Los diferentes medios de comunicación costarricenses, nos han brindado con especial alarma estadísticas de cómo ha sido uno de los eneros más violentos en nuestra historia reciente.
El mundo recordó esta semana e hizo memoria de aquel 30 de enero de 1948, ya hace 75 años de su ofrenda de vida, cuando al atardecer, moría un hombre desgastado por buscar caminos de paz y de justicia, un anciano sencillo, pero sobre todo un líder, caído por las balas de un fanático, así como los jóvenes que poco a poco mueren en las calles, por el crimen organizado. “El Mahatma”, título concedido a los líderes espirituales, tuvo la capacidad de conducir a su tierra al añorado sueño la libertad, con una particularidad: el camino de la no-violencia.
Nacido a finales del siglo XIX perteneciente a una familia de comerciantes, tuvo la oportunidad de estudiar Leyes en Inglaterra. Por razones laborales, se traslada a Sudáfrica. Este contacto con la marginación racial, que la vivió en carne propia, reconfigura su manera de ser y de mirar al mundo, nace acá una vocación por la defensa de los marginados, para Gandhi, la justicia es un proceso personal, trascendente, que debe motivar todas las acciones, de manera que produzca frutos en los demás y en la sociedad, a veces, me cuestiona, si la sociedad costarricense se acostumbra a ver noticias de muerte y cuantificar víctimas, sin ninguna reacción.
Cuando me desespero, recuerdo que a lo largo de la historia el camino de la verdad y el amor siempre han ganado. Han habido tiranos y asesinos, y por un tiempo, pueden parecer invencibles, pero al final, siempre caen. Piense en ello – siempre”. Gandhi
Posteriormente regresa a la India y decide apoyar un movimiento para emanciparse del Imperio Británico. Pero no se quedó en slogan políticos o contiendas, inicia un peregrinaje de contemplar la realidad y opta por recorrer su enorme país. El contacto con la realidad, solo así, podría entender los clamores de su pueblo.
Ese viaje en tren, con gente sencilla, le permite descubrir que la India, no necesitaba de padrinazgos sino, de volver a la esencia de su identidad, de sus tradiciones. Bajo la premisa de la “ahimsa” o no-violencia. Un movimiento interior, de convencer a la India que no era necesario dañar a nada vivo, ni retener cosas que no necesitamos, ese afán de consumir, de tener, que evoca ambiciones en algunos casos mal sanas. Gandhi innovó en su tiempo en la cultura del reutilizar, utilizando la vestimenta sencilla “dhoti”, utilizar la experiencia agrícola de los pueblos originarios indios y un uso sostenible de los textiles, tan apetecidos por las potencias económicas.
Descubre el poder de la educación, como motor de cambio y reúne a la gente en “ashrams”, donde se formaban en fraternidad, trabajaban y salían a la sociedad los discípulos de la no-violencia.
Toda esta vida ejemplar, no es un simple recuerdo altruista, es un llamado actual al cambio, nuestra sociedad se nos está yendo de las manos… Y no es ser alarmista, sino consciente de todos los cambios que nos vienen y nos configuran. Vimos con temblor el asesinato de un niño de 3 años, ¿será un reto, para una cultura de paz, desde todos los frentes? Pero mientras tanto los padres de la Patria se desgastan en audiencias “defendiendo la democracia”, y las urgencias en los cambios del Poder Judicial, se quedan en expedientes.
Ojalá que este 2023, provoquemos movimientos interiores que nos hagan hombres y mujeres de paz, con salud mental, con responsabilidad social, para que las noticias violentas mermen, para que el cuidado de los demás, recaiga en todos y que el deseo de la paz, tenga frutos de justicia y solidaridad.
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