Existen personas que llegan al poder casi sin proponérselo, pero son una minoría, esos son los llamados cisnes negros de la política; también hay gente carismática e inteligente capaz de explicar a Heidegger con humor mientras se comen un gallo pinto y además se les entiende, esos magos rara vez serían políticos profesionales. Después de todo: hay variedad en la Viña del Señor.
La clave de la comunicación es transmitir con persuasión un mensaje y a veces el contenido es la persona misma que lo emite. Si en la Inquisición se permitía torturar el cuerpo con el argumento de que se debía salvar el alma para el Más Allá, quien aspire a ocupar un cargo público sabe que debe lubricar el oído de quien lo coloque en ese sitio, llámese elector u otro sinónimo.
Todas las dictaduras caerán tarde o temprano porque la opresión es manifiesta, en cambio, si el control político se logra por convencimiento, ese gobierno tiene una vida garantizada de mayor longevidad. Atormentar cuerpos es menos efectivo que moldear mentes.
El ejercicio del poder es la capacidad estructural de los actores sociales para imponer su voluntad sobre otros actores sociales. Todos los sistemas institucionales reflejan relaciones de poder, además de los límites a estas relaciones tal y como han sido negociadas por parte de un proceso histórico de dominación y contra dominación. En consecuencia, es lógico que las relaciones de poder sean por naturaleza conflictivas, del mismo modo que las sociedades son diversas y contradictorias.
El Estado es percibido como el centro del poder, y por esa razón es desafiado por fenómenos como la globalización, que de manera constante trata de limitar su toma de decisiones; por las presiones del mercado, que tiende hacia la desregulación y procuran limitar la capacidad de intervención estatal. Pero, sobre todo, porque la comunicación política, hoy más que siempre, sufre a nivel global de una crisis de la legitimidad política que debilita su influencia sobre sus ciudadanos, por citar un ejemplo actual: los ciudadanos estadounidenses están más preocupados por el precio del huevo que por el esfuerzo de su gobierno por debilitar la influencia del gobierno chino.
Una probable explicación a ello sería la oposición entre lo individual y lo comunitario, que define la cultura de las sociedades al tiempo que la construcción de la identidad funciona con materiales heredados de la historia, la geografía y los proyectos de los seres humanos. La cultura de lo comunitario tiene sus raíces en la religión, la nación, la territorialidad, la etnia, el género y el entorno. La cultura del individualismo se extiende de formas diferentes a través del consumismo dirigido por el mercado, como nuevo patrón de sociabilidad basado en el individualismo estructurado en redes, y como el deseo de autonomía individual sustentada en proyectos vitales autodefinidos por lo que se considera deseable.
Con mucho respeto, me produce una especie de tristeza mezclada con ternura leer y escuchar a algunos llamados políticos tradicionales, por su estilo y selección de palabras, así como el empecinamiento que raya en el espejismo de una Costa Rica que ya no existe pero que probablemente añoran, sus destinatarios son muy pocos y predican en un desierto que no florece. La política se basa en la comunicación socializada, en la capacidad para influir en la opinión de las personas que sí prestan atención; el voto de un sabio vale lo mismo en las urnas que el de un ignorante que se piensa inteligente. Entonces, una realidad enorme que no se debe olvidar, es que, aunque todos los medios de comunicación colectiva analógicos y digitales no son los depositarios del poder, en conjunto constituyen el espacio en el cual se decide el poder.
Otra verdad gigantesca para los tiempos que corren es que el lenguaje de los medios de comunicación tiene sus propias reglas y se construye en gran medida en torno a imágenes, no necesariamente visuales, pero sí imágenes. El mensaje más poderoso es un mensaje sencillo adjunto a una imagen. En política, el mensaje más sencillo es un rostro humano.
La política mediática tiende a la personalización de los políticos alrededor de dirigentes que puedan venderse adecuadamente en el mercado político. Esto no es tan trivial como el color de la corbata, la apariencia de un rostro o publicitar obras de caridad. Es la encarnación simbólica de un mensaje de confianza en el entorno de una persona, alrededor de su personaje y luego en términos de la proyección de la imagen de ese personaje, se trata de la narrativa que se construye en torno a él o ella.
