Solo le pido a Dios, que la guerra no me sea indiferente. Es un monstruo grande y pisa fuerte.”

– León Gieco

¿Qué fue de Costa Rica después de la Guerra Civil de 1948? En la primaria y en la secundaria, en el caso de quienes pasamos por centros de educación pública, nos enseñaron que José María (don pepe) Figueres Ferrer abolió el ejército en Costa Rica y a partir de ahí “somos un país de paz”, “la Suiza centroamericana”. Sin embargo, parece que hay un vacío en la memoria colectiva de nuestra sociedad actual donde no nos enseñaron que pasó entre el inicio de la guerra en marzo de 1948 y la ceremonia del “mazazo” el 1° de diciembre de ese mismo año.

Sobre esta misma línea, el 12 de junio pasado, el Concejo Universitario (CU) de la Universidad de Costa Rica realizó una ceremonia de disculpas a familiares de 23 personas, tanto estudiantes como profesores, que fueron expulsados por su afiliación política tras el conflicto del 48, este evento lo catalogaron como una oportunidad para rememorar, fortalecer la conciencia histórica y la memoria colectiva de la institución, además de esto, se develó una placa conmemorativa en memoria de los perseguidos políticos que se encuentra expuesta al público en la Plaza 24 de Abril.

Es claro que los discursos, la entrega de copias del acuerdo de solicitud de perdón por parte del CU a los familiares de las víctimas y la develación de la placa fueron un acto conmemorativo para llenar el vacío de memoria sobre este crimen de guerra, sin embargo, esto es el resultado de un ejercicio que muy poco conocemos: la «memorialización». Este término es el conjunto de procesos donde las autoridades dan espacio a las víctimas de un conflicto histórico para que puedan expresar sus narrativas de los hechos y, además de esto, se puedan articular consensos y políticas para garantizar que un hecho como este no se repita.

Después de haber ejemplificado la memorialización, voy a realizar otra pregunta: ¿Cuántos «crímenes de guerra» están categorizados como tal en Costa Rica como resultado de la Guerra Civil del 48? Pues, en la actualidad no existe ningún crimen con esta categoría en el sistema penal costarricense. Sabemos que esta guerra provocó persecución política contra personas a fines al comunismo o al calderonismo, sin embargo, un crimen del que no se ha hablado lo suficiente ni tampoco pasó un proceso de memorialización como el hecho en la UCR, son los Crímenes del Codo del Diablo.

El fusilamiento de Federico Picado Sáenz, Tobías Vaglio Sardi, Lucio Ibarra, Octavio Sáenz Soto, Narciso Sotomayor y Álvaro Aguilar, perpetrado el 19 de diciembre de 1948, junto con el intento de la desaparición de sus cuerpos siendo lanzados al Río Reventazón por el capitán Manuel Zúñiga Jirón y el subteniente Luis Norberto Valverde Quirós de la Fuerza Pública controlada por la Junta Fundadora de La Segunda República (de mayoría figueresta) no se trata de un simple homicidio, sino que se trata de un crimen de guerra.
Estas víctimas no fueron asesinadas adrede, fueron asesinadas porque estaban vinculadas con el partido comunista Vanguardia Popular y lucharon en el bando calderonista en la Guerra Civil del 48. Se sabe con certeza, por medio documentación de la época que, los victimarios capitán Manuel Zúñiga Jirón y el subteniente Luis Norberto Valverde Quirós lograron huir del país cuando se les iba a realizar un proceso de judicial por los crímenes cometidos, sin embargo, con ayuda de contactos del gobierno figuerista, lograron escapar al extranjero y salir impunes.

Hasta el día de hoy, ninguna instancia estatal se ha encargado de coordinar un espacio de dialogo para que los familiares de las víctimas puedan contar la versión de sus historias y con el tiempo, poco a poco, las personas con testimonios vividos en primera persona van muriendo, llevándose a la tumba su parte de los hechos y en muchos casos, su sed de justicia.

La sociedad costarricense debe de replantearse y cuestionar la construcción social que los grupos de Poder han hecho con lo que llamamos hoy nuestra “memoria histórica”, una lamentablemente llena de vacíos; necesitamos entrar en un proceso de memorialización y hacer un recuento de todos esos hechos históricos que hemos ignorado por años y deberían de ser parte de nuestra identidad nacional. A unos cuantos meses de conmemorar el 76 aniversario de los Mártires del Codo del Diablo, aún existen quienes queremos justicia pero, sobre todo, queremos la verdad, una verdad no decorada de heroísmos y discursos políticos vacíos donde su eje central es seguir con el blanqueamiento de actos de injusticia que disfrazan con discursos sobe “la paz”.

Sin importar nuestra ideología política, todas las personas debemos de unirnos para reconstruir nuestra verdadera memoria histórica y que esta sirva como una brújula para que las futuras generaciones de nuestro país puedan decidir su destino y sería deseable que decidan no volver a cometer estos errores.

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