En el año 2002 se crea la Ley General de la Persona Joven en Costa Rica, que traía consigo una serie de herramientas y acciones para el empoderamiento, participación y validación de derechos de las personas jóvenes, así como los deberes del Estado en cada ámbito social, educativo, laboral, económico y salud.

Con la integración del Sistema Nacional de Juventud a la sociedad costarricense sea crean órganos fundamentales para la creación y coordinación de políticas, planes y proyectos como lo son el Viceministerio de Juventud, Consejo Nacional de la Persona Joven y la Asamblea Nacional de la Persona Joven, está última se encuentra conformada por los Comités Cantonales de la Persona Joven y diferentes agrupaciones sociales y partidarias del país. También define que la población joven del país abarca a las personas de los 12 a los 35 años.

Para hablar de la población joven tenemos primero que cambiar “juventud” por “juventudes” ,ya que no podemos generalizar una población que contiene una cantidad infinita de diversidades, condiciones, pensamientos y oportunidades, hablar de “juventudes” parte del enfoque de la interseccionalidad donde una serie de factores sociales afectan o benefician el crecimiento de cada persona joven del país. Es por esto que el valor de las juventudes parece alejarse de la realidad cotidiana que vive el país, pero suele darse que desde la superioridad por experiencia, edad, privilegio o “conocimiento” (entre comillas ya que es un concepto abstracto) entra en juego la problemática del adultocentrismo, que no solamente se refleja de personas adultas a jóvenes, sino dentro de la subdivisión de personas jóvenes se refleja de una manera exponencial como las acciones adultocentristas se dan de personas adultos jóvenes hacía jóvenes y de jóvenes a adolescentes, es decir, dentro de la misma población joven se replica ese sistema cerrado y vertical desde la supremacía.

El valor de las juventudes debe dejarse de ver como un “tema” o “hecho” para el futuro, tiene que potenciar para que las personas jóvenes sea protagonistas de las historias, cambios y el dinamismo fructífero que ofrece la población, porque son una realidad viva de transformación y cambio. No es ver a las personas adultas o jóvenes como adversarias, es saber construir, promover y gestionar relaciones horizontales donde se pueda aprender de ambas partes de las poblaciones, incluyendo la niñez, adultez y adultez mayor, un diálogo continuo por buscar una sociedad justa para todas las personas.

Si bien es cierto, no podemos pasar por alto como la burocracia sistemática hace que las gestiones sean de procesos largos, acciones sin fundamentos e invisibilización de la población joven, pero es necesario que las personas que lideramos espacios de juventudes, unamos esfuerzos bajo un mismo horizonte; no podemos pensar en cambio social monopolizando la participación, es momento de relevar ideas, puestos y experiencias.

Cuando se propicia este enfoque de juventudes logramos puntos de partida para mejorar los sistemas de salud, educación y economía, producimos oportunidades laborales y nos comprometemos a disminuir las desigualdades, que en la mayoría de los casos no permiten que muchos liderazgos jóvenes puedan tener el protagonismo necesario en la nueva era del cambio. Las juventudes podemos incidir, cambiar y decidir, el momento es hoy.

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