El miércoles se realizó un evento poco común en la Costa Rica de hoy, porque en un mismo escenario se sentaron cuatro personas que defendían dos posiciones opuestas, y durante más de dos horas debatieron y contrastaron datos y opiniones disonantes sin perder la compostura ni recurrir a ataques personales o a los Tribunales. Sí debo mencionar que en uno de los dos grupos hubo evidentes deslices de comunicación no verbal; negaban con cabeza mientras los otros usaban la palabra y hasta un par de reveladoras giradas de ojos.
Se trató del conversatorio Diálogo acerca de los combustibles fósiles, una mirada a la situación de Costa Rica y el mundo, convocado con gran tino por la Alianza Empresarial para el Desarrollo (AED) en colaboración con el periódico La República, que se mantuvo realmente como un espacio de conversación de altura. El maestro Eduardo Ulibarri, moderó la conversación entre Christiana Figueres, Mihaela Dobrinescu, Carlón Roldán y Roberto Artavia.
En el salón había presentes cerca de 150 personas, representantes del sector empresarial, la academia, cooperación internacional y las ONG´s, y, en las redes sociales un número similar se mantuvieron conectadas en la transmisión en vivo. Eso también fue distinto a lo que hemos visto en las conversaciones de los combustibles fósiles, puros eventos sectoriales, cámaras y pequeños grupos que se reúnen en espacios bastante cerrados, como en misa entre obispos.
Hasta ahí todo bien. Sin embargo, desde mi punto de vista los cuatro panelistas tienen más en común de lo que pensaban; pues nadie en el panel cuestionó, ni por un segundo, nuestro modelo de desarrollo actual capitalista, ni se detuvo en lo que pareciera ser el meollo del asunto, ¿para qué necesitamos tanta energía?
Se habló de la oferta y la demanda, del transporte (casi siempre privado), de los autos eléctricos y las baterías, de los precios volátiles, de las fusiones y adquisiciones de las empresas petroleras, de los países más poderosos, del hidrógeno blanco o verde, de las renovables, de los políticos y las instituciones y de la estrategia, de la marca país, y hasta de si es la Agencia Internacional de Energía una fuente de información más confiable que la OPEP o la British Petróleo. Las problemáticas de la pérdida de la biodiversidad o de la creciente inequidad sí se mencionaron, pero no fueron asuntos medulares en la conversación.
Nuevamente las conversaciones acerca de la energía se celebran desde un plano antropocéntrico, extractivista, dominador capitalista, y los países se comportan como adictos a esa energía y al crecimiento económico, todos congregados alrededor del ideal de progreso como si fuera una religión.
Cada vez más me convenzo de lo que ya antes han dicho, hombres y mujeres, que el principal problema de los humanos del mundo, incluido Costa Rica, es nuestra desconexión con el mundo natural al que pertenecemos; hay una separación entre nosotros (la sociedad) y la naturaleza, el soporte de nuestra existencia, ¿qué podemos o no aprovechar para nuestro beneficio?, ¿nuestro derecho a explotar o sobre explotar lo define el Estado?
El desarrollo sostenible, y entregar un planeta habitable a nuestros hijos y nietos, hoy sería posible si hubiéramos empezado en 1970 con el Club de Roma, lo que quisimos empezar en el 2015 con el Acuerdo de París.
Como dice el científico Antonio Turiel, en el mundo, aunque quedan pocos negacionistas, cada vez hay más negocionistas. Y como en una de sus mejores metáforas, estamos en el fondo de un lago, abrazados a una pesada roca, tal vez sea oro, pero igual nos vamos a ahogar si no la soltamos.
Sé que se trataba de un debate acerca de energía, pero la energía tiene que ver con todo, directa o indirectamente.
Entonces faltó hablar de la sobreproducción, el sobreconsumo, el agotamiento de litosfera y las reservas de minerales necesarios para las energías renovables a gran escala o las comunidades cercanas a las minas, no se mencionó nada de la contaminación con plásticos (productos de origen fósil) y otros residuos, increíblemente no se mencionó la palabra metano, el gas de efecto invernadero que producen la quema de gas “natural”.
Ni de la acidificación del Océano, ni del derretimiento de los polos, ni de la producción intensiva de carne y leche, ni del desperdicio de alimentos ni la inseguridad alimentaria producto de la pérdida de biodiversidad, del agotamiento de los suelos y el abuso de los fertilizantes, los cambios en las estaciones por el aumento en las temperaturas debido a la quema de esos fósiles… ve vos, volvimos a la energía.
Discrepo con la geóloga Mihaela Dobrinescu quién dijo que los países producen el petróleo y el gas fósil. Los combustibles fósiles no los producen los países, ya los produjo la naturaleza durante millones de años en complejos procesos totalmente ajenos a la actividad humana. Algunos países solamente los extraen y después los queman.
De algo estoy segura; no saldremos de este zapato mientras nuestras fuentes de información sean las empresas petroleras e incluso la Agencia de Energía del país que vive en el mayor de los despilfarros, y cuyos habitantes, aunque son cada vez más infelices, requieren cada año el equivalente a tres planetas Tierra para satisfacer sus adicciones de consumo. Tampoco si tomamos decisiones desde la ilusión del crecimiento infinito cuando tenemos los pies en el planeta de recursos finitos que ya entró en la sexta extinción de las especies. No podemos avanzar en una conversación humana ni ética si no cuestionamos la pobreza, la guerra, la violencia y el sufrimiento de seres sintientes (no solo humanos).
¿Por qué no empezar la próxima conversación al revés? ¿Por qué no hacer un ejercicio de estrategia inversa, a lo costarricense?
No soy la experta en estrategia, pero yo lo llevaría así:
¿Qué necesita cada una de las personas de este país para vivir una vida digna, para su buen vivir? Y en cuánto tengamos la respuesta, ¿Cuánta energía se necesita, per cápita, para lograr eso? ¿La podemos conseguir limpia, soberana, descentralizada, a precios justos? ¿Cómo pagan más por su energía quienes más tienen? ¿Cómo pagan más por su energía quienes más contaminan? ¿Cuáles son las actividades esenciales para ese buen vivir cuya energía debemos subsidiar? Por ejemplo, el transporte público, la educación pública, la salud pública, el cuido de niños y niñas, adultos mayores y espacios naturales comunes. ¿Cuál es el techo que pondremos a la producción y al consumo en Costa Rica para mantenernos dentro de los límites planetarios?
Esa sería una estrategia dentro de lo que ya se llama post-crecentismo o decrecimiento, una palabra que a la mayoría de políticos y empresarios les da terror pronunciar, como si fuera un maleficio, inspira casi más miedo que la palabra colapso, lo que está sucediendo ante nuestros ojos.
Con esa tarea hecha entonces sí, este país que hoy produce el 0.02% de las emisiones globales y que alberga el 5% de la biodiversidad global, podría presentar al mundo un nuevo PIB: PERSONAS-INTEGRIDAD-BIENESTAR, aumentando su peso relativo en la conversación internacional, creciendo sí, pero en su estatura moral.
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