Quien no lee, con 70 años habrá vivido solo una vida: la suya. Quien lee habrá vivido 5000 años: estuvo cuando Caín mató a Abel, cuando Renzo se casó con Lucía, cuando Leopardi admiraba el infinito”. Umberto Eco.

En mi experiencia como docente, algunas de las personas estudiantes, no comprenden lo que leen, casi que no hay un recuerdo mediato de lo verbalizado y una dependencia a las notas (casi siempre desde un dispositivo electrónico).

El placer de la lectura, se adquiere desde la práctica, donde se entrena la imaginación y el viajar por universos distintos, además la persona desarrolla la habilidad que querer aprender siempre.

En el mundo de la globalización y la rapidez, la comprensión lectora, el análisis y la capacidad de síntesis, se les mira como algo desfasado o una pérdida de tiempo en la vida que rauda que nos demanda correr. Ahora se vale interpelarnos y preguntar ¿cuáles son las repercusiones en un país donde la capacidad lectora disminuya y no se le brinde la relevancia? Se pueden generar sociedades indiferentes a la realidad, ya que leer se desarrolla desde la escucha, estar presente en lo que acontece a nuestro alrededor, ya que la crianza desde los dispositivos electrónicos generan personas narcisistas y no es un divorcio con la sociedad del conocimiento y de la tecnológica es fomentar espacios agradables de lectura desde la primera infancia, que los niños descubran lo divertido de leer, que no es un acto aburrido, incluso que se permita la recompensa como una acción pedagógica sana. La educación formal, tiene el inmenso reto de presentar la lectura, no solo como un aprendizaje técnico, y es una habilidad que debe fomentarse a lo largo del proceso educativo (no solo en el primer ciclo de la Educación General Básica).

Toda habilidad se fortalece con la práctica, acá los padres de familia son una figura clave. Si padres y madres disfrutan leyendo, si invierten en libros y espacios dentro de casa (donde se proponga el silencio y la concentración), hay toda una predisposición a criar niños lectores. Ahora, no es solamente “comprar” libros, es compartir en familia espacios de imaginación, donde incluso se fomente el dialogo, debate de ideas y la tolerancia a las diversas opiniones. En nuestro país, tenemos la ventaja de contar con muchas bibliotecas municipales, un paseo familiar, bastante económico, podría ser visitar la biblioteca más cercana.

Si nos vamos a la educación superior, pensando en el contexto más cercano, por los rezagos educativos en medio de la pandemia del COVID-19, es urgente que la eficiencia lectora, se fomente para no perder el tiempo en una carrera profesional superficial, donde la investigación sea la gran ausente, ¿por qué perder el tiempo? Si no se lee, no se comprende y evitará que de forma autónoma, la persona estudiante pueda construir pensamiento y que se dirija hacia la metacognición, Burón (1996) nos aporta una idea:

El conocimiento de las distintas operaciones mentales que promueven la compresión y saber cómo, cuándo y para qué debemos usarlas”.

Como ciudadanía, con responsabilidades sociales, debemos discriminar los discursos políticos, analizar la información que llega a nuestras manos, examinar los diferentes discursos a los que nos someten, los diversos medios. Para generar criterio y tomar postura de cara a la realidad, acá es donde la lectura es necesaria.

Considero que si no activamos la capacidad y el viaje inmenso de la lectura, el mundo tendrá más dificultades para conocer su historia (repitiendo errores), se perderá de la consciencia del otro, de las culturas que nos rodean y lo más imperante se cerrará el camino entre el saber científico y las humanidades.

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