Subíamos las gradas de puntillas para que no nos escuchara mi abuela, María Orlich. Mi nona. Conforme avanzábamos muy lentamente hacia el ático, las tablas temblaban y crujían y aumentaba la ansiedad por los bichos y las formas aterradoras que nos esperaban. Al llegar arriba, hacia la izquierda, estaban los libros y las colecciones de insectos, los diarios de viaje y artículos científicos de mi bisabuelo. Hacia la derecha había repisas y estantes que albergaban la interminable colección de gallos de mi abuelo.
Antes de bajar, un requisito indispensable era tocar los gallos. Tocarlos, jamás sacarlos, o mi abuela nos descubriría. Cuando mis primos bajaban yo iba hacia el lado izquierdo, sacaba con cuidado las colecciones de insectos, la mayoría sin patitas o alitas, los minerales y rocas en cajitas con nombre, y los diarios de viaje, cargados de aventuras. Entonces descubrí un mundo de volcanes y plantas, de pueblos indígenas y de viajes interminables, como los que ya nadie hace.
Después de la muerte de mi abuelo, Fidel Tristán Castro, hace unos 45 años, todos estos documentos fueron donados al Archivo Nacional. En 2018, la Editorial de la UNED publicó un libro que recopila algunos de los viajes de mi bisabuelo, José Fidel Tristán Fernández, en un libro titulado Excursiones a Guanacaste (1903-1922) y Golfo Dulce (1913). Queda aún un tesoro de fotografías y relatos de otros viajes que ocurrieron en una Costa Rica salvaje e indómita, muy distinta a la que tenemos hoy.
Hace pocos años, mi prima y su esposo renovaron la casa de mis abuelos. Eliminaron el ático porque había sido una ocurrencia ingenieril y de milagro nunca había colapsado. Aunque, nunca supimos por qué mi abuela no nos dejaba subir ahí, seguramente temía que nos cayéramos sobre la sala con todo y los libros y los gallos y los viajes, mientras ellos tertuliaban. ¡Qué suerte que no supo que algunas veces, cuando los adultos estaban en el patio, brincábamos juntos para oír la casa resonar! Jamás olvidaré ese sonido.
Sobre la casa, sobre casas entrañables como la de mis abuelos, sobre su relación con la memoria y la nostalgia, sobre las diferencias entre las casas del Valle Central y las de las costas, sobre la importancia de tener un árbol en la casa y sobre la obra del escritor Gaston Bachelard, entre muchos otros temas, conversaron en La Telaraña la artista visual Loida Pretiz, el filósofo Alexander Jiménez y Jurgen Ureña, cineasta y conductor del programa. ¡No se la pierdan!
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