Theodor Adorno es conocido por haber dicho que "Después de Auschwitz no se puede hacer poesía." Pero también afirmó que “en la ilusión hay una promesa de libertad con respecto a la ilusión.” “Es decir, en el arte (una ilusión) está la semilla de una relativa autonomía de las estructuras sociales represivas y relaciones de dominio (otra ilusión) dentro de la que (todavía) vivimos todos."

Nos guste o no el capitalismo se ha apropiado de la cultura, volviéndola una industria; lo que Guy Debord llamó la sociedad del espectáculo y ha transformado ontológicamente al trabajador quién ya no se ve a sí mismo como obrero ni ciudadano sino como con consumidor despolitizado y desesperanzado que cree que ya nada se puede cambiar, que llegamos al "fin de la historia", que vivimos ya en "el mejor de los mundos," en el "mejor sistema posible" y se conforma con recibir el salario a fin de mes y poder tener algunos días libres para consumir.

Sin embargo, con la inminente crisis económica, combinada con la polarización, desinformación, posible escalada bélica y el cambio climático es menester que nos preguntemos ¿De verdad esto es lo mejor que como especie podemos lograr? Es evidente que todos estos problemas sociales nos vuelven más susceptibles a ideologías dañinas y a ver en los otros "al enemigo." Pero ¿qué hacer?

En una sociedad cada vez más individualista, es importante entender y no olvidar que la conquista de nuevas tecnologías, del conocimiento, la creación de estados y ciudades, de sus leyes y derechos no son un esfuerzo individual sino colectivo y reconociendo nuestra capacidad innata de trabajar juntos, sabiendo que somos agentes de cambio es que podemos redirigir nuestros esfuerzos y en lugar de paralizarnos, en lugar de pensar que "la política no cambia nada”, que “todos roban" o culpar al vecino, podemos actuar. Podemos decidir ser agentes de cambio, desde lo más micro, a nivel personal, nuestros hábitos, nuestras familias, o como hubiese dicho Séneca, empezar por lo que podemos controlar.

Pero también considero que la paideía y crear espacios donde redirigir la cultura son esenciales para el buen desarrollo del individuo y por ende la sociedad. Es necesario tener lugares que no sean mero entretenimiento o un escape de la realidad, sino al enfrentamiento del mundo, sus complejidades y dificultades. El análisis y comprensión de este mundo cambiante, que poco a poco entra en una multipolaridad es vital, ya que, para poder organizar bien un sistema, primero debemos entenderlo y saber cuáles son las causas que lo condicionan. Es menester que los esfuerzos culturales, educativos y sociopolíticos promuevan una sociedad con miembros involucrados en política y/o la vida pública.

Es importante que trabajemos en crear una sociedad que pueda hacer libres a sus miembros, pero no solo libres negativamente, en el sentido ausencia de coacción, sino en el sentido positivo, el de poder hacer algo con esa libertad, poder cambiar el estado de las cosas. Lo cual primordialmente significa la capacidad de influir sobre las circunstancias de su propia vida, formular el significado del "bien común" y hacer que las instituciones sociales, que tanto lo han olvidado, cumplan con ese significado, que es la verdadera razón de su existencia.

El arte, la educación y la cultura tienen un poder transformador que no ha parado de moldear al mundo. Tenemos y debemos preguntarnos ¿Por qué debemos de elegir entre políticos histriónicos con moral abiertamente cuestionable? ¿Por qué debemos conformamos con el estado actual de las cosas? ¿En serio es buena idea no invertir en cultura? ¿Por qué creemos lo que creemos?

No creo poseer las respuestas para los problemas tan complejos que enfrenta nuestra sociedad, pero si considero que es trascendental que no olvidemos el arte de plantear preguntas, de cuestionar a nuestros líderes e instituciones. Fomentar el pensamiento crítico y buscar respuestas a las preguntas que nos aquejan, antes que las mismas se vuelvan irrelevantes.

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