Imaginen una madre soltera que realiza labores informales como fuente de ingreso y tiene que dejar a su hijo de 1 mes al cuido de algún familiar mientras sale a trabajar. No puede dejarle leche materna porque no le sale suficiente; sus ingresos apenas le alcanzan para, más o menos, alimentarse ella y eso afecta su producción. Por esta razón, la habían referido del EBAIS a la clínica de lactancia, pero la más cercana queda a 30 km de su casa, le toma al menos 2 horas llegar ahí entre caminatas y transporte público y le cuesta unos 5 mil colones ida y vuelta sin contar el costo de un día laboral perdido. Ante este escenario, la madre recurrió a comprar una lata de leche de fórmula para suplementar la alimentación de su hijo mientras ella se gana su humilde ingreso.

Antes del 1 de febrero, ese producto pagaba solamente un 1% de impuesto al valor agregado (IVA), pero el Ministerio de Salud decidió recientemente dejarlo por fuera de la canasta básica y entonces ahora paga un 13% de este tributo, lo que se traduce en, al menos, 1000 colones más por la lata más pequeña de la leche más barata. Una de las razones que utiliza el ministerio como excusa para dejar a las leches de fórmula por fuera, según su vocera, es porque su consumo no va en línea con las políticas públicas de promoción de la lactancia materna. Sin embargo, una cosa no tiene nada que ver con la otra.

En un mundo ideal, todos los niños y niñas antes de los 6 meses de edad recibirían leche y lactancia maternas exclusivas y los pediatras seríamos muy felices. Lamentablemente tenemos que ser conscientes que esta no es la realidad en un porcentaje bastante importante de familias y muchas veces las más afectadas son las de menores ingresos. En estos casos, la única opción de alimentación que no sea la leche materna son las leches de fórmula infantiles, aunque no es inusual que veamos a estos bebés consumiendo leches de caja, atoles, maicena, entre otros, con las potenciales consecuencias negativas que esto pueda causar.  Es cierto que en las últimas décadas ha habido un aumento importante en el consumo de las leches de fórmula y que los índices de lactancia materna exclusiva se han desplomado estrepitosamente; la Encuesta de Mujeres, Niñez y Adolescencia (EMNA) realizada en 2018 por el Instituto Nacional de Estadística y Censos y el Ministerio de Salud demostró que solo el 27.5% de las y los bebés de Costa Rica llega a los seis meses de vida siendo alimentado de esta manera. En muchos de estos casos los pacientes presentan alergias, intolerancias u otras razones médicas para recurrir a estas leches artificiales, pero no podemos dejar de lado que muchos otros presentan razones de índole social y humano para hacerlo, dos elementos que me parece no pesaron lo suficiente a la hora de que el ministerio tomara esta decisión. Se requiere de un análisis profundo que permita identificar con precisión las soluciones necesarias ante esta situación, pero aumentar el precio de las fórmulas no debe formar parte de estas.

De mi lado, continuaré con los esfuerzos de promoción de la lactancia materna exclusiva siempre que sea médica y humanamente posible, apoyándome en las leches de fórmula cuando esto no sea así. Invito a las autoridades del Ministerio de Salud a que hagan lo mismo, empezando por revertir esta decisión tributaria, pero continuando con ampliar el apoyo a los esfuerzos interinstitucionales y comunales para mejorar los índices en nuestro país.

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