Cada año, el 8 de marzo marca el Día Internacional de la Mujer, esta fecha constituye una jornada de reivindicación que conmemora la lucha de las mujeres por la igualdad de derechos, la justicia y la equidad de género. Además, es una ocasión para reflexionar sobre los desafíos y luchas continuas que enfrentamos desde todas nuestras diferentes perspectivas. Este día debe ser para reconocer que la igualdad de género no es solo un objetivo moral, sino también una necesidad económica y social.

Tomar mi computadora y escribir sobre esto en definitiva me obliga a reflexionar sobre mis privilegios. En mi caso, tuve la oportunidad de estudiar, ir a la universidad, tener mi carrera profesional a una corta edad y desempeñarme laboralmente en lo que me apasiona. Pero en mi sangre corren los genes de mujeres que no tuvieron la misma suerte que yo, que ocuparon espacios llenos de violencia y miedo, que se vieron obligadas a bajar la mirada y soportar humillaciones para sacar a sus familias adelante, por ellas es que hoy escribo. El hecho de que yo pueda narrar historias muy distintas a las de mis ancestras, no quiere decir que no sea mi deber tomar estos espacios para resaltar otras realidades que hoy por hoy se esconden detrás del rostro de muchísimas mujeres.

Dicho esto, hablemos por el fondo. Históricamente, las mujeres hemos sido excluidas y marginadas en muchos aspectos de la sociedad, incluidos el acceso a la educación, la participación política y, fundamentalmente, la igualdad económica. Aunque se han logrado avances significativos en estas áreas, persisten disparidades profundas y arraigadas. La brecha salarial de género, la falta de representación en puestos de liderazgo y la inequidad en el acceso a servicios básicos son solo algunos de los desafíos que las mujeres enfrentamos en todo el mundo.

El lema de este año de la Organización de las Naciones Unidas es «Financiar los derechos de las mujeres para acelerar la igualdad». Esta organización señala que: “uno de los principales obstáculos para lograr la igualdad de género en 2030  es la alarmante falta de financiamiento,  en las medidas destinadas a alcanzar la igualdad de género”.

En esta línea es importante destacar que el financiamiento de los derechos de las mujeres es fundamental para abordar estas disparidades de manera efectiva. Esto implica no solo asignar recursos financieros adecuados, sino también diseñar políticas y programas que aborden directamente las necesidades y los desafíos específicos que enfrentamos las mujeres en todas las esferas de la vida. Aquí es donde reside el verdadero potencial para acelerar el progreso hacia la igualdad y equidad de género.

El año pasado el Programa Estado de la Nación (PEN) resaltó la urgencia de reducir la brecha de género en el mundo laboral. Según los datos del PEN, para el periodo comprendido entre el 2001 y el 2019, las mujeres ganaban en promedio 9,7% menos que los hombres, desempeñando ambos trabajos similares. Para el año 2021 se identificó que en el grupo de personas con menores ingresos las mujeres ganan un 20% menos que los hombres.

Si hablamos sobre la tasa neta de participación por sexo, la encuesta continua de empleo del INEC expuso que para el tercer trimestre el año anterior, este indicador se estimó en un 68.1% para los hombres mientras para mujeres fue tan solo de un 40,5%.

Con respecto a la tasa de desempleo, en el caso de los hombres en este tercer trimestre 2023 fue de 7,5%, disminuyó en 1,3 p.p., mientras que la tasa de desempleo de las mujeres fue de 9,0%, disminuyó en 7,5 p.p., por sexo este indicador presentó variación estadísticamente significativa, en comparación con el tercer trimestre del periodo anterior.

Es una realidad que la mayoría de las personas fuera de la fuerza de trabajo son mujeres. Cerca del 50% de estas, no tienen dentro de sus posibilidades trabajar remuneradamente, o al menos buscar activamente un empleo, debido a funciones y responsabilidades asociadas al cuido. En los hombres esta razón representa apenas un 3%. En esta línea comparto lo señalado por el PEN, mientras no se logre consolidar una oferta universal de la Red de Cuido, que incentive la autonomía económica de las mujeres, la desigual distribución del trabajo doméstico no remunerado seguirá siendo una limitante para mayores aumentos de la inserción en el mercado de trabajo, especialmente en el grupo de mujeres de baja remuneración y con pocas redes de apoyo familiar y social alrededor. El financiamiento a estos programas es una necesidad.

Y si hablamos de necesidades de financiamiento y capacitación, podríamos gastarnos páginas enteras hablando sobre el sistema de salud existente desde la atención maternal y reproductiva hasta la salud mental y la prevención de la violencia de género, es fundamental invertir en programas y servicios que aborden estas necesidades de manera integral y sensible al género.

Esto puede incluir la expansión de la cobertura de salud sexual y reproductiva, la capacitación de profesionales de la salud en la atención centrada en el género y la promoción de la salud mental y el bienestar emocional de las mujeres y las niñas. También es crucial abordar los determinantes sociales de la salud, como la pobreza, la discriminación y la violencia de género, que tienen un impacto significativo en la salud y el bienestar de las mujeres en todo el mundo.

El empoderamiento económico de las mujeres es otro aspecto fundamental de la igualdad de género que requiere una inversión significativa. Muchas mujeres continúan enfrentando barreras sistémicas en el acceso a la tenencia de la tierra, el acceso al crédito y otros recursos económicos, esto particularmente en las zonas rurales. Esto limita su capacidad para generar ingresos, tomar decisiones autónomas sobre su vida y participar plenamente en la vida económica de sus comunidades.

Para abordar estas desigualdades económicas, es necesario invertir en programas y políticas que promuevan el empoderamiento económico de las mujeres. Esto puede incluir el acceso a servicios financieros inclusivos, como microcréditos y cuentas de ahorro, la capacitación en habilidades empresariales y de liderazgo, y la eliminación de barreras que limitan la participación de las mujeres en la economía formal.

Además de invertir en áreas específicas como la educación, la salud y el empoderamiento económico, también es fundamental abordar las causas subyacentes de la desigualdad de género, como las normas sociales discriminatorias, las estructuras de poder desiguales y la falta de representación de las mujeres en la toma de decisiones. Esto requiere un enfoque integral y multisectorial que involucre a gobiernos, organizaciones internacionales, el sector privado y la sociedad civil en todos los niveles. Es un hecho que algo se ha avanzado, es un hecho que cada vez la sociedad lo demanda más pero también es un hecho de que el camino es largo por delante.

Que este 8M sea una oportunidad para que el Estado y la sociedad en general escuchen las miles de voces de las mujeres, representadas desde las diferentes aristas del feminismo, que exigen el cumplimiento del compromiso de trabajar hacia un futuro más equitativo y justo para todas las personas.

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