La guerra de Israel contra el Hamás en la Franja de Gaza ha traído una serie de circunstancias anexas que han hecho más complejo el contexto del conflicto. Por lo general, los enfrentamientos entre israelíes y palestinos no se limitan a ambos actores en el contexto internacional, sino que se globaliza en cuanto a las reacciones a nivel internacional y la participación de actores del sistema global, entre países con intereses asociados a la zona, organismos internacionales y la prensa.

Es importante también señalar que el actual conflicto está pretendiendo cambiar la dinámica regional en cuanto a las nuevas alianzas logradas a través de los acuerdos abrahámicos y pretende no solo devolverle protagonismo a la causa palestina, sino además alejar a los países que han normalizado relaciones con Israel, ya sea, por la vía política o a través del caos. El gestor de esto es el gobierno de la República Islámica de Irán.

El patrocinio que el régimen de Teherán ha hecho a organizaciones islamistas en los últimos años ha generado inestabilidad en diferentes zonas de Medio Oriente donde pretenden contrarrestar el impulso de una alianza prooccidental con países del Golfo, del Levante Mediterráneo y a las puertas de África, así como impulsar su agenda en el llamado genocida a la destrucción del Estado de Israel.

De ese modo, no es de extrañarse que en el actual conflicto de Gaza que empezó en octubre de 2023 en conjunto con la violencia desatada en la zona palestina, se hayan activado también frentes militares en el Sur del Líbano, Yemen, Siria e incluso en Irak, lugares influenciados por el gobierno iraní a lo largo de los últimos años, lo que se ha llamado popularmente como el “creciente chiita” y que permite al régimen de los ayatolas inestabilizar zonas delicadas de control e influencia desde el Golfo Pérsico a través del estrecho de Ormuz, zonas cercanas al Mar de Arabia por medio de la influencia sobre las guerrillas hutíes, afectando el tránsito hacia el Canal de Suez, el traslado por el Golfo de Adén y las conexiones hacia el Océano Índico, así como el cuerno africano.

Por el otro lado, pretenden por medio de sus proxis romper la estabilidad en la frontera libanesa con Israel, lo mismo que en el sur de Siria y motivar enfrentamientos militares en los territorios palestinos a través de sus aliados como el Hamás y la Yihad Islámica palestina, promoviendo una lucha no solo militar, sino también ideológica por medio del islamismo radical que es combatido por diferentes países de la región donde su perspectiva política es mucho más laica, tales son los casos de Egipto o Jordania.

De igual manera, las relaciones iraníes con Argelia, tensa las relaciones con respecto a Marruecos por cuanto el gobierno de Teherán ha mostrado su respaldo tanto al gobierno de Argel como al Frente Polisario en su lucha por el Sahara Occidental. La República Islámica de Irán, por lo tanto, promueve una agenda islamista, antioccidental con el apoyo de países como Rusia y China que también mueven sus fichas para lograr vínculos que logren romper el bloque creado por Occidente por medio de la diplomacia económica y militar.

El gobierno iraní podría verse como el caballo en este ajedrez político en Medio Oriente pero con ínfulas de rey, ya que si bien su alianza con potencias globales como los gobiernos de Moscú y Beijing le son funcionales para alcanzar sus objetivos inmediatos, la perspectiva planteada por el gobierno de Teherán desde una lógica política y militar es imponer un modelo basado en la ideología islamista absolutista practicada por el clero iraní incluso en contra del liderazgo sunita que controla los lugares sagrados del islam hoy.

La guerra en Gaza es la continuidad del caos del conflicto imposible entre israelíes y palestinos, sin embargo, la internacionalización del enfrentamiento al resto de la región obedece a intereses más allá de la conformación de un Estado palestino independiente y señala el importante rol que ha asumido el gobierno iraní para lograr por medio de la causa palestina, promover su propia agenda y objetivos.

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