Un artículo publicado en meses recientes por The Atlantic titulado The New Old Age, revela que, cada año, diez millones de personas en Estados Unidos y Canadá alcanzan la edad de jubilación. Son personas que, en general, tienen resuelta su situación financiera, se encuentran en buena salud, tienen alegres metas sobre cómo quieren utilizar su tiempo cultivando pasatiempos, leyendo libros pendientes, viajando por el mundo y tomando café con amigos de antaño. Al cabo de unos meses de esta vida, empiezan a sentir una creciente ansiedad al percatarse de que tienen por delante décadas de vida saludable y lúcida y no saben qué hacer con ella.

La transición entre la vida laboral y la jubilación no debería implicar un corte abrupto ni un retiro, ni debería describirse de manera simple como pensionarse, algo que suena reactivo y enfocado sobre todo en el elemento financiero. Muchísima gente alcanza el esplendor de su vida en esos años posteriores a la terminación de sus obligaciones laborales. Más bien, debería convertirse en una oportunidad para cultivar un proceso de nuevo florecimiento para nuestro jardín interior y exterior.

Ochenta años atrás, la expectativa de vida general de la población era mucho menor a la actual. Muchos hombres trabajadores morían poco después de los 65 años. Hoy en día, en cambio, hombres y mujeres trabajadoras sobreviven la edad de jubilación por décadas, como dice el artículo citado. Esto, además, provoca una presión importante en los sistemas de pensiones, pues estas personas tienen el derecho de percibir una pensión por décadas, según continúa expandiéndose la expectativa de vida. Esto produce la peculiar paradoja de que, a mayor salud y longitud de vida, mayor el tiempo que debe pagarse la pensión.

¿Cómo debería estructurarse entonces un sistema de seguridad social y pensiones de manera que las personas vivan muchos años con mucha salud y que eso no provoque excesiva tensión en el modelo financiero de las pensiones? Ese es un problema que requiere ciencia y técnica de expertos como el Dr. Álvaro Ramos Chaves, profesional de clase mundial en el tema de pensiones. Es un deleite escucharlo discurrir sobre diagnósticos y soluciones a este tipo de problemática.

De vuelta al tema del bienestar en la jubilación, el Dr. Peter Attia en su más reciente libro, Outlive (traducido a español como Sin límites: la ciencia y el arte de la longevidad), recomienda asumir una posición proactiva respecto a la propia salud y a la medicina. No esperar a que nos llegue la enfermedad, sino adoptar hábitos de comportamiento que disminuyan de manera significativa la incidencia de enfermedades de alta mortalidad, que extiendan la edad a la que podrían aparecer, y que su nivel de gravedad también se vea aminorado. Por cierto, esta serie de hábitos proactivos de salud deben iniciarse décadas antes de que aparezcan las enfermedades. Adultos jóvenes, este es un llamado para ustedes.

La jubilación debería ser una ocasión propicia para identificar o descubrir un nuevo sentido de propósito en la vida. Suele suceder que el espacio mental y tiempo que tienen las personas en la jubilación les ofrece la posibilidad de repasar su vida e identificar actividades que han sido de interés por mucho tiempo, como cultivar alguna práctica artística o musical, emprender alguna actividad manual, volver a los estudios formales, adoptar hábitos de ejercicios que alguna vez se tuvieron. Propósito sería llevar esas actividades a un alto nivel de consistencia, alineados con el cultivo del bienestar y la presencia.

Puede pensarse con criterio estratégico sobre el legado que queremos dejar cuando nos hayamos retirado de esta densidad terrena, así como buscar claridad de lo que entendemos por éxito y significado, influencia e impacto, esencia y existencia. Así, la jubilación se traduce en una etapa de la vida que se vive de manera jubilosa, celebrándola y continuando el camino del florecimiento personal.

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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.