendo un legítimo dolor de cabeza con una tasa de desempleo que ha estado en 2019 en al menos 10.6% y que disminuyó a 7.6% en 2023 debido a la cantidad de personas que dejaron de buscar empleo debido a las dificultades.

La dependencia petrolera es otro factor que afecta a la sociedad iraní y la coloca en una complicada situación sin posibilidades de salir de dicho bache debido a las sanciones internacionales y que las han sorteado gracias a la alianza con países que aprovechan la coyuntura para conseguir materia prima barata, tales son los casos de China, India y Rusia.

Por último, la política internacional sigue pesando en la forma de analizar la situación de Irán debido a la intromisión en la política doméstica de diferentes países en su región y a la exportación de su modelo de “Revolución” por medio de proxis. Es así como Irán sigue siendo visto como una de las principales amenazas a la estabilidad de Oriente Medio, principalmente en la zona del Levante, extendiendo sus capacidades debido a la internacionalización de las acciones de uno de sus mayores aliados, la organización libanesa Hezbollah, que realiza actividades en diferentes partes del mundo y además se les vincula al tráfico internacional de drogas tales como el captagón y a la promoción de una visión radical de islamismo que incluso cruza el océano y ha encontrado fervientes en la región latinoamericana a lo largo de los años.

Las elecciones en Irán son un breve impasse en la continuidad de los desequilibrios que se impulsan desde este país, las posibilidades que sus proxis en la región sean fuertemente golpeados antes de que regresen a una posición anterior, podría ser una posibilidad y es por esto por lo que, pese a tener un control casi absoluto de la forma de elegir su liderazgo, Irán necesite alinearse rápidamente y regresar a la carrera bajo el riesgo que entre más tiempo pase, más peligroso corre el control que ejercen bajo sus reglas.

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