En un artículo anterior mencioné el contexto de la influencia iraní en el caos y activación de redes de radicalismo en la zona del “Creciente chiita”, es decir, las zonas cercanas al Levante Mediterráneo, regiones cercanas al Golfo Pérsico, los accesos al Mar Rojo y el Canal de Suez y las fronteras de Siria, Líbano y los territorios palestinos, es decir, todos los sitios donde los iraníes han impulsado su agenda islamista desde una perspectiva militar planteada desde hace algunos años con componentes de corte ideológico.

El Dr. Amr Yossef planteaba en un artículo para el Think Tank Middle East Institute (2019), que la doctrina militar actual del gobierno iraní se trata de una “defensa avanzada” ofensiva, lo cual se resume en el uso de ataques preventivos con la intención de dañar o de golpear por adelantado a un enemigo, trasladando los focos de tensión lejos de su frontera y llevándolos cerca de los límites fronterizos de un enemigo, en un modelo de guerra híbrida donde se combina el uso de grupos regulares, organizaciones irregulares y los entornos urbanos, la guerra cibernética y el espionaje que puedan funcionar como elementos disuasivos para afectar las posibilidades de respuesta del adversario, dentro de las dimensiones explicadas por el experto en la labor del Estado iraní, la idea central es evitar a toda costa que la guerra llegue hasta Irán propiamente.

La naturaleza transnacional de la política iraní lleva a reforzar grupos en otros países y de ese modo inclusive controlan la política interna como ocurre en el Líbano o se transforma en un elemento de inestabilidad como pasa con Yemen, Siria, Irak y los territorios palestinos. En cada uno de estos lugares han invertido fuertes sumas de dinero, han movido armas y han exportado su modelo ideológico creando una red de fuerzas con musulmanes chiitas incluidos lugares como Pakistán, Afganistán, en la frontera con Azerbaiyán y otros lugares donde puedan tener ese factor ideológico presente.

También, apoyan redes paramilitares en otras regiones, tales como grupos vinculados al Hezbollah en América Latina, señalado así por varios analistas, como el asesor estadounidense Jeffrey D. Gordon que en un artículo del año 2018 para el Washington Post señaló la presencia del grupo islamista patrocinado por Irán en países tales como Venezuela, Bolivia, Paraguay, Panamá, entre otros.

Además, se conoce la presencia islamista en la triple frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina, entendiendo que el modelo implementado es de exportación generando zonas calientes de conflicto en zonas grises en la que se ejerce coerción para influir y obtener ventajas, evitando al mismo tiempo la escalada y las severas represalias en su propia zona, tal y como lo señaló el propio Yossef mencionando al analista en inteligencia Steven R. Ward en un documento del año 2005.

Además, preocupa el movimiento iraní en Latinoamérica como el constante movimiento en territorio venezolano de figuras vinculadas a Teherán, así como el uso de la isla Margarita como espacio para el tráfico internacional de drogas que mantendría negocios con el Hezbollah. De igual manera la importancia de la embajada iraní en Managua o los fuertes vínculos del régimen de los Ayatolas con el gobierno del presidente Lula Da Silva en Brasil.

Si bien se ha señalado a Irán como enemigo de los Estados Unidos y del Estado de Israel, lo cual ellos mismos mencionan constantemente, pero la lista de países que tienen problemas por la política iraní es mucho más amplia, esto porque las alianzas del gobierno de Teherán los lleva a impulsar alianzas con potencias importantes tales como China y Rusia, que a pesar de tener diferencias ideológicas con Teherán aprovechan su condición como Estado periférico para promover sus propias doctrinas con respecto al Medio Oriente.

Lo anterior incluiría posicionamiento estratégico, acceso al mercado de hidrocarburos, del cual el gobierno de Beijing es el máximo consumidor global, por lo que firmaron un acuerdo de veinticinco años con el gobierno iraní que incluiría aspectos de infraestructura, recursos estratégicos y hasta elementos militares, este último aspecto aun no impulsado adecuada mente.

También, hay un impulso en lo relacionado con el mercado de las armas, principalmente con Rusia, tal y como lo explicó el analista de Medio Oriente para Forbes, Paul Iddon en un artículo de noviembre 2023. Este acuerdo permite la exportación de cazas y sistemas de defensa de Moscú hacia Teherán, mientras los iraníes proveen drones suicidas y otro equipamiento de emergencia a los rusos para su guerra contra Ucrania, acuerdo tripartito que ha sumado también al gobierno norcoreano.

La estrategia más peligrosa implementada por Irán es el desarrollo de energía nuclear que señalan sería para usos civiles, pero el progreso paralelo de sistemas balísticos y la posibilidad de obtener la tecnología necesaria para poseer los elementos de la triada nuclear; misiles tierra – aire de largo alcance, proyectiles para bombarderos y submarinos nucleares, ante lo cual de lograr este propósito no solo generaría tensiones sino que aumentaría las posibilidades de una carrera nuclear en la zona con otros países que se quieran sumar a este desarrollo como los casos de Arabia Saudita o Turquía, así como los que posee Israel desde hace décadas, lo que genera una sensación de caos global mucho mayor que el actual.

La política iraní  tiene importantes componentes estratégicos, pero queda pendiente explicar la situación ideológica, la cual será abordada en un próximo artículo desde la visión de la propaganda iraní, más los principios religiosos que impulsan su política exterior que afecta el universo de las tensiones donde el gobierno de Teherán es un actor primario de la inestabilidad y la inseguridad del sistema internacional moderno, pese a que incluso y de manera irónica ha sido nombrado como presidente del Foro Social del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (CDHNU) pese a todo lo que pesa sobre ellos, pero de ese tema se hablará después.

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