En el momento de la humanidad en el cual contamos con mayor (y más fácil) acceso a la información y nos comunicamos por todos los medios de manera casi brutal para intentar conectarnos, es sobrecogedor observar, cómo el ser humano se siente más vacío y sólo... que nunca.

Es cierto que en la actualidad contamos con una cantidad sin precedentes de información y medios para comunicarnos, sin embargo, esto no ha garantizado que nos sintamos más conectados o satisfechos en nuestras relaciones interpersonales.

Una de las razones por las que esto sucede es que en muchos casos, nuestra comunicación no es verdaderamente consciente, con la proliferación de las redes sociales, se ha vuelto fácil crear una imagen cuidadosamente construida de nosotros mismos, que no necesariamente refleja quiénes somos en realidad, esto puede llevar a una sensación de aislamiento y soledad, ya que no estamos siendo completamente honestos acerca de nuestras verdaderas emociones y necesidades. Y se nota en la sociedad.

Además, sumemos la gran cantidad de desinformación y noticias falsas circulando en línea, la confusión y la división, impiden que las personas se comuniquen de manera efectiva y respetuosa, el caos se convierte en el diario vivir que consumimos todos.

No me canso de hablar en todos los talleres, conferencias, reuniones y hasta en los cafés con amigos, de la importancia de que nos esforcemos por ser más auténticos y transparentes en nuestra comunicación y de que nos volvamos en valientes que derriban los miedos a conectar de manera real, ésto significa ser honestos acerca de nuestras emociones y necesidades, así como también ser críticos y cuidadosos al evaluar la información que recibimos.

La desinformación carcome el alma de la comunicación

La desinformación es un problema cada vez más frecuente en nuestra sociedad, las noticias falsas, las teorías conspirativas y los rumores infundados se propagan rápidamente a través de las redes sociales y otros medios, a menudo con consecuencias negativas para la sociedad en general. La desinformación puede llevar a la confusión, la polarización y la falta de confianza en los medios de comunicación y las instituciones.

Cuanto bien le haríamos a las nuevas generaciones si realmente les recordáramos que la transparencia y la honestidad son las bases de la comunicación auténtica para un desarrollo y convivencia sano.

Sin transparencia se socava la confianza en nuestras relaciones interpersonales, nos acostumbramos a ser deshonestos acerca de nuestras emociones, necesidades y acciones, no solo en el ámbito personal hemos perdido el norte, la falta de transparencia también puede llevar a la sospecha y la desconfianza en nuestras instituciones y líderes políticos, estoy segura que muchos pensarán como, si volvemos la mirada a nuestro entorno país y su particular estilo de comunicación.

Por lo tanto, es fundamental que la transparencia y la honestidad se conviertan en valores centrales en nuestra sociedad, esto implica un compromiso con la verdad y la integridad propias de una sociedad que quiere la paz y la armonía.

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