Para usted, ¿qué es un buen ciudadano(a)? quizás parezca obvia la respuesta, posiblemente, pensaría en una persona que paga puntualmente sus impuestos, ejerce el sufragio cada vez que hay elecciones electorales, es respetuoso con sus vecinos, es tolerante, asiste a las fiestas patrióticas, respeta la autoridad civil y es amante de la patria.
Lo anterior, denota las características deseables de un ciudadano promedio que cualquier estado nacional formaría. Lo cierto del caso es que, en lo pragmático, no todas las personas cumplen fielmente con la anterior descripción. Por ejemplo, en las pasadas elecciones municipales del presente año, el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), dio a conocer los primeros cortes, con una cifra desalentadora de un 68,07% de abstencionismo, lo cual resulta preocupante para un país que debería preservar la democracia.
Por tanto, cabría plantearse las siguientes interrogantes: ¿Qué se necesita para ser un buen ciudadano(a)?, ¿cómo lograr una ciudadanía activa, crítica y responsable?, ¿qué es o para quién es un buen ciudadano?
Para responder las anteriores interrogantes, es necesario analizar y reflexionar el tipo de ciudadanía que se está formando en la actualidad, ¿qué tan enserio se toman las personas este concepto de ciudadanía?, por ejemplo, la Constitución Política de Costa Rica, en su artículo 90 bajo el título VIII define que, ciudadanía se entiende como el conjunto de derechos y deberes políticos que corresponden a todas aquellas personas a partir de los 18 años.
Por lo tanto, una persona debería ser consciente de su responsabilidad ante la sociedad que lo rodea, y la importancia de participar activamente en la resolución de los problemas que aquejan a su comunidad, y ejercer una ciudadanía activa y participativa. Pero ¿cómo lograrlo?
La educación: un camino para la construcción de una ciudadanía activa y participativa
Actualmente, la educación nacional está atravesando un momento con muchas turbulencias que repercute en el desarrollo de habilidades y aprendizajes. En este sentido, el Octavo Informe de la Educación (2021) señala que, entre los años 2018 – 2021 existió un retroceso que comprometió el desarrollo de habilidades y competencias fundamentales para el desarrollo tanto del país como de la democracia.
Asimismo, el Noveno Estado de la Educación (2023), reveló que el “apagón educativo” afecto a toda una generación de estudiantes que perdieron aprendizajes fundamentales de los programas de estudio creados en los últimos 15 años.
Ante esta realidad, es urgente reflexionar el papel que debe cumplir los centros educativos en la actualidad, y su importancia en la construcción de una ciudadanía crítica, más allá de cumplir de manera mecanizada lo que esta prescrito en el currículo educativo. Es necesario dotar a los estudiantes de un tipo de pensamiento que les permita comprender, que son actores sociales del mundo que los rodea, y por lo cual, deben interactuar en él.
Tanto la primaria, como la secundaria y las distintas modalidades del sector público educativo, deben enseñar para la vida, y no limitarse a enseñar solo para una evaluación de una examen parcial o trimestral, cuyo contenido quizás se olvide al cabo de algunas horas o días.
Es necesario que, los que se dedican al magisterio, piensen y reflexionen detenidamente en dos aspectos fundamentales: la visión educativa que aplican en los salones de clase, y el tipo de ciudadano que están formando desde las aulas de los centros educativos.
Lo anterior, tiene implicaciones que subyacen en el futuro, ¿por qué?, bueno en primera instancia, la visión educativa que adquiera un maestro(a), es la que marcará el rumbo de su práctica docente en el aula, es decir: los profesores(as) deben realizar un auto examen y pensar; ¿mi visión educativa se limita solo a ser un reproductor del currículo y no un maestro reflexivo del currículo?, ¿mi práctica educativa se limita solo a trasmitir la información de un libro de texto, cumplir con el programa de estudio y realizar evaluaciones de forma plana o estéril, sin tomar en cuenta que la educación es humanista? o más bien, ¿enseño a los estudiantes a cuestionar, a pensar por si mismos y no a repetir lo que dice un libro? Lo anterior, es fundamental si se quiere ir por la ruta de una ciudadanía critica, activa y participativa.
Una ciudadanía peligrosa
Una ciudadanía peligrosa, pero ¿para quién?, ¿será acaso una ciudadanía peligrosa para las clases gobernantes que desean un tipo de ciudadano pasivo que no cuestione y no interactúe como un agente de cambio social?, ¿qué solo se limite al cumplimiento básico requerido de un ciudadano?
Autores como Wayne Ross y Kevin D. Vinson, desarrollaron el concepto de una ciudadanía peligrosa, es decir: una ciudadanía con la capacidad de tener un pensamiento crítico, reconocer las injusticias, que se tome en serio las desigualdades económicas, sociales y poder cuestionar con valor las estructuras jerárquicas, en pro de la justicia social, que denuncien los actos de corrupción. Ross y Vinson nos proponen que la ciudadanía peligrosa se articula de tres elementos fundamentales: participación política, consciencia crítica y acción intencional.
Por lo tanto, es necesario, enseñar para resolver problemas cotidianos desde las aulas, ¿cómo? traer a la realidad la materia o asignatura que se esté impartido, es decir; buscar una aplicación práctica. Es imperativo, cerrar esa brecha entre aula y la vida real, se requiere de una ciudadanía que no se ampare en el individualismo, sino en la práctica de la justicia social.
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