El jaguar es un cazador que preserva la vida de los bosques donde habita. Para muchos pueblos originarios, el jaguar es un protector de la selva. Caza a otros animales para contener sus poblaciones y mantener el equilibrio de ese sistema natural que entendemos tan poco y del cual dependemos tanto. Los ciclos del agua, el aire, la comida, las semillas, el polen y las cantidades de individuos de cada especie… un andamiaje de pesos y contrapesos que el ser humano jamás ha podido emular con éxito. En la mayoría de los casos, le ha quedado más fácil destruirlo.
En el igualmente delicado y amenazado equilibrio de la división de poderes, ciertas entidades cumplen las funciones de contener el crecimiento excesivo de otras o sujetar sus acciones y alcances, sobre todo si estas no están a derecho.
Rodrigo Chaves, que todo lo interpreta como un ataque personal, que todo lo convierte en una afrenta a su ego y todo lo resuelve con una vendetta, ahora dirige sus tiros contra uno de esos verdaderos jaguares del ecosistema político nacional: la Contraloría General de la República; que no le permite hacer lo que se le antoje y que, aún más doloroso, es liderada por una mujer que lo hizo quedar mal en el terreno donde Chaves suele desempeñarse mejor: el show mediático. Me refiero, desde luego, a aquella infame reunión transmitida a todo el país en la que Chaves usó tantas veces la fórmula del debido respeto cuando es claro que tiene cualquier cosa menos respeto para la contralora y sus funciones.
Chaves pidió que nadie llegara a decir que la mal llamada ley jaguar persigue una reducción de las potestades del ente contralor y, con una habilidad narrativa que yo me deseara para mis cuentos, acomodó su discurso para decir prácticamente lo contrario de lo que el proyecto pretende. Pero hemos de decir fuerte y claro que su proyecto de ley es precisamente un intento de extinguir al jaguar que no lo deja crecer a sus anchas.
Una ley cuyo título ya de entrada es un insulto para nuestro Protector de los Bosques. Una ley que terminó siendo una caricatura de lo que había anunciado Chaves con voz tonante en su discurso del 2 de mayo ante la Asamblea Legislativa. Ya uno de los diputados la calificó de “gatito” en vez de “jaguar” por no incluir la mayoría de los temas que Chaves había anticipado para el referéndum: las jornadas laborales de doce horas, la venta del BCR, la apertura del mercado eléctrico, las reformas a los ministerios y un pretencioso etcétera que igual no hubiera cumplido con la Ley de Referéndum, ya que esta no permite proyectos tipo combo. ¡Es que cómo debe de dolerle a Chaves que haya cosas que no le permiten hacer cosas! No omito decir que esto de llamarle “gatito” a la ley también me parece ofensivo para los felinos. Como sea, estas referencias al tamaño y la fuerza física, tanto de un lado como de otro, siguen siendo patanadas machistas.
Una ley que se presenta para referéndum por dos vías: la Asamblea Legislativa y la iniciativa popular, también mal llamada así porque en realidad es iniciativa de Chaves. Es claro para todo el mundo que la vía legislativa tiene pocas posibilidades de éxito y Chaves confía en su popularidad para aprobar el referéndum de la otra forma.
La vía legislativa huele más a un intento de desacreditar a los diputados cuando estos, muy probablemente, rechacen el referéndum y Chaves pueda seguir posicionando su discurso de que no lo dejan gobernar, de que él iba a comerse la bronca… pero no lo dejan. Y tampoco sería raro que la vía seudopopular tenga el mismo fin: cuando la iniciativa no supere el escollo constitucional, Chaves podrá decir que le ponen trabas a la voluntad del pueblo y comenzará a rugir para que el pueblo recupere su soberanía en las próximas elecciones.
Chaves quiere rugir como jaguar y algo he de concederle: se ha dedicado a rugir y le queda bien. Pero, aparte de eso, es poco lo que ha hecho. Su gobierno se ha ido en pleitos, vendettas y un daño cultural grave en el sector público, donde ha impulsado la violencia institucional hacia las diferentes jefaturas, las cuales, a su vez, la ejercen hacia los subalternos.
Ojalá rugiera así Chaves con la delincuencia, ojalá se ensañara con los criminales como lo hace con sus adversarios; pero malas noticias para los que quieren al Bukele tico: a Chaves no le interesa la crisis de inseguridad. Ni a él ni a sus seguidores, que incluso la niegan. Es un falso jaguar al que no le interesa proteger la selva. Él llegó a la presidencia de la república a hacer negocios y favores. Por eso detesta la división de poderes que no lo deja hacer lo que quiera y en eso sí pretende ser un Bukele: en su afán por destruir el equilibrio político.
Cierto que es un equilibrio lejos de ser perfecto y ha fallado en incontables ocasiones, pero sus fallas se deben precisamente a aquellos que violan las leyes y fracturan el Estado de derecho. Y aunque Chaves se ha dado gustos hablando en contra de esos “de antes”, ahora con su matráfula del referéndum quiere no solo romper el equilibrio, sino arrasar con el ecosistema. Prefiere destruir el bosque antes que dejárselo a los monitos o a cualquiera que no sea él.
Usa al jaguar para hacer alarde, pero su verdadera intención es matarlo.
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