Cuando uno ve el gráfico anterior lo primero que hace es preguntarse, ¿qué estamos haciendo mal? Para aclarar el por qué de la pregunta, tomamos a los 4 países que trabajan menos y más horas de los países OCDE y presentamos sus salarios promedio anuales en dólares (2022).
Los países en desarrollo de América Latina son los que más horas “trabajan”, pero son los que menos ganan. Este es un ejemplo claro de que más no necesariamente es mejor. ¿Qué hicieron los países industriales europeos que nosotros no hemos hecho?
La apuesta original era que, en una economía crecientemente industrial, el cambio tecnológico haría que podamos hacer más con menos, de forma que la automatización reemplazaría el trabajo duro en el campo, la industria, etc., y en algún momento, trabajaríamos menos y descansaríamos más.
Probablemente es lo que pasó en los países industrializados de Europa. Pero América Latina nunca se industrializó al nivel de los países hoy desarrollados, pasamos de una economía semiindustrial (o de industrias básicas) a una de servicios. Además, en los países desarrollados hay muchos empleos “de oficina”, mientras que en los países en desarrollo hay muchos empleos “de intermediación”, es decir, de actividades comerciales o de servicios (de los que no crean cosas). Adicionalmente, muchos de estos empleos son de la economía informal; es decir, poco calificados y con ello, mal pagados. En ese rumbo, nos desviamos completamente de los países desarrollados. Sin formalidad, el cambio técnico es mucho más lento, y las aspiraciones de una vida mejor, más lejanas.
De otro lado, en la “economía formal” las organizaciones crearon a los directivos (ejecutivos), como responsables de hacer que las empresas mejoren su productividad, reduzcan sus costos e incrementen las ganancias. Además, se desarrolló una burocracia intermedia con nombres de puestos pomposos que crearon una serie de rutinas que buscaban cierto orden o estructura, pero que finalmente no aportaron a los objetivos de los ejecutivos, o bien se desviaron de estos objetivos (como en el caso del modelo del principal y el agente). Y por ello se establecen las reorganizaciones o cambios organizacionales.
Mientras tanto, la economía se hace más ruinosa, las personas requieren de más de un trabajo para poder satisfacer los requerimientos mínimos de las familias. Y si son de la economía informal, dos o más, o bien, muchas más horas de trabajo.
Consecuencia de lo anterior, cuando se indaga sobre la conducta de los trabajadores —en empresas formales— respecto de su estado de ánimo, muchas veces señalan que se sienten insatisfechos, poco motivados, frustrados. Sin embargo, en un día común, los trabajadores aparentan estar contentos, productivos, felices, ¡todo bien! Pero el ambiente que viven en sus organizaciones, la incertidumbre que generan las reorganizaciones nunca es parte de los análisis de clima organizacional. ¿Cómo puede entonces aumentar la productividad? Si a ello le agregamos que los salarios solo alcanzan —en la mayor parte de los casos— para pagar cuentas y alimentarse, ¿Cómo generamos los incentivos para ser más productivos? Solo veamos la situación de los llamados “working poor”, trabajadores con empleos formales, pero con salarios que son insuficientes para llegar a fin de mes.
El resultado de estos estos escenarios es que las personas trabajan mucho, pero hacen poco, lo cual genera consecuencias en sus propias vidas. Se las pasan haciendo informes, evaluaciones, reuniones, más reuniones. Finalmente, trabajan muchas horas, muchas más que los países desarrollados, pero ganan mucho menos. Y las organizaciones “dicen” que hacen muchas cosas, pero no se generan resultados. Se engañan a ellas mismas.
Nota importante: Por supuesto, también existen las empresas “eficientes”, que trabajan por objetivos. De hecho, ellas cambiaron la cultura organizacional y laboral en muchos sectores de la economía, pero en espacios reducidos. No es el caso general, sino el particular. Nuestras empresas siguen siendo jerárquicas, y aunque adopten “formas” de empresas modernas, sus estructuras se encuentran anquilosadas en prácticas verticales disfrazadas de modernidad.
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