En horas de la mañana del 7 de octubre de 2023, las organizaciones terroristas Hamás y la Yihad Islámica Palestina (YIP), iniciaron una nueva guerra contra Israel: escuadrones sanguinarios de terroristas palestinos rompieron la valla fronteriza desde la Franja de Gaza a Israel, llevando a cabo bárbaros pogromos en las calles y las viviendas de los pueblos y ciudades israelíes a lo largo de la frontera, masacrando indiscriminadamente, sin distinción de sexo ni edad, a cualquier israelí que se cruzara en su camino. Al mismo tiempo, las mismas organizaciones lanzaron una ofensiva masiva de miles de cohetes y misiles dirigidos contra centros poblacionales, desde Beer Sheva, pasando por Tel Aviv, hasta Jerusalén.

En el momento de escribir estas líneas, el número de las victimas israelíes, en su mayoría civiles, asciende a 700 muertos y a cerca de 2.200 heridos, mientras que decenas de ciudadanos han sido secuestrados y tomados como rehenes dentro de la Franja de Gaza. En las redes sociales se difunden imágenes de los terroristas que se lanzan a su bárbara embestida, asesinando y saqueando, junto a fotos de palestinos en Gaza como en la Margen Occidental repartiendo caramelos y expresando su alegría ante los atroces crímenes.

Ese mismo y hermoso sábado debía comenzar para el pueblo de Israel con la celebración de Simjat Torá, el último día sagrado de la festividad de Sucot. Los cientos de miles de israelíes que viven en la campiña pastoral que rodea la Franja de Gaza se vieron sorprendidos por el terrible ataque palestino cuando se dirigían a rezar a las sinagogas o a pasar el fin de semana con amigos o la familia. Cientos de personas inocentes que celebraban una fiesta de naturaleza musical, paseaban por la calle o simplemente descansaban plácidamente en sus casas fueron masacradas a sangre fría por bestiales terroristas yihadistas motivados por la misma  ideología atroz del Estado Islámico. Lo que debería  haber sido un día de goce y alegría se convirtió en una jornada de dolor y luto.

Exactamente 50 años después del ataque sorpresivo de los ejércitos árabes contra el Estado de Israel en la guerra de Yom Kipur en 1973, Israel se encuentra una vez más bajo el ataque de enemigos llenos de odio que desprecian el derecho internacional o las normas humanitarias y que muestran su disposición a cometer los peores crímenes de guerra.

Hamás no escatima medios para llevar a cabo sus planes destructivos. Porque, de hecho, este ataque fue planeado con antelación y no está conectado con ningún pretexto. El alcance de los medios que Hamás y la Yihad Islámica Palestina invierten en su esfuerzo bélico demuestra que es aquí donde invierten la mayor parte del apoyo económico que reciben. Su prioridad manifiesta no es el bienestar de los habitantes de Gaza, sino la destrucción de Israel.

Mientras tanto, es precisamente Israel el que ha intentado en los últimos tiempos aliviar la difícil situación de la población civil de la Franja de Gaza y fomentar la ayuda económica y humanitaria. Lamentablemente, para Hamás las vidas de los ciudadanos de Gaza no son más que peones baratos a utilizar para destruir las vidas de los ciudadanos israelíes. Las organizaciones terroristas operan deliberadamente desde dentro de zonas densamente pobladas y adyacentes a instituciones humanitarias de Gaza. De ese modo, cometen un doble crimen de guerra al  disparar indiscriminadamente contra civiles israelíes mientras utilizan a los habitantes de la Franja de Gaza como escudos humanos.

El ataque de Hamás contra Israel, esta mañana no podría haberse realizado sin el apoyo activo, tanto financiero como militar, del régimen de los Ayatolás iraníes, que trabaja incansablemente para desestabilizar la región y el mundo, con el fin de expandir su control sobre el Oriente Medio y promover su revolución islámica. Irán opera a través de sus agentes, ahora Hamás y la YIP, así como el Hezbolá en el Líbano, los Hutíes  en Yemen y las milicias chiitas en Irak.

Sin embargo, Israel prevalecerá, a pesar del alto precio en vidas humanas que hemos pagado hoy. Lucharemos para proteger las vidas y las libertades de todos nuestros ciudadanos y superar el desafío actual, aferrándonos a los valores de la libertad, la democracia y el respeto de la vida humana que compartimos con el mundo libre. La solidaridad y nuestro derecho a la autodefensa han sido reconocidos por muchos amigos de la comunidad internacional, que no quieren que las fuerzas oscurantistas tengan éxito y pongan en peligro aún más los esfuerzos por la paz y la estabilidad.

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