Hace poco leí un artículo de Martin Shishekanu, PhD. en Relaciones Internacionales, sobre la diplomacia de los Estados pequeños y me atrajo de forma poderosa la frase “el tamaño de los Estados es lo que estos hacen de él”.  Inmediatamente, tuve que reflexionar sobre ella desde el contexto costarricense.

¿Qué determina el tamaño relativo o cuan “pequeño” es un Estado? A pesar de las múltiples definiciones, la disciplina de las Relaciones Internacionales no ha logrado establecer ni consensuar una única para los Estados pequeños. Sin embargo, se ha determinado que el tamaño —en términos de poder e influencia que un Estado ejerce en el concierto de las naciones—, trasciende aspectos cuantitativos como la superficie terrestre, la cantidad de población o de arsenal militar, entre otros.

Si se miran estudios de autores como Carlos Murillo (2012), Mushelenga y van Wyk (2019) y Tom Long (2022), Costa Rica es inevitablemente considerada por los teóricos como un “Estado pequeño”, cuya seguridad y estabilidad es desafiada constantemente por la influencia de los cambios del contexto internacional y las asimetrías entre las naciones.

Ante tal panorama, la diplomacia de un Estado pequeño, con una economía modesta, sin fuerzas militares como Costa Rica, se convierte en un instrumento clave de defensa nacional y, por ende, de política exterior. Esta última debe sustentarse en una política de Estado (y no de los gobiernos de turno) donde su enfoque se oriente a unas pocas, pero efectivas ventajas comparativas de la diplomacia costarricense como ambiente, derechos humanos, paz y democracia.

“No es el tamaño, es la relación”

El curso de mi pequeña reflexión me atrapó en varias lecturas donde encontré esta frase de Tom Long, investigador del poder relativo de los Estados pequeños. Las obras de Long y su frase me hicieron caer en cuenta de las condicionalidades y retos económicos y políticos de estos países, realidad a la que no escapa Costa Rica.

Como país pequeño necesitamos innovar, diversificar la economía y fortalecer las relaciones diplomáticas para coadyuvar en el proceso de recuperación, pero ello requiere planificar nuestra política exterior con visión estratégica de largo plazo, mejorando el alcance del reconocimiento mundial que la diplomacia costarricense ha logrado. Especialmente, si deseamos acercarnos a los milenarios y calculadores países asiáticos.

El contexto macroeconómico global y la realidad nacional nos obliga a diversificar nuestras relaciones, nuestra economía, pero más importante aún, a diversificar nuestra mentalidad. No es la primera vez que enfrentamos este reto y debemos reconocer los logros de la diplomacia costarricense durante más 200 años para posicionarnos en el Sistema Internacional.

El poder e influencia relativa de Costa Rica en el mundo se debe al amplio conocimiento y experiencia de su cuerpo diplomático en el ámbito económico y comercial, derechos humanos, ambiente, paz y el desarme. Estoy convencida de que el crecimiento económico nos llegó, en gran parte, gracias a esos esfuerzos país que nos han posicionado en el mapa.

Así, la mentalidad de Estado pequeño no tiene que ser pequeña. El tamaño de Costa Rica es lo que hacemos de él. Muchos países potencias en Asia son “Estados pequeños” que han cambiado sus tradicionales por políticas exteriores metódicas pero flexibles y una diplomacia estratégica resiliente.

Quizás, el camino de la diplomacia de Costa Rica con Asia (y el resto del mundo), es delimitar mejor su área de acción y sus áreas de influencia relativa; potenciar sus logros y continuar refinando su diplomacia con alianzas efectivas y duraderas. Posiblemente, con menos recursos y con posibilidades materiales, pero con enfoque, con una agenda dinámica, acción sostenida y mayor coherencia con los principios de la política exterior y con las metas de desarrollo nacional.

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