Me permito compartir con ustedes una de las experiencias más inéditas y valiosas que me han enriquecido como profesional, tanto en el ámbito de lo sociopolítico, pero también en el ejercicio mismo del activismo. Lo anterior en razón de que tuve el honor de ser uno de los 22 jóvenes líderes de la región de Latinoamérica que fueron seleccionados —en representación de Costa Rica—, para ser parte del Campus de Jóvenes Líderes PPI 2024 que obedece al Programa Regional de Participación Política Indígena (PPI) de la Fundación Konrad Adenauer Stiftung (KAS).
Parafraseando a Ignacio Bacarreza, coordinador regional del PPI, este programa a grandes rasgos “busca reunir y/o acercar a jóvenes indígenas y no indígenas en un espacio que promueva la construcción de la agenda indígena regional, a través de la interculturalidad y del contexto social para crear puentes de diálogo con el fin de que todas las poblaciones originarias de Latinoamérica se reconozcan como uno solo, y así poder trabajar por una causa en común a futuro”.
Este programa conllevó, desde talleres y análisis que fueron moderados por diversos expertos en la materia de derechos humanos y ambiente, hasta un trabajo de campo que nos permitió conocer acerca de la cultura Shipibo-Konibo en la comunidad de Cantagallo, ubicada en las faldas del cerro San Cristóbal y cerca de la rivera del Río Rimac en Lima, Perú.
Para conocer de la historia de Cantagallo, hace falta remontarse al año 2000, año en que varios miembros de la cultura Shipibo-Konibo llegaron de Ucayali a Lima para participar en la mítica “Marcha de los Cuatro Suyos” que buscaba defender la democracia en el Perú, tras las claras intenciones por parte de Alberto Fijumori de tomar inconstitucionalmente el poder en una tercera ocasión.
Posiblemente, luego de este acontecimiento político de tanta efervescencia social es que se establecen al menos 14 familias en lo que hoy es Cantagallo. Una comunidad que refleja su arte a través de inéditas expresiones artísticas y muralistas, que destacan por su particular belleza identitaria y sus características en patrones geométricos. El arte es la forma es que esta comunidad comparte su cosmovisión, cultura y conocimientos ancestrales. Cada boceto y mural pintado, representa un significado diferente en composición y colores, pero muy sólidos en lo que a visión compartida y sentido de pertenencia refiere.
Sin embargo, las expresiones y la naturaleza emprendedora que los distingue se ven opacadas por la marginada y vulnerada situación socioeconómica que les atañe desde hace 20 años. Los constantes recortes por parte de SEDAPAL (institución rectora en materia de agua) y la escasez misma, representan un serio problema, pues según nos manifestaron algunos líderes indígenas de este poblado, el Gobierno Local no provee el abastecimiento indispensable para subsistir y realizar las actividades diarias. Sus caminos en tierra, la falta de servicios públicos esenciales y las condiciones habitacionales demuestran un total abandono a esta comunidad por parte de las autoridades políticas. El aumento demográfico exige una mayor intervención estatal que vaya acorde a la satisfacción de necesidades básicas para promover el desarrollo y reducir la desigualdad palpable.
Cantagallo y sus pobladores nos demostraron en la visita que realizamos, lo mejor de sus raíces y orígenes ancestrales. Mujeres artesanas que son pilares en la economía del poblado, que logran recaudar algunos ingresos a través de la venta de sus artesanías confeccionadas a mano, de las telas producidas a partir de extensos y rigurosos procedimientos y por último, de los murales expresados a lo largo y ancho de la ciudad.
Sin duda, esta experiencia vivida a todo color, nos permite conocer aquellos lugares donde ciertamente no llega el foco mediático de interés público y nos corresponde a nosotros, los agentes de cambio, alzar la voz e incidir, con el propósito de revalorizar y reivindicar los derechos de las comunidades más vulnerables.
Por otro lado, a lo largo del programa abordamos temáticas de gran relevancia que están compaginadas a la agenda ambiental y a su impacto en las poblaciones indígenas de la región, donde logramos identificar algunos factores que influyen en una agenda global y otra regional. La primera por factores como la crisis climática, la contaminación por plásticos y la pérdida de la biodiversidad, etc. Mientras que la segunda, asociada a la contaminación hídrica, del aire, de los suelos, el mal manejo de los residuos sólidos, la alta deforestación y los incendios forestales.
La construcción de la agenda ambiental debe ser ideada y ejecutada desde la visión de responder a las necesidades inminentes de la región. El cambio climático es una temática que ha sido abrazada por la comunidad internacional desde diferentes foros y ámbitos de aplicación, no obstante, debemos comprender que el cambio climático no es solo ambiental, sino político, social y económico.
Los derechos humanos no pueden pasar por desapercibidos en este artículo, pues el Estado, cumple un rol imperante en el marco de este tema. Su función debe orientarse a garantizar y protegerlos ante cualquier forma o situación que los ponga en detrimento.
La agenda indígena se configura a partir de diferentes ejes, como el de políticas públicas; donde encontramos instrumentos jurídicos como el convenio 169 de la OIT, educación, salud y género. En el eje de política medio ambiental; donde encontramos la defensa y autonomía del territorio, la contaminación y la deforestación. En el eje jurídico; aquellos temas relacionados a la consulta previa, pluralismo y marcos jurídicos y finalmente el eje de participación política; donde impera la representación y los partidos políticos.
En la región, los datos son tentativamente precisos en cuanto a cantidad de población indígena. Países como México, Colombia, Guatemala, Perú y Bolivia son los que encabezan la estadística con mayor población total. No obstante, Chile, Ecuador, Argentina, Brasil, Panamá y Costa Rica también presentan porcentajes significativos de población indígena. En total, se ha logrado identificar al menos 826 pueblos indígenas que representan el 8% de la población total de Latinoamérica y logrando determinar aproximadamente más de 422 lenguas.
Refiriéndome al PPI, puedo dar certeza que es de los programas regionales que más ha calado en mi vida. Tener la oportunidad de compartir con personas jóvenes de Latinoamérica, donde se confluye una gran cantidad de culturas, pensamientos ideológicos y conocimientos que de pronto pueden ser variados, pero muy hermandados en lo que a cosmovisiones regionales refiere.
Jóvenes líderes, con un extraordinario potencial y con perfiles profesionales de gran valor que aportan y nutren al desarrollo del Programa de Participación Política Indígena. Muchos de ellos (as) con una ambiciosa carrera por delante que deberán perfeccionar con los años para convertirse en los futuros protagonistas que merece nuestra región.
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