A lo lejos las luces parpadean y se desenfocan creando una atmósfera cálida y psicodélica, efecto bokeh por antonomasia, las campanas tintinean (posiblemente en el techo, cerca de la chimenea), en el ambiente suena la voz de Mariah Carey, expresa de forma alegre sus deseos navideños. Si, lo único que pide eres tú.
No sé bien ante qué instancia policial reportó Sabina el robo del mes de abril, pero deberíamos apersonarnos y hacer lo mismo con noviembre, porque, hoy por hoy, una vez que termina Halloween empieza la Navidad.
Ahora noviembre es nada más un corto puente de cascabeles que nos lleva a la tierra soñada de los regalos y las luces. Y sí, de alguna manera se comprimen dentro cosas como el pavo y el fútbol de la NFL y un black whatever (november, week, weekend, friday en el caso de los ortodoxos) y otras semi-festividades. Noviembre ahora es un mes fantasma, quizá por el embrujo del rey calabaza, Jack Skellington.
Así es, la desaparición del onceavo mes no es algo nuevo, ya había ocurrido antes. La primera vez registrada fue en 1993. Quedó documentada en la película The nightmare before Christmas, y corrió a cargo del director Henry Selick. Como Selick era un director desconocido (cobraría relevancia luego, con Coraline), la película ha pasado a la historia más por su productor y cerebro detrás de los personajes: Tim Burton. Tres décadas más tarde es una película de culto, como casi todas las que tocó la mano de Burton, y tiene su impronta clara: la oscuridad gótica, los protagonistas depresivos, las serpientes, el musical, etc..
La historia de Jack es como la de Hamlet, él es un rey sin interés en gobernar, un completo existencialista, un espíritu atormentado (literalmente, en todo el sentido). Jack se aburre, se siente vacío y en su desesperación encuentra que su misión es hacerse cargo de la navidad. Y de verdad lo hizo. Así es, amigos, Jack Skellington, el Rey Calabaza, inició los preparativos de navidad un primero de noviembre.
No hay que culpar a (otros) malignos entes incorpóreos como “el comercio”, “el consumismo” ni “el capitalismo”, quien decidió que ese lapso, entre Halloween y Navidad, debía llenarse con preparación de juguetes, confección de ropas coloridas, pulido de cascabeles y calentamiento de cuerdas vocales para los villancicos, quien inició la navidad antes de tiempo, fue Jack. Él fue quien borró noviembre del calendario, en su afán de darle sentido a su vida después de la muerte.
Ficciones aparte, en nuestra realidad igual que en el cine de Burton, la Navidad inicia el día siguiente a Halloween, algunos cautelosos dan unos días más, para recordar a todos los santos y a los fieles difuntos, pero apenas cumplido el requisito, se inician en el mundo los preparativos para la fiesta navideña.
En las fechas navideñas, la oferta gastronómica aumenta en cantidad y volumen, también en azúcares y grasas (se suma el atractivo visual de los colores y la escarcha), la gente se ceba sin medir consecuencias (sin medir circunferencias de cintura). Ya habrá tiempo de matricular el gym y bajar los tamales. Ante este exceso de alegrías y de comidas, tiene mucho sentido acelerar los procesos, ¿para qué esperar un mes completo?
Si se ve el vaso medio vacío, se puede pensar que nos robaron un mes del calendario para saciar al consumismo, si se considera medio lleno, se argumentará que nos adelantaron y extendieron la alegría festiva. Sea como sea, el vaso solo está “a medias”, y alguien (o algo), se ha encargado de esa mitad (sea vaciarla o llenarla), y ese alguien (o algo) es quien mueve los hilos, y posiblemente se trae algo entre manos. Pero, conspiraciones aparte, en apego al convencionalismo hay que sumarse al coro (como quien canta un villancico): feliz Navidad y felices fiestas.
Las luces se disipan en el horizonte, las campanillas resuenan suavemente, la voz potente y melismática mantiene, a lo lejos, su consabida petición navideña. Para estas alturas de diciembre lleva más de mes y medio con su pedido. Si, Mariah definitivamente no es un alma atormentada, suerte para ella.
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