En un mundo donde la hambruna persiste y más de 735 millones de personas luchan diariamente contra la malnutrición, según el informe del Índice Global del Hambre (GHI por sus siglas en inglés), es evidente que las estrategias actuales no han logrado avanzar significativamente desde 2015. La seguridad alimentaria se ve amenazada por diversos factores, desde conflictos armados hasta la crisis económica derivada de la pandemia del COVID-19 y los impactos del cambio climático, que incluyen sequías, inundaciones y cambios bruscos en los patrones climáticos.

En este contexto, surge la necesidad imperante de adoptar enfoques más holísticos y sostenibles, y es aquí donde la regeneración se presenta como una alternativa crucial. Aunque el término "agricultura regenerativa" se acuñó en los años 80, es en la última década que ha cobrado fuerza como una respuesta multifacética a los desafíos contemporáneos.

Este enfoque no se limita únicamente a la agricultura; la regeneración radica en su capacidad para abordar simultáneamente los aspectos económicos, sociales y empresariales, reconociendo que la salud de la tierra está intrínsecamente ligada a la salud de estos sistemas interconectados. La regeneración busca resultados positivos y sostenibles que no solo sean beneficiosos para el entorno natural, sino también para las comunidades y la viabilidad económica a largo plazo a través de ingresos estables y rentabilidad a largo plazo. Esto se traduce en la capacidad de los agricultores y empresas para mantenerse financieramente saludables mientras contribuyen a la regeneración de la tierra.

Uno de los pilares fundamentales de la agricultura regenerativa es la revitalización de la tierra misma. Se busca aumentar la biodiversidad y mejorar la retención de agua para fortalecer la resiliencia frente a los efectos del cambio climático. Este enfoque va más allá de simplemente producir alimentos; es un acto de restauración de la salud del suelo y la promoción de sistemas agrícolas más sostenibles. De las 4.79 billones de hectáreas agrícolas a nivel mundial, solo poco más de 1 millón de hectáreas (cerca del 0.02%) están en modelos de regeneración. 

La situación actual, marcada por la guerra en Ucrania, la recesión económica provocada por la pandemia y los desafíos climáticos destaca la urgencia de abrazar la regeneración como una solución integral. No solo como una práctica agrícola, sino como un paradigma económico y social que busca la resiliencia. La capacidad de resistir, innovar y anticipar los desafíos de la vida se convierte en un valor fundamental en la regeneración.

En un mundo donde la cifra de personas mal alimentadas sigue en aumento, la regeneración emerge como un faro de esperanza y acción. Es el momento de mirar más allá de las prácticas convencionales y abrazar un enfoque que no solo alimente a la población, sino que también regenere nuestra tierra y fomente un futuro sostenible y próspero para todos. La regeneración es el camino hacia la resiliencia, la innovación y la superación de los desafíos que la vida nos presenta.

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