Estimada señora de Purral,

Mi nombre es María.

Usted y yo no nos conocemos, pero compartimos el hecho que ambas vivimos en Costa Rica, y a ambas nos importa qué es lo que sucede con Costa Rica, donde estamos como país y hacia donde vamos. De eso, no me queda la menor duda.

A pesar de que mi currículum no me ha hecho migrar al extranjero ni por temas de estudio ni de trabajo (si acaso solo de paseo), sí tengo la suficiente “visión” para reconocer que, como país, nos hace falta avanzar en muchas, muchas áreas. No tengo problema en admitir que hay muchísimas cosas que podemos hacer mejor, que nos faltan, cosas en las que vamos muy pero muy atrás. Y hay muchísimas personas que pueden dirigirse a usted y explicarle, de una forma mucho más preparada y con más propiedad, sobre todas esa faltas y fallas que como país tenemos: la deuda fiscal, el problema de movilidad vial, la generación de empleo, las fallas en nuestras políticas ambientales, la violencia y la seguridad social, los problemas de la Caja… en fin, todas las cosas sobre las que todos oímos casi que, en todo lado, todos los días.

Así que no lo voy a hacer yo aquí. No voy a tan siquiera intentarlo, porque esa tampoco es la intención de estas líneas. De lo que yo le quiero hablar es de lo que, con toda humildad, considero que tenemos que reconocer(nos): hay otro montón de cosas en las que estamos muy bien, que nos tienen que llenar de esperanza por el mañana, y de orgullo de lo que hemos sido y somos.

Están las razones que todos sabemos y por las que todos tenemos que sentirnos orgullosos: no tenemos ejército, tenemos una riqueza natural privilegiada, tenemos seguro social (sí, con todo y sus fallas, las interminables listas de espera, las historias de terror que lamentablemente muchos han experimentado, pero un seguro social para todos), tenemos universidades públicas de talla internacional (la UCR —mi alma mater— en el 36 % de las mejores universidades a nivel mundial, y la #20 en América Latina), y con todo y todo, una estabilidad social que lastimosamente no es lo común en nuestra región centroamericana.

Pero mi estimada señora de Purral, yo hoy quiero hacerle énfasis en lo que somos como ticos. Somos personas trabajadoras (aunque sí, yo sé que hay más de un vago que es la excepción a la regla). Cuando nos proponemos algo lo logramos, cuando colaboramos entre todos somos capaces de cosas extraordinarias. Y esas cosas sucede todos los días: en los hogares, en las escuelas y colegios, universidades, en los lugares de trabajo, en los hospitales, en las oficinas gubernamentales. Hay miles de personas que todos los días colaboran entre ellas y logran alcanzar lo impensable (al mejor estilo de la Sele en el 2014), historias de los montones de atletas y deportistas de los que lastimosamente oímos muy poco en las noticias, o los chicos que van a olimpiadas académicas —de los que sí, también oímos menos de lo que deberíamos—. Padres y madres de familia que logran sacar adelante a sus hijos a punta de esfuerzos inimaginables. Jóvenes que logran terminar sus estudios a pesar de tener muchas posibilidades en contra. Emprendedores que “la pulsean”, día con día. Trabajadores que dan lo mejor que pueden donde están. Miles de ejemplos puntuales se me vienen a la mente, y estoy segura de que a usted también.

Somos personas buenas, fundamentalmente buenas. Nos cuidamos entre nosotros y nos ayudamos. No solo en los “sueños de navidad” o en la Teletón, o cuando ocurre una tragedia o un desastre natural y se hacen las campañas de recolección de víveres o ayudas. Todos los días hay un montón de personas que se cuidan las unas a las otras, personas que cuidan y ayudan a muchas que ni siquiera conocen. Todos los días sucede esto, aunque no salga en las noticias o se haga viral en redes sociales.

Y somos personas felices. Y no es porque nos lo diga un ranking que nos coloque como uno de los países más felices del mundo, es que en realidad lo somos. Porque a pesar de todas circunstancias que hacen que nuestro país se vea en aprietos, que como sociedad nos veamos en un espejo y no nos gustemos, somos fundamentalmente felices. Estamos en un pedacito de tierra que es uno de los más bonitos del mundo (modestia aparte)… que está lleno de oportunidades, de gente buena. Y aunque tenemos miles de problemas (como los que mencionaba arriba y otro montón más), yo tengo la certeza que tenemos un montón de gente que tiene soluciones para ellos, que tiene ganas de trabajar bien y honestamente por arreglarlos. No por publicidad, por ego o por las razones equivocadas, simplemente porque es lo correcto. Porque es lo que le debemos a este país nuestro.

Y quisiera compartirle estas líneas estimada señora de Purral, porque en los últimos meses las cosas han estado un poco raras. Sé que usted lo ha notado. Es ese mensaje en el aire de todo esta “más mal de lo que nos imaginábamos”, de todo lo que vino antes de “estuvo mal hecho”. Esa sensación que nos quieren dar de que no ha habido nadie con buenas intenciones a cargo del país y ni las decisiones que se tomaban en todas las áreas. Quiero escribirle estas breves líneas porque quiero darle ánimos, porque yo estoy convencida de que no ha sido así.

Volvemos a lo mismo, yo sé que hay muchísimos temas país, problemáticas que no podemos ni debemos ignorar. Historias de corrupción y de desastres que dan pena ajena y nos indignan. Pero tampoco podemos darnos el lujo de ver solo lo malo que ha sucedido, ni temer que solo lo malo suceda mañana.

Quiero decirle estimada señora de Purral, que estoy segura de que afuera hay mucha gente buena. Gente que está trabajando para mejorar estos 51 179 km2 de tierra y 572 877 km2 de superficie marina, este país que es nuestro. Para mejorarlos desde nuestro día a día, desde nuestras familias, nuestras clases en las escuelas, colegios, universidades. Desde nuestros trabajos en compañías transnacionales, o empresas medianas, pequeñas, pequeñísimas. Desde donde estemos. Eso, señora de Purral, lo tengo por certeza.

Por eso quiero pedirle que lo recuerde, que no deje de creerlo, y también pedirle que usted, desde donde sea que esté, se una a eso. Cuando uno quiere a alguien o a algo, con todo el corazón y con amor del de verdad, uno lucha por ello. Por cuidarlo, por hacerle bien. Yo sé y tengo por certeza también, que somos muchísimos más los ticos que queremos a Costa Rica sinceramente, que los que quieren aprovecharse de ella.

Demande que le hablen con la verdad mi estimada señora de Purral. No dé por hecho que algo es cierto, solo porque lo dicen con más volumen, a gritos o en manada o por vías oficiales.  Cuestione, pregunte, discuta. Crea en hechos, no en versiones. Aproveche que vivimos en una de las democracias más solidas del mundo y siéntase en toda la libertad de discutir de los temas que le importan, de pedir explicaciones a quienes tienen la obligación de darlas. Y sobre todo, convénzase que si todos nos lo proponemos y nos ayudamos unos a otros, todos remando para el mismo lado, lo mejor para nuestro querido país, está por venir.

Yo sé que habrá quienes me digan que todo esto puede sonar muy ingenuo, incluso tonto. Pero yo espero que usted no. Con sinceridad espero que estas líneas le hagan sentir mejor, y que le den ganas de trabajar desde donde sea que esté, por hacer de nuestro pedacito de mundo, el país que sabemos que podemos llegar a ser, el país que en esencia somos.

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