El trabajo debe ser eficaz, o sea, hacer bien lo correcto.
Significa que la relación entre le persona que presta un servicio y la organización que la emplea debe producir diversos valores. Debe crear valor tangible para quien paga y recibe el servicio final. También, valor real para la persona trabajadora que lo presta. Por supuesto, valor socioambiental para la comunidad y para la biósfera.
¿Cómo es el valor que debe percibir la persona trabajadora?
El trabajo debe ser hecho por una persona motivada, con bienestar en todos sus ámbitos —físico, mental, emocional, espiritual y energético— que resulte en acciones de calidad. Como manifestación que es del talento individual, las habilidades de desempeño deben cultivarse por la persona misma, por la organización que representa, por las comunidades a las que pertenecen ambas, por el estado y sus instituciones. La personas siempre deben ser la prioridad.
La reciente pandemia develó múltiples realidades sobre el trabajo que no eran tan conocidas. Por ejemplo, la carga mental, aquella responsabilidad implícita que suele pesar sobre la mujer respecto a obligaciones en el hogar, sobre todo si hay hijos de por medio. Fueron las mujeres quienes debieron retirarse de sus empleos y suspender sus carreras profesionales para atender niños confinados en la casa, con o sin educación remota y virtual.
También desarrollamos mucha mayor sensibilidad por la salud mental, ese amplísimo espectro de síntomas que tienen que ver con niveles constantes de activación del sistema nervioso que desencadenan padecimientos como estrés y ansiedad, cansancio y fatiga crónicas, depresión y otras oscilaciones anímicas, irritabilidad y frustración, déficit atencional y desórdenes alimenticios, entre otras.
Desde el siglo pasado la medicina nos ha alertado de que el estrés será el asesino silencioso de este siglo.
El verdadero balance entre la vida y el trabajo demanda una marcada separación entre la vida en el trabajo y la vida real de las personas. El robustecimiento de las capacidades para crear valor por medio del trabajo requiere de amplios espacios y tiempo para la recreación, que no es lo mismo que entretenimiento. Más bien, es la posibilidad y voluntad de “afilar la sierra”, en palabras de Covey, para estar en condiciones óptimas de continuar creando valor en el futuro.
El trabajo debe ser fuente y causa del desarrollo personal de quienes trabajan. Esto incluye su salud mental y el cultivo de su espíritu, que es donde se origina la voluntad para hacer todo lo que hacemos. Se habla de espíritu emprendedor para referirse al afán de avanzar el cumplimiento de nuestras metas, aunque no estén orientados a la creación de una nueva empresa o negocio. Lavarse los dientes o aprender a tocar un instrumento musical requieren de espíritu emprendedor. Esta podría ser la competencia más valiosa del talento para una organización.
¿Cómo es un trabajo que regenere la salud, el bienestar y el espíritu de las personas?
Las respuestas para estas preguntas dependen de cada persona y de la organización que representan, con algunas condiciones. Es una exigencia pensar en los grados de libertad de las personas para su propio florecimiento. Es una exigencia comprender el salario como una contraprestación monetaria, que es una de las retribuciones monetarias y emocionales que percibe una persona trabajadora. Es una exigencia conectar de manera directa el bienestar del talento con la misión de las organizaciones. Es una exigencia prestarle mayor atención a la inteligencia natural que el ser humano ya posee que a la inteligencia artificial que hoy nos sobrecoge.
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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.