Las diferentes civilizaciones tienen elementos comunes, sin distingo del tiempo en que dejan su legado. La individualidad comparte escena con la colectividad y justamente esta última, permite construir espacios que marcan el límite de hasta donde estamos hoy. Somos la construcción de lo que hicieron nuestros antepasados con una pizca de nuestra culpa por inacción.
En tiempos turbulentos, en los que el conflicto armado se mueve por distintos territorios, donde ver al otro como el enemigo se vuelve más frecuente. Un mundo donde las redes sociales fomentan el individualismo y la intolerancia, donde la desinformación es un arma para fomentar las diferencias de los pueblos, debemos buscar urgentemente una guía para que la comunicación fluya y sobre todo, sea edificativa para que nuestro legado a la civilización sea bien recordado para lo que vienen luego de nosotros, al encontrar las bases sólidas para su desarrollo.
Me encontré con el texto de fraternidad humana firmado por el Papa Francisco y por el Gran Imán Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb en 2019 en los Emiratos Árabes Unidos y confieso que me llenó de inspiración ya que es un llamado a la comunicación activa para luchar contra los males de nuestra época, similares en todo el mundo, y sobre los que podemos actuar sin distingo de trinchera.
Es poderoso el llamado que se hace en nombre de la fraternidad humana, que armoniza a todas las personas, entrelazándolas en la colectividad por medio de la equidad e igualdad; luchando así contra las visiones de mundo extremistas que dividen, que diseminan odio o que desarrollan ideas desde la exclusión y la confrontación. Sin lugar a duda es un fuerte llamado el que hace este documento a que nos volvamos a identificar en el otro, un llamado a la empatía y a ver que el destino de nuestra civilización depende de entendernos como animales sociales.
¿Cómo sería el mundo si reforzamos la idea de la tolerancia, de respeto mutuo, de diálogo y de intercambio de ideas de forma constructiva? Creo que por más idealista que suene, es posible, ya que nunca una civilización había tenido la oportunidad de hacerlo, cuando tenemos todos los canales de comunicación posibles diseñados para ello y con muchos más por venir.
Tenemos que usar la comunicación como el instrumento que nos permita entendernos, construir y sobre todo dignificar nuestra identidad colectiva. Usar la comunicación como un mecanismo de construcción que nos permita sociedades más pacíficas, resilientes y que luchan contra el odio. Una comunicación activa que nos permita reencontrarnos con lo que hemos sido a lo largo de nuestra historia, un grupo de personas que a pesar de sus diferencias quieren preservar un futuro mejor para los que vengan después de nosotros.
Creo que todos podemos aceptar esto como un reto de nuestro tiempo. Adoptar la fraternidad humana es construir una sociedad mucho más empática y que sumará a todos los que estamos en favor de construir el bien común para estar en la misma sintonía. Como enseñaba Séneca “no nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”.
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