Creo que se puede coincidir en que los escándalos ya no son lo que solían ser, ello depende de a quién salpique, para muchos votantes descontentos, y con relación a algunos personajes muy conocidos, le ha jugado a su favor reforzando su imagen de macho lomo plateado forajido fuera del sistema, en este momento usted está pensando en ellos.
La comunicación política de hoy es también horizontal por las redes sociales, se ha utilizado la inteligencia artificial y los bots al servicio de la desinformación, todo ello se ha orquestado en las refriegas electorales.
Pero la regla más antigua sigue vigente, no es lo qué se dice, sino el cómo se dice y para ello el aspirante o detentador de poder debe tener muy claro a quién le habla, sabiendo que hay tres tipos de ciudadanos: la mayoría convencida que lo eligió o podría hacerlo, que a veces coincide con los seguidores históricos de un partido; también están los abstencionistas, que suelen ser considerados como un voto perdido, aunque se les guiñe siempre un ojo y por último los deseados “indecisos”, capaces de cambiar el rumbo electoral y a los que se le dedican todos los esfuerzos para enamorarlos.
Resulta evidente, que con las tecnologías actuales de “inteligencia social digital” por medio del Big Data, es posible analizar de manera segmentada los intereses de la audiencia e identificarla a un nivel más profundo a través de los rastros digitales. Igual que en mercadeo, este método de análisis permite generar audiencias específicas con el objetivo de identificar el perfil de los potenciales votantes y comprender los distintos nichos a partir de la combinación de múltiples filtros. Se obtiene la información a través de empresas proveedoras de Big Data, los expertos opinan que la información debe basarse en 175 variables, cuyo objetivo es enriquecer y focalizar el público que se ha definido durante la estrategia de campaña. Los datos recopilados permiten crear una comunicación mucho más relevante y con mayor interacción.
Ese es el sentido de la minería de datos, indagar en los diferentes grupos, públicos o segmentos que componen el electorado para accionar estratégicamente los hallazgos y adecuar los contenidos de la comunicación política según el tipo de segmento objetivo.
Por eso, un político del siglo XXI sabe que la comunicación por medio de influenciadores ha cobrado una enorme importancia en el mundo de la comunicación gubernamental, porque ellos tienen la capacidad de darle a una institución o gobierno una voz que aporte credibilidad y afinidad a un público específico, algo que de otra manera no se conseguiría. Además, constituye una forma más natural y orgánica de conectar con los ciudadanos.
Por ello, la comunicación política de hoy consiste también en encontrar al influenciador correcto para una audiencia específica. Se trata de detectar la cuenta o usuario que tiene el alcance, el peso y la credibilidad para influir en un público determinado, y generar un impacto positivo en una campaña determinada. Encontrar a los influenciadores adecuados puede ayudar a transformar la manera en que son percibidos los candidatos.
La comunicación política, una vez ubicados los destinatarios, se trata de determinar el ¿qué se les va a contar?, el famoso storytelling. Cualquier candidato, líder, director general o alguien con un cargo importante debe tener una historia y transmitirla a su público, con mensajes claros y concisos, ideas de 20 segundos o menos, utilizando un lenguaje común y coloquial; algo que quepa en un párrafo y que haga que la sociedad salga de su ensimismamiento y de su rutina para que preste atención, se entretenga y apele a la emoción del destinatario.
El comunicador político del 2025 sabe que la puesta en escena es casi tan importante como el mensaje. Se mide el espacio, los detalles, y especialmente la naturalidad de quien comunica, nunca lo espontáneo había sido tan ensayado, se parece a un programa de telerrealidad guionado. Si se trata de una cadena de televisión, la regla es que 1 minuto equivale a una hora, en radio ello son 20 segundos. La norma principal: la imagen llega primero que las palabras.
La comunicación política actual es vertiginosa y fluye a una velocidad sin precedentes, es imperativo que los líderes comprendan que ya no son los emisores exclusivos de los mensajes. Hoy, el público tiene el poder de elegir cómo, cuándo y dónde consume la información. Este cambio de paradigma plantea un desafío significativo, pero también una oportunidad única para aquellos que saben adaptarse. Además, que las personas no solo buscan noticias, sino que también desean participar en la conversación y lo hacen.
Quienes comprendan estas realidades tienen mejor chance de sobrevivir a la vorágine política y prosperar, quienes se estanquen en las formas antiguas y obsoletas, Au revoir Monsieur le politicien.
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