Queridos amigos y amigas:

Debemos defender y preservar el sistema multilateral basado en reglas porque se fundamenta en principios y no meramente en el poder. Porque está diseñado para protegernos a todos, especialmente a los más vulnerables.

En estos tiempos críticos, la humanidad está inmersa en una serie de competencias.

Nos encontramos compitiendo por controlar la extracción y el procesamiento de minerales esenciales para la difícil transición energética hacia el uso de energías limpias.

También hay una carrera por conseguir el dominio de tecnologías avanzadas como los semiconductores y la Inteligencia Artificial.

Incluso hay nuevos esfuerzos para volver a la Luna, especialmente a su hemisferio sur, impulsados por la promesa de conseguir agua y otros recursos.

En medio de estas búsquedas, pero en el ámbito de la cooperación en lugar de la competencia, también nos enfrentamos al desafío de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) delineados en la Agenda 2030, un compromiso establecido aquí en 2015. Lamentablemente, observamos que no vamos por buen camino con la Agenda, y en algunos casos incluso retrocedemos.

En marcado contraste con el preocupante aumento del gasto militar en los últimos años, incluyendo armas nucleares, la comunidad global aún no ha desbloqueado el financiamiento necesario para la adaptación y mitigación en respuesta a la crisis climática. De modo similar, los países emergentes y en desarrollo carecen de los recursos necesarios para abordar los ODS, con un tercio de los países en el sistema de la ONU al borde de no poder enfrentar su deuda.

No nos equivoquemos: nuestras acciones y sus resultados arrojan luz sobre nuestras prioridades.

En este punto, el concepto de “realpolitik“ apela a menudo a la idea del egoísmo y la codicia como inherentes a la naturaleza humana, sugiriendo que tales rasgos siempre han existido y continuarán existiendo.

Sin embargo, la humanidad es paradójica: admirable, enigmática y compleja a la vez. Nuestro potencial humano compartido nos llevó hace más de 40 000 años a crear las primeras manifestaciones de arte, las huellas de manos impresas en cuevas alrededor del mundo como testimonio de nuestra identidad común.

Mi fe universalista no es ni ingenua ni absoluta. Se fundamenta en un marco de empatía, pluralismo, celebración de la diversidad y la libertad. Por lo tanto, hoy hablo desde una posición de realismo optimista.

El preámbulo de la agenda de los ODS tiene esta poderosa afirmación: "Esta Agenda es un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad. También busca fortalecer la paz universal en una mayor libertad". Este empeño, quizás la tarea más ambiciosa y hermosa que las naciones del mundo han emprendido juntas, nos llama a la acción.

Este llamado a actuar juntos me recuerda la filosofía de Ubuntu, propia del sur de África, que proclama: "Yo soy porque nosotros somos".

En línea con esta tradición, el Acuerdo de París, el Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal del año pasado para proteger el 30 por ciento de la tierra y el océano para 2030, los ODS y las propias Naciones Unidas son, todos, testimonios del fuerte espíritu de unidad propio del alma humana.

Justo la semana pasada, inspirada en el sánscrito hindú, la Cumbre del G20 adoptó el lema "Una Tierra, una familia, un futuro".

¡Exactamente! No dejar a nadie atrás es lo que define a una familia. Una familia global que debe proporcionar financiamiento para el desarrollo a todos sus miembros, hasta el punto de reformar sus instituciones financieras para hacerlo.

El clamor de hoy de las generaciones más jóvenes a las principales potencias y líderes del mundo es un llamado a la cooperación global para abordar el cambio climático, preservar la biodiversidad, promover la salud mundial, respetar los derechos de las mujeres y lograr la paz.

Para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, cada nación puede seguir su propio camino, pero ninguna debe hacerlo a expensas de la dignidad de los demás. La plena dignidad de una familia no se alcanza hasta que cada miembro prospera con la máxima dignidad.

La historia de la humanidad demuestra que las cicatrices de las victorias y las derrotas resuenan a través de las generaciones, mucho más allá de nuestras vidas.

Nos encontramos en una encrucijada: podemos actuar con una mentalidad de "nosotros contra ELLOS" o podemos percibirnos como parte de un "nosotros" más grande, unidos. Esto último marcará una poderosa diferencia.

Del mismo modo que regresar a la Luna debería ser un empeño colectivo, o al menos, una competencia enmarcada en un logro colectivo, los ODS -como una sabia y visionaria hoja de ruta para la humanidad- merecen nuestro firme compromiso y colaboración.

La Cumbre de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la próxima semana marca el punto intermedio en nuestra búsqueda colectiva de estos objetivos. Líderes de todo el mundo se reunirán en esta coyuntura crítica para enfrentar el hecho de que nos hemos desviado del camino previsto, con algunos de los 17 objetivos rezagados.

Sin embargo, hay amplias oportunidades para corregir nuestro rumbo y dar prioridad a los ODS. La esencia del ser humano radica en nuestra capacidad para forjar nuestro propio destino. Aprovechemos esta oportunidad.

¡No aflojar! ¡No rendirse nunca!

No dejar a nadie atrás y abrazar los ideales de “Una Tierra, una familia, un futuro” encarnan un lenguaje de sabiduría y belleza. Pero aún más hermosa es su plena práctica.

Actuemos, porque la acción decisiva y coherente es el verdadero lenguaje de la esperanza y el amor.

Gracias.

Discurso emitido este 16 de setiembre en el acto de inauguración del Fin de Semana de Acción para los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) en la sede de la ONU, Nueva York.

